Aquel invierno de Londres

Capítulo 7: Nick.

No suelo prestarle tanta atención a las personas. No porque no me importe, sino porque la mayoría no se queda el tiempo suficiente como para que valga la pena hacerlo.

Pero ella…

Olivia tiene algo distinto. No sé qué es exactamente, pero lo noto. Es como si intentara esconderse todo el tiempo, aunque su presencia diga más de lo que quiere mostrar.

Cuando propusimos juntarnos fuera del pub, no pensé que realmente aceptaría. Pero ahí estaba, sentada frente a mí, con una taza entre las manos y una sonrisa que no se regalaba fácilmente. No necesitaba llenar los silencios, y eso, para alguien como yo, era raro… y necesario.

Me gustó que no me preguntase cosas demasiado personales. No me gustan las conversaciones forzadas, esas que nacen más del ruido que de la curiosidad. Pero ella... ella preguntaba distinto. No por compromiso. Preguntaba porque quería saber.

—¿Y tú qué música escuchas? —me dijo en un momento, con la mirada fija en mí.

Tardé en responder, pero no porque no supiese qué decir, sino porque estaba sorprendido. Pocas veces alguien me lo preguntaba.

— Un poco de todo. Algo de jazz o The beatles. Canciones profundas tal vez, de esas que quieres seguir escuchando una y otra vez.

Asintió con una pequeña sonrisa, como si eso dijera mucho más de mí que lo que yo mismo estaba dispuesto a contar.

Y entonces pasó algo. Algo mínimo. Se le cayeron unos mechones de pelo sobre el rostro, y cuando se los corrió detrás de la oreja, me miró. Fue una mirada rápida, sin intención, pero no pude dejar de pensar en ella después. En cómo se veían sus pestañas largas, o en cómo fruncía un poco el ceño cuando pensaba en algo que no quería decir en voz alta.

No sé por qué, pero sentí la necesidad de hablar.

—¿Sabes? No pareces una persona que se muestre fácilmente.
Levantó la mirada, sorprendida.

—¿Eso crees?

—Lo sé. Y creo que está bien. Pero también creo que hay cosas de ti que merecen ser vistas.

No contestó. Bajó la mirada a su taza, jugueteando con el borde, y sentí que tal vez había dicho demasiado. Siempre me pasa. Digo algo, y después no sé si estuvo bien o si simplemente debería haberme callado.

Pero ella no se fue. No cambió de tema. Solo se quedó ahí.

Y en ese silencio cómodo, con las risas de nuestros amigos de fondo y la lluvia golpeando apenas el ventanal del café, sentí que algo había cambiado. Que ese pequeño momento había sido más que una charla.

Fue conexión.

Y no sé qué vendrá después. Pero por primera vez en mucho tiempo, no me importa no tener el control.

A veces me cuesta poner en palabras lo que siento. Es más fácil esconderse detrás de un par de baquetas o de la carcajada de Harry. Él habla por todos cuando yo me quedo en silencio, y Emily siempre sabe cambiar de tema cuando me empiezo a poner incómodo. Pero esa tarde, con Olivia sentada frente a mí, me di cuenta de que había silencios que no necesitaban ser llenados. Y eso, curiosamente, me tranquilizaba.

No soy de hablar mucho. Nunca lo fui. Prefiero las melodías que se repiten en los vinilos viejos que tengo en casa, esas que suenan con ese ruidito de fondo que parece envolverlo todo. Me gusta pasar las tardes ajustando el pedal de mi batería o probando ritmos que no le muestro a nadie. Me gusta cuando mis amigos se ríen a carcajadas aunque me saquen de quicio, porque al final del día... ellos son mi familia.

Pero esa tarde algo fue distinto.

Olivia me miraba como si no esperase nada de mí, y eso, por raro que suene, me hacía querer mostrarle todo. No en un sentido grandioso ni exagerado... solo lo real. Lo que soy cuando no tengo que demostrar nada. Porque con ella, por primera vez, sentí que podía ser simplemente Nick. El que se pone nervioso en las conversaciones largas. El que se guarda sus pensamientos en libretas que nadie ve. El que ama la música porque es el único idioma que siempre entendió bien.

Y mientras ella hablaba —sobre el té, el jazz, y los días grises que tanto le gustaban—, yo solo pensaba en una cosa: ojalá pudiese quedarme un rato más en ese instante.

Porque Olivia tenía esa forma rara de mirar despacio, como si pudiera ver más de lo que uno muestra. Y yo, por primera vez en mucho tiempo, no quería esconderme.




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