6 años después
—Es la última ciudad que tenemos en la agenda Namjoon, tómalo con calma —Charles, mi manager, me da un par de golpecitos en la espalda —Anímate, sal a pasear un rato, conoce California y no sé, tal vez encuentres el amor verdadero como en tu libro. Disfruta el día de hoy porque mañana hay trabajo que hacer —Termina diciendo con una sonrisa boba surcándole los labios.
—Lo intentare —Ruedo mis ojos y salgo de inmediato del hotel. No puedo soportar su actitud cuando se pone pesado con el tema romántico.
Las calles de Los Ángeles en verano suelen estar bastante concurridas por todo tipo de personas; desde turistas hasta familias que esperan pasar el agradable día tomando el sol o solo conviviendo entre ellos. Todo un asco para una alma solitaria como la mía.
Reviso el GPS y la librería Huntington está a cuarenta minutos de distancia. No me importa y le hago la parada a un taxi. A decir verdad es uno de los lugares más hermosos y tranquilos que posee Los Ángeles y no se cuando lo vuelva a visitar, así que tomo la palabra de mi manager y me aventuro a explorarlo.
Al llegar, la maravillosa estructura me da la bienvenida. No me apresuro en recorrer todo el lugar. Para ser pasado el medio día hay mucha gente pero no me importa. La biblioteca es enorme; con cientos de libros de investigación y literatura que me atrapan al segundo. Las colecciones de arte tampoco se quedan atrás. Por último. pero no menos importante, los enormes y espectaculares jardines botánicos que rodean el recinto.
Paso de entre uno y otro y al final tomo asiento en una banca en el llamado "Jardín de camelia". El olor es incomparable y creo es un buen lugar para relajar mi cuerpo y mi mente. Cierro mis ojos y me dejo llevar.
La vida de escritor no ha sido nada fácil aunque eso ya lo tenía previsto. Mis padres al final tuvieron que aceptar la idea de que jamás me volvería abogado y no les quedó más opción que resignarse a mi decisión.
Por otro lado, Hoseok y mi ahora oficialmente cuñada Fernanda viven felices en una enorme casa en Gangnam con una pequeña en camino. En cierta medida, los envidio. No solo por el hecho de que ahora están casados y tengan un gran lugar donde vivir; si no porque ambos tienen a su lado a la persona que más aman. En fin, esos pensamientos tristes siempre me atacan pero suelo disiparlos rápidamente.
Este tour por América ha sido un fastidio, todo porque no termino acostumbrándome. Mis libros han tenido un gran éxito por acá y realmente no se como ha ocurrido todo. En las entrevistas siempre me preguntan lo mismo ¿Cómo puede escribir acerca del amor si no tiene nadie a su lado? Estúpidos, el tener a alguien como pareja sentimental no encierra el significado del amor. Estoy enamorado de la vida, de mis padres, de mis amigos, de mi trabajo... Pero es cierto, esa parte en mi corazón aún no ha sido llenada.
Nadie podrá llenarla más que mi gran amor, Mi Jung.
—¡Corre despacio cariño! —El grito desenfrenado de una mujer me saca de mis pensamientos. La veo a lo lejos, corriendo detrás de un niño —Debes tener cuidado —La veo llegar a su lado y tomar la mano del pequeño. La escena es conmovedora para cualquiera que les haya prestado atención.
Me encuentro tan sumergido en mi mente que paso por alto el hecho de que aquella mujer gritó en coreano y no en inglés. No es extraño pero si es una coincidencia demasiado grande que dos personas de la misma nación se encuentren en el mismo lugar y al mismo tiempo.
Enfoco mi vista en ambos pero están de espaldas, caminando de lo más cómodos. La mujer tiene el cabello largo que le cae hasta la cintura de color miel, y al pequeño no le puedo calcular más de tres años, aunque se ve un poco más grande, tal vez esté equivocado.
El niño le estira sus brazos en señal de que lo tome en brazos y así lo hace ella. Con ese movimiento logra mostrar su rostro en mi dirección y en ese momento el aire de mis pulmones se esfuma por completo.
Jamás, en estos seis años pude borrar su rostro de mi mente: aquella sonrisa que me impactaba cada mañana, esos orbes color avellana que destellaban a diario y ese rostro de ángel seguían siendo los mismos. Mi Jung no había cambiado nada en todo este tiempo, es imposible que no la reconozca.
La veo cargar al infante y continuar por el lado del puente, señalando hacia el estanque lo que parecen ser ranas saltando. Un miedo incontrolable me llena poco a poco, pero termina por derrumbarme en el instante que un hombre alto y con gorra negra se acerca a ellos.
—¡Appa! —El hombre que está de espaldas a mí, toma al pequeño y lo carga en alto. Ella sonríe enternecida, como nunca antes la había visto.
Aquí y ahora me doy cuenta que no fui el único en madurar.
Ella ya tiene formada su propia familia.
Ella fue la única que logró avanzar.
Ella... ha terminado por alejarse completamente de mi.