Capítulo 16: A mí lado.

escurrieron entre clases en la universidad, libros abiertos a medias, tazas de té olvidadas en la mesa, y ese cansancio dulce que deja hacer cosas que realmente disfrutas, aunque te agoten.

Entre exámenes y tareas, se volvió casi una rutina que quedasemos en casa de Harry. Era un lugar cálido, con sillones viejos pero cómodos, pósters de bandas clásicas, guitarras apoyadas contra las paredes, y una sensación de hogar que no tenía que ver con el espacio, sino con las personas. Y sus padres trabajaban todo el día, así que siempre estábamos solos.

Sam siempre llegaba con algo para picar, como si esperáramos a una multitud. Charlie elegía la música de fondo y la cambiaba cada cinco minutos. Emily ensayaba sus letras. Y Nick... Nick estaba cada vez más cerca. Se volvía constante. Un pequeño gesto que se repetía, una mirada que duraba un poco más.

Se sentaba a mi lado sin decir mucho, me pasaba el té, o simplemente me miraba con una sonrisa leve cuando alguien decía algo que solo nosotros dos encontrábamos gracioso. No éramos nada definido, no hablábamos de eso. Pero yo lo sentía. Había algo creciendo entre nosotros.

Una tarde, mientras la banda ensayaba una canción lenta que Harry había compuesto en una servilleta, Nick se sentó a mi lado en el suelo. No dijo nada. Me ofreció uno de sus auriculares.

—Escucha esto —susurró, casi como si temiera romper el momento—. Me hace pensar en ti.

No pregunté por qué. Tampoco bromée. Solo me coloqué el auricular. Mientras la melodía sonaba, lo miré de reojo. Tenía los ojos cerrados, como si cerrarlos bastara para protegerse de sentir demasiado. Y yo... yo me di cuenta de que se había vuelto un refugio.

En esas semanas descubrí que Nick valoraba los silencios cómodos. Que odiaba cuando alguien trataba mal a un instrumento. Que no cocinaba muy bien, pero lo intentaba igual. Y que a veces, cuando hablábamos de cualquier cosa, me miraba como si le costara creer que yo estaba ahí, justo al lado suyo.

Y tal vez... tal vez yo también comenzaba a no poder creerlo.

La tarde caía despacio, tiñendo las paredes con un tono dorado y suave. Afuera, el cielo tenía ese azul lavado que anunciaba el fin del día, y adentro todo era calidez. Las voces se mezclaban entre risas, cuerdas afinadas y pasos ligeros por la cocina.

Nick seguía a mi lado, ahora con una manta sobre las piernas que habíamos compartido sin decir mucho. Harry y Sam estaban ajustando el ritmo de una canción mientras Charlie tomaba algunas fotos del momento y Emily —con una trenza improvisada y el cuaderno entre las manos— intentaba escribir una letra que le hiciera justicia a lo que todos sentían pero nadie sabía cómo poner en palabras.

—Creo que necesito inspiración —suspiró ella, y se dejó caer al suelo frente a nosotros, mirando a Nick y a mí con una sonrisa pícara.

—Podrías escribir sobre esto —dije, señalando el caos armonioso a nuestro alrededor.

—¿Sobre qué? ¿Una banda que ni siquiera ensaya bien y una pareja que aún no sabe que lo es? —bromeó, dejando que sus palabras flotaran con dulzura.

Me sonrojé un poco, pero no respondí. Nick tampoco. Solo nos miramos un segundo, de esos que parecen durar más de lo que deberían. Fue él quien desvió la vista primero, con una sonrisa torcida.

—Me gusta que estén todos juntos —dijo, casi en un murmullo, más para sí mismo que para los demás.

— A mi igual —respondí, bajito, sin apartar la mirada.

Emily nos observó con esa mezcla de complicidad y ternura que solo ella podía manejar. Después se levantó para volver con los demás, pero antes de irse se giró hacia mí.

—No lo pienses tanto, Olivia —susurró—. A veces lo que parece complicado es lo más simple del mundo.

Me quedé en silencio, sintiendo cómo su voz se me quedaba dando vueltas en el pecho. A mi lado, Nick se había recostado sobre el sofá, con los ojos cerrados. Lo miré un momento largo, como si quisiera memorizar la paz de ese instante.