Aquel invierno de Londres

Capítulo 14: Después de aquel beso.

Habían pasado unos días desde aquella noche en el pub y todavía sentía sus labios en los míos. No de una forma cursi, no como en las películas. Lo sentía como una especie de eco que me aparecía de golpe cuando caminaba sola por la calle o me quedaba mirando fijo el techo antes de dormir. Como si ese momento se hubiera quedado impreso en mí, suave y silencioso, pero imposible de ignorar.

No le conté a nadie. Ni siquiera a Charlie o a Sam. No porque no confiara en ellas, sino porque algo en mí necesitaba guardarlo un poco más. Como si soltarlo demasiado rápido fuera a romperlo, o a volverlo irreal.

Esa noche, después del beso, volvimos a sentarnos con el grupo. Nadie pareció notar lo que había pasado, o si lo hicieron, lo disimularon bastante bien. Nick y yo compartimos un par de miradas cómplices, una que otra sonrisa medio escondida, y después, como si nada, seguimos riéndonos con los demás. Pero yo ya no era la misma. Algo había cambiado. En mí. En él. En lo que estábamos construyendo.

Recuerdo que cuando nos despedimos, me abrazó un poco más fuerte de lo habitual. No dijo mucho, solo un “nos vemos pronto”, pero su mano se quedó unos segundos más en mi espalda. Y yo me fui con esa sensación tonta de querer volver a verlo cuanto antes.

Pero después llegaron los días siguientes. Y con ellos, mi cabeza. Empezaron a aparecer los “¿y si?”, las dudas, el miedo a que todo se arruinara. ¿Y si para él solo había sido el momento? ¿Y si había malinterpretado todo?
Pero también... también había algo nuevo. Algo que no podía negar. Una parte de mí se sentía distinta. Más liviana. Más viva.

Era raro.

Siempre me había dicho que el amor real no existía. O que no era para mí. Que tal vez no estaba hecha para ese tipo de cosas. Pero ahora… ahora me encontraba sonriendo sola cuando recordaba cómo me miró esa noche. Cómo me sostuvo. Cómo no necesitó decir nada para hacerme sentir segura.

Y por primera vez en mucho tiempo, me dejé creer.

No en cuentos de hadas, no en finales felices perfectos… pero sí en que, tal vez, alguien sí podría elegirme. Tal como soy.

Justo cuando estaba por perderme en otra ronda de pensamientos que siempre terminaban en lo mismo, el teléfono vibró sobre la mesa de noche. Lo miré sin demasiadas expectativas, esperando que fuera alguna notificación tonta o un recordatorio de clase… pero no. Era él.

Nick: “Hola, Liv. Estaba escuchando una canción que me hizo pensar en ti… ¿tienes un tiempo para vernos esta semana? No lo sé, caminar, hablar, lo que sea. Me haría bien.”

Mi corazón dio un pequeño vuelco. No porque fuera algo cursi o dramático. Nick no era así. Pero tenía esa forma tan honesta de decir las cosas, tan suya, que me desarmaba un poco.

Me quedé un rato con el celular en la mano, leyendo y releyendo el mensaje. Sonriendo. Dudando. Sintiendo esa mezcla entre emoción y miedo que ya se me estaba volviendo familiar.

Y sin pensarlo demasiado, respondí:

Yo: “También he pensado mucho en ti Nick. Caminemos. Esta vez, sin tanta gente alrededor.”

La respuesta llegó casi al instante.

Nick: “Te paso a buscar el jueves, ¿te parece?”

Y sí. Me parecía. Me parecía demasiado.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.