Sábado, uno de los únicos días en que puedo dormir hasta tarde. Palpo a mi lado y el lugar contiguo al mío está vacío y no me sorprende, Mi Jung fue a trabajar. Reviso el celular y marcan recién las diez con treinta. Dispuesto a dormir otro rato me tapo la cabeza con la sabana pero el el sonido del timbre del apartamento me hace reaccionar.
Sin muchas ganas me levanto y arrastro los pies hasta la entrada.
—Buenos días —Un hombre de edad avanzada me saluda al otro lado de la puerta —Traigo carta certificada para la señorita... Oh Mi Jung, ¿Se encuentra en casa? —Mis ojos bajan hasta el paquete tamaño oficio que tiene en manos.
—No se encuentra pero puede dejármela a mí —Rasco mi cabeza pensando el qué será aquello.
El hombre me entrega un pequeño aparato y firmo en la pantalla. Él escribe algo en una hoja y me pide mi nombre. Una vez que le agradezco se aleja bajando las escaleras del edificio. En el interior reviso cuidadosamente el dichoso paquete y al ver el membrete en la parte superior izquierda, un frío helado comienza a bajar desde mi nuca hasta la parte baja de la espalda.
¿Julliard de nuevo?
*****
—¡Estoy en casa! —Mi Jung se detiene un segundo en la entrada para quitarse sus zapatos —Tengo mucha hambre Joonie, hay que apresurarnos y comamos antes de... —Por fin, eleva la vista hasta mi persona y se detiene al verme sentado en el sofá con el ceño fruncido —¿Sucede algo?
Mis ojos están posados en ella y no puedo cambiar mi expresión de fastidio. Camina de forma cautelosa hasta mi después de depositar un par de bolsas en la pequeña mesa que tenemos como comedor.
—¿Sabes qué es eso? —Le señalo el sobre blanco en la mesita de centro y niega juntando sus cejas. Mantengo mi voz apacible pero la siento temblar levemente —Acércate y revisalo por ti misma.
Así lo hace. A paso lento acorta la distancia y toma el sobre. Sus ojos se abren como platos al notar el gran logo azul de la dichosa escuela.
—¿Qué es esto Joonie?
—Eso mismo te pregunto Mi Jung, lo trajeron en la mañana —Me siento nervioso y paso insistentemente mis manos por el rostro —Creí que desistirías en ir —Sus manos rápidas no dejan que termine de hablar y abre de inmediato el paquete. Saca el contenido y veo varias hojas blancas gruesas y un par de trípticos y panfletos de colores neutros —¿Me estás escuchando? —Elevo mi voz y logro perturbar su mirada.
—Aún no les he dado una negativa. Te dije que lo pensaría Namjoon —Me mira sin ningún atisbo de duda en ella. Mi respiración se entrecorta mientras analizo sus palabras.
—¿Irás? —Insisto mientras sus fanales avellana brillan de sobremanera.
—Lo sigo pensando. No es fácil negarse a una oportunidad como...
—¡Claro que es fácil! —La interrumpo saltando del sofá y elevando muchas octavas mi voz —¡Solo diles que no aceptas y ya! ¡Yo no veo ninguna dificultad en ello!
—¿Disculpa? —El cambio en su postura es gradual y me asusta un poco pero no pierdo mi gesto —Repite lo que acabas de decir Namjoon. Creo que no te escuché muy bien.
—¡Me escuchaste perfectamente! Cumple con tu palabra y dile a la escuela que no aceptaras la oferta. Puedes cursar aquí la maestría, hay muchos lugares que pueden impartir lo mismo que en Estados Unidos.
Una risa sarcástica que jamás había escuchado sale de los labios de mi novia.
—¿Acaso te estás escuchando Namjoon? —La veo soltar los documentos de nuevo en la mesa y se cruza de brazos.
—Prometiste que te quedarías conmigo Mi Jung —Una parte de mi cerebro me dice que me tranquilice y trato de acercarme a ella pero se aleja dos pasos de mi.
La noto calmada y tranquila, haciendo que me hierva un poco la sangre.
—Nunca dije que te dejaría. Son solo dos años. Iré y regresaré. Nada que...
—¡Eso no funcionará! —Nuevamente exploto —¡¿Acaso no lo entiendes?! ¡No puedes irte! Yo vine y me mudé contigo. Ahora estamos juntos y eso significa que yo también decido.
—No te estoy diciendo que no puedes decidir, pero es mi única palabra la que cuenta aquí. Además, yo jamás te obligué a salir de tu casa, esa fue tu elección —Frustrada, se frota el puente de la nariz con sus dedos y nuevamente coloca sus ojos en mi rostro —Es mi oportunidad y no dejaré que se desperdicie.
Si esa es su última palabra... entonces también será la mía.
—¡Al diablo! ¡Haz lo que quieras entonces! —Me enfilo hasta el dormitorio —¡¡Ten por seguro que cuando regreses ya no estaré más aquí!! —Vocifero tan alto como mis pulmones me lo permiten y azoto la puerta dejándola con sus ojos aguados en mitad de la sala de estar.