Después de aquella noche en el bar, el grupo de mensajes que habiamos armado con Neos Back empezó a moverse con más frecuencia. Entre memes, bromas y sugerencias de lugares para salir, se fue armando una pequeña rutina. No hablábamos todo el día, pero siempre aparecía alguien con una frase tonta o una canción que valía la pena compartir.
Fue Sam, por supuesto, quien propuso que nos viéramos de nuevo. Sugirió un café tranquilo para el sábado por la tarde, uno con buena música y luz tenue, ideal para seguir conociéndonos lejos del ruido del bar. Todos estuvieron de acuerdo rápidamente.
Y así, sin más vueltas, el sábado siguiente al último viernes, volvimos a encontrarnos. Esta vez, sin escenarios, sin multitudes, sin luces. Solo nosotros, en un rincón de la ciudad, como si el tiempo hubiera aflojado un poco el paso.
El aire frío de la tarde londinense me envolvía mientras caminaba hacia ese pequeño café escondido entre callejones adoquinados. Las luces cálidas del interior se colaban por los ventanales empañados, dándole al lugar un aire casi nostálgico. Adentro, las risas suaves de Sam y Harry se mezclaban con la música tenue que salía de los parlantes.
Me acerqué despacio, sin hacer mucho ruido. Charlie estaba en la barra con Emily, pidiendo algo dulce, mientras Nick estaba sentado en un rincón, sosteniendo una taza entre las manos. Cuando notó mi presencia, levantó la vista y me hizo un gesto leve con la cabeza, invitándome a sentarme.
—¿Te gusta esta canción? —preguntó sin más, rompiendo el silencio sin mirarme directamente.
Tardé unos segundos en reconocer la melodía. Era una versión instrumental de Fly Me to the Moon. Sonreí, apenas.
—Mucho. Me gusta el jazz… y la música antigua en general.
Nick asintió lentamente, como si hubiera confirmado algo que ya sospechaba.
—Lo imaginaba. No sé por qué… pero te imaginé escuchando vinilos en días de lluvia.
Solté una risa suave, algo sorprendida. No porque estuviera equivocado —porque no lo estaba—, sino porque alguien se había detenido a observarlo. A observarme.
Hubo una pausa, cómoda. Una de esas en las que el silencio no pesa. Afuera, las gotas empezaban a deslizarse por los vidrios del café, y por primera vez en mucho tiempo, me sentí vista. No como la amiga tranquila de Charlie, ni como la sombra de Sam. Vista como Olivia.
Y eso, aunque fuese algo pequeño, fue suficiente para desordenarme un poco por dentro.
—¿Vinilos y lluvia? —dije en voz baja, con una sonrisa incrédula—. No pensé que alguien pudiera adivinar algo tan específico.
Nick se encogió de hombros, manteniendo la mirada en su taza.
—Supongo que hay algo en tu forma de estar en silencio... es tranquila, como la música que suena cuando nadie más está hablando.
No supe bien qué responder. Nadie me había descrito así antes, y no estaba segura de cómo me hacía sentir. Pero lo cierto es que, por un instante, me sentí menos sola en mi forma de ser.
—¿Siempre observas tanto? —pregunté, girando apenas mi cuerpo hacia él.
—Solo cuando hay algo que vale la pena ver —respondió, y esta vez sí me miró.
Sentí un calor sutil en el pecho, como si algo se hubiera activado sin aviso. Era incómodo, pero también... bonito.
—Me gusta ayudar a los demás —dije de pronto, como si fuera una confesión. tal vez para seguir hablando con el.
—Lo sé. Se nota —respondió sin dudar.
Fruncí el ceño con suavidad.
—¿Cómo puedes saber algo así si recién nos conocemos?
—Porque lo haces todo el tiempo —explicó—. Estás pendiente de si Sam se ríe, si Charlie se siente cómoda, si alguien necesita algo. Y no lo haces para que te vean. Lo haces porque no sabes ser de otra manera.
Tragué saliva. Me incomodaba lo mucho que estaba viendo de mí sin que yo le hubiese contado nada. Me hacía sentir expuesta, pero al mismo tiempo… comprendida.
—¿Y tú? ¿Siempre eres tan serio? —pregunté, buscando alivianar el momento.
Nick sonrió, esa sonrisa pequeña que se forma más en los ojos que en la boca.
—Solo cuando estoy nervioso.
—¿Y ahora lo estás?
Hizo una pausa, miró hacia la mesa donde Sam y Harry reían a carcajadas, y después volvió a mirarme.
—Un poco.
No dije nada. Solo sonreí, sintiéndome por primera vez en mucho tiempo como si alguien estuviera verdaderamente intentando conocerme. No por encima, no por lo que muestro... sino por lo que soy.
Y de fondo, como un eco suave, la risa de nuestros amigos seguía llenando el aire, mientras nosotros hablábamos bajito, como si el mundo se hubiera detenido solo en esa esquina del café.