Aquel invierno de Londres

Capítulo 11: Meses y más.

abril, 2017. Primavera.

Pasó rápido. Como todo lo bueno que no esperas.
hace unos meses atrás éramos un grupo desordenado de casualidades compartiendo un par de noches en un pub. Ahora… ahora somos algo más. No sé qué nombre ponerle, pero sí sé cómo se siente: cómodo, familiar, un poco caótico y completamente necesario.

Los viernes se volvieron rutina.
El mismo pub, las mismas luces cálidas, las mismas carcajadas que llenan el aire como una canción repetida que no te cansa. Charlie, Sam y yo llegamos siempre juntas, aunque a veces alguna se retrasa porque la vida adulta sigue exigiendo. Ellos, los chicos de Neos Back, ya no son solo la banda de la esquina: son parte de nuestras semanas. De nuestras historias.

Conocemos sus gestos, sus formas de hablar, sus manías.

Harry sigue robándose todas las miradas con su carisma; Sam dice que nació para estar sobre un escenario. Emily es dulzura pura, siempre con una palabra amable y ese talento que parece no darse cuenta que tiene. Charlie y ella se llevan especialmente bien. Y Nick… bueno, Nick sigue siendo ese enigma amable con el que cada día me siento un poco más cómoda.
Y un poco más confundida.

Nos volvimos inseparables. Sin que nadie lo propusiera, sin que nadie lo exigiera. Como si, por una vez, la vida hubiese decidido juntar a las personas correctas en el momento exacto.

Y mientras la lluvia vuelve a golpear los cristales y las tazas de té se enfrían lentamente entre nuestras conversaciones, empiezo a pensar que quizás esto —todo esto— es un refugio. Uno de esos que no sabías que necesitabas hasta que lo encuentras.

A veces me detengo a observar todo desde afuera, como si pudiese congelar un momento en una fotografía mental. Las luces suaves del bar, las risas de Charlie mezcladas con las bromas de Harry, la forma en que Sam baila en su silla junto a Emily como si estuvieran en un escenario, y yo ahí, con una sonrisa tranquila, sintiéndome parte de algo que no pensé que iba a tener.

Porque, aunque suene exagerado, hay una parte de mí que siempre creyó que no encajaba del todo. Que era demasiado reservada, demasiado tranquila, demasiado yo para formar parte de algo así. Pero con ellos es distinto. No tengo que esforzarme por pertenecer. Simplemente, estoy. Y eso, para alguien como yo, significa muchísimo.

Y luego está Nick.

No sé exactamente en qué momento su presencia dejó de parecerme casual. Tal vez fue cuando me recordó una canción que mencioné una sola vez, o cuando me preguntó por mis gustos como si realmente quisiese saber. Como si escuchara con atención. Como si mirara más allá.

Me siento cómoda con él. Y eso me asusta un poco. Porque no estoy acostumbrada a sentirme vista. De verdad vista. Como si alguien notara que mi silencio no es vacío, sino que está lleno de cosas que a veces no sé cómo explicar.
Y él... él no me obliga a explicarlas.

Creo que es eso lo que más me desconcierta. Que no tengo que demostrar nada. Que puedo ser yo, con mis contradicciones, mis miedos, y mis ganas de ser querida de forma genuina. Con Nick, por momentos, todo eso parece posible. Y no sé si eso me da esperanza o vértigo.

Pero estoy dispuesta a averiguarlo.

El bar ya estaba casi vacío. Las luces tenues y cálidas parecían abrazar los últimos momentos de la noche, mientras las voces de fondo se apagaban poco a poco. Afuera, la ciudad respiraba frío y humedad, como si el invierno se colara por debajo de la puerta.

—¿Mismo lugar el viernes que viene? —preguntó Harry, estirándose con pereza, su abrigo colgado al hombro y una sonrisa fácil en los labios.

— Por supuesto —respondió Sam con entusiasmo—. Pero esta vez llegare temprano, lo juro.

Charlie se rió suave, acomodándose el pelo detrás de la oreja.

—Eso dijiste la semana pasada también.

—Bueno, esta vez es de verdad —insistió Sam, y todos rieron un poco.

Yo estaba en silencio, observando a cada uno. Me gustaba ese momento justo antes de que todos tomaran caminos distintos, cuando la noche todavía parecía tener algo más para decir. Me crucé con la mirada de Nick. Estaba junto a Emily, pero sus ojos se detuvieron en los míos por un segundo de más. No dijo nada, pero me sonrió leve, con esa expresión suya tan sutil que a veces decía más que las palabras.

Me acerqué a Charlie mientras se abrochaba el abrigo.

—¿Te divertiste? —le pregunté.

—Mucho. Me gusta verlos así, ¿sabes? Felices. Cómodos —respondió—. Y tú también te ves bien, Liv.

Asentí con una sonrisa corta. Por dentro, había algo cálido que me crecía en el pecho.

Nick pasó a mi lado mientras todos salían hacia la calle. Se inclinó un poco para hablarme solo a mí, su voz bajita, casi como un secreto compartido.

—¿Te gustó la última canción?

—Mucho —dije—. ¿Era nueva?

Él asintió.

—Pensé en ti cuando la escribimos. No sé por qué... solo se sintió así.

Y luego se alejó, dejando en el aire esa frase, colgando entre nosotros como una nota que aún no se terminaba de apagar.

Salimos al frío todos juntos, envueltos en bufandas y risas suaves. Y mientras caminábamos, uno al lado del otro, con las manos en los bolsillos, no dije nada más.

No hacía falta. A veces, el silencio también habla. Y esa noche, me sentí escuchada.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.