Aquel invierno de Londres

Capítulo 18: Un torbellino.

La brisa tibia de primavera me acariciaba el rostro mientras caminaba hacia la casa de Charlie. El sol todavía colgaba bajo en el cielo, tiñendo todo de un dorado suave, como si el día no quisiera irse del todo. Llevaba una bolsa con algunas cosas para compartir, aunque lo más pesado era ese nudo en el pecho que venía arrastrando desde hacía días.

Charlie abrió la puerta antes de que pudiera tocar el timbre. Sonrió con esa expresión tranquila que siempre lograba calmarme un poco.

—Llegaste justo —dijo—. Sam está en la cocina, revolviendo todo.

—¿Alguna vez no lo hace? —pregunté, entrando y dejando mis cosas en el sillón.

—Jamás —dijo Charlie, con una sonrisa cómplice.

Me sacudí la chaqueta y me senté en el suelo, cruzando las piernas. El living olía a flores recién puestas y a un poco de incienso de vainilla. Sam apareció enseguida con tres tazas de té, completamente fuera de lugar en ese día tibio, pero totalmente fiel a su estilo.

—Ok, estoy lista para los chismes —dijo, dejándose caer a mi lado—. Y esta vez no me vas a esquivar, Liv. Estás… diferente. No sé, como si estuvieras en pausa y en play al mismo tiempo.

Solté una risa baja, pero mis ojos se humedecieron antes de poder evitarlo.

—No es un chisme —dije, bajando la mirada a mi taza—. Es más bien… un torbellino.

Charlie se acomodó frente a mí, dándome todo su espacio. Sam dejó la taza a un costado y me miró con atención. Era increíble cómo podían sostenerme con solo estar ahí.

—Es Nick —solté al fin, casi en un susurro—. No sé en qué momento pasó todo. Pero pasó.

—¿Qué pasó exactamente? —preguntó Sam, esta vez con más suavidad que ironía.

—Un beso. Una canción. Muchas miradas que no puedo dejar de recordar —tragué saliva, buscando las palabras—. Pero también su forma de escucharme, de quedarse a mi lado sin decir nada cuando lo necesito. Me hace sentir vista… de una forma que no sabía que necesitaba.

Charlie asintió con ternura.
—¿Y te asusta?

—Muchísimo —confesé—. Porque siento que esto no es algo que pase todos los días. Pero también… no sé si él siente lo mismo. No me lo dice, y yo tampoco me animo a preguntarlo. Solo sé que cuando está cerca, todo se acomoda un poco. Y cuando se va, algo en mí queda temblando.

Sam se inclinó y tomó mi mano.

—Tal vez lo que estás sintiendo no necesita explicación todavía. A veces las cosas más importantes empiezan con confusión. Pero Liv… si él logra hacerte sentir tan viva, entonces eso ya dice mucho.

Charlie agregó con suavidad:
—Y si te rompe el corazón, aquí vamos a estar para ayudarte a armarlo de nuevo. Pero algo me dice que no es su intención.

Sonreí, con el corazón latiendo fuerte. Afuera, los árboles se mecían con lentitud. La primavera estaba empezando, y con ella, tal vez, algo nuevo en mí también.

Después de ese pequeño desahogo, se hizo un silencio suave. De esos que no incomodan, sino que envuelven. Charlie se levantó y encendió unas lucecitas tenues que colgaban de la ventana, y Sam volvió a la cocina, esta vez en busca de algo dulce.

—No pienso dejar que esta noche sea solo emocional —dijo, abriendo la alacena con una sonrisa—. Hoy también vamos a reírnos, lo decreto.

—¿Y cómo planeas lograr eso? —pregunté, más liviana después de hablar.

—Tenemos películas cursis, helado y este bendito brownie que compré ayer —dijo, levantándolo como si fuera un trofeo—. Y las tengo a ustedes. Es todo lo que necesito.

Charlie trajo unas mantas ligeras y armamos una especie de fuerte en la sala. Terminamos las tres ahí, tiradas entre cojines, con el proyector encendido y una película vieja que ninguna realmente estaba mirando.

—¿Saben qué me pasa? —dije de repente, con la voz apenas audible—. A veces me da miedo que todo esto sea solo un momento. Como si pudiera romperse de un día para otro. Nick, ustedes, este nuevo pedacito de vida…

Sam apoyó su cabeza en mi hombro y murmuró:
—Eso no va a pasar, Liv. Aunque las cosas cambien, aunque pasen los meses… lo importante se queda. Y tú eres parte de eso.

Charlie asintió desde el otro lado.
—Todo lo que estás sintiendo es válido. El amor, el miedo, la duda. Pero no estás sola. Y si Nick es lo que parece ser… entonces, tal vez, también está sintiendo lo mismo.

—¿Lo dices por algo? —pregunté, levantando la mirada.
Charlie sonrió con cierta picardía.

—Digamos que no soy ciega. Ni sorda.

Las tres reímos, como si el aire se hubiera hecho más liviano. Y por un rato, me sentí exactamente donde tenía que estar: en casa, con personas que me conocían, acompañaban y cuidaban. Con el corazón agitado, sí. Pero también lleno de algo nuevo que todavía no me atrevía a nombrar…




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.