Aquel invierno de Londres

Capítulo 12: Lo que Nick no dice.

no sabría explicar en qué momento empecé a prestarle más atención. No fue algo puntual, ni una frase específica, ni siquiera una mirada. Fue..progresivo.
como cuando una melodía te envuelve sin darte cuenta, hasta que estás completamente dentro de ella.

Olivia.

Al principio era solo "la amiga de Charlie y Sam" Tranquila, reservada, siempre escuchaba más de lo que hablaba. Me costaba leerla. A veces creía que estaba en otro planeta, con la cabeza muy lejos, pero después soltaba un comentario agudo, de esos que te hacen reír de verdad, y ahí me daba cuenta que estaba más presente que todos.

Me empecé a dar cuenta de esas cosas que antes no veía. Cómo fruncía el ceño cuando pensaba, cómo se le iluminaban los ojos cuando hablábamos de música, cómo sostenía las palabras con esa calma suya, como si no tuviera apuro en demostrar nada.

Y yo… no soy de los que se enroscan. En serio. Me gusta tener las cosas claras, saber dónde estoy parado. Pero con ella es distinto. Me pone nervioso. Me saca de eje.

No debería gustarme. No así.

No cuando todavía la estoy conociendo. No cuando ni siquiera sé si le gusto de vuelta. No cuando se la ve tan tranquila, tan segura… aunque, a veces, la cazo en esos momentos en los que la mirada se le pierde, como si hubiera algo que le pesa y no dice.

Y me dan ganas de preguntarle. Pero no lo hago. Porque no quiero cruzar esa línea. No todavía.

La otra noche, después del show, cuando salimos del pub, le dije que pensé en ella al tocar la canción. No mentí. Había algo de su manera de ver el mundo que me quedó dando vueltas. Esa melancolía sutil, ese “algo” que no sé nombrar pero que me dan ganas de entender.

Y ahora me estoy enredando. Porque la miro más de lo que debería. Porque la busco en medio del grupo, aunque no lo admita. Porque me está empezando a importar, y eso... eso me da miedo.
No quiero arruinar esto. No quiero romper algo que ni siquiera empezó. Pero a veces, cuando la escucho reír bajito, cuando la veo acomodarse el pelo de ese modo tan suyo, no puedo evitar pensar cómo sería que se quede un rato más. Que se quede conmigo.

Tal vez no esté listo.
Tal vez ella tampoco.
Pero algo se está gestando. Y aunque me esfuerce, no puedo negarlo.

A veces me pregunto si vale la pena. Volver a sentir. Dejar que alguien te atraviese, que se acomode en tus rutinas, que se vuelva parte de lo que eres.

Hace un tiempo alguien lo hizo. Se metió sin golpear la puerta, me hizo creer que el mundo era más simple de lo que pensaba... y después se fue. Sin muchas explicaciones. Como si nada. Me dejó con un corazón roto y un par de letras que todavía no puedo terminar de escribir.
Desde entonces, algo en mí cambió. Me prometí no volver a sentir de esa manera. No entregar tanto, no abrir tanto. No dejar que alguien más tuviera ese poder sobre mí.

Y sin embargo... ahí está Olivia.

Con esa mirada que parece verte más de lo que estás preparado. Con esa manera tan callada de quedarse cerca, como si supiera que a veces lo que más necesitamos no es que nos hablen, sino que nos acompañen.

Me da miedo. No por ella. Por mí.
Porque si la dejo entrar, no sé si voy a poder cerrarle la puerta después.

Y porque, muy en el fondo, siento que ya la dejé entrar hace tiempo.

Pero por ahora, me quedo en silencio.
Por ahora, me quedo en esta orilla, mirando cómo se forma la marea, esperando que no me arrastre del todo.

Aunque parte de mí...
parte de mí desea que lo haga.




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