Aquel invierno de Londres

Capítulo 25: Una parte suya en mí.

Julio.

Habían pasado dos meses desde que Nick se fue.

A veces todavía me costaba creer lo rápido que había cambiado todo. Que, de un momento a otro, ya no pudiese tenerlo cerca, ni cruzarme con su mirada cuando hablábamos todos juntos en la casa de Harry, ni verlo sonreír en mi habitación cuando bailábamos sin razón canciones viejas.

Pero la distancia, aunque dolía, no se sintió como una ausencia. No del todo.

Nick escribía siempre que podía. A veces eran mensajes largos contándome cómo le había ido en alguna reunión con productores, otras eran audios con su voz ronca y cansada diciéndome que me extrañaba. Incluso cuando el horario no ayudaba, encontrábamos formas de seguir cerca. Me mandaba fotos de lugares que le gustaban, de estudios con instrumentos que lo emocionaban como un niño, o de cafés que decía que le recordaban a mí.

Yo intentaba hacerle sentir lo mismo desde aquí. Le contaba sobre las vacaciones, le mandaba fotos de mis libros desparramados por la cama, o de Sam y Charlie discutiendo por tonterías. Le hablaba de mis días, de las canciones que no podía dejar de escuchar, y le recordaba de vez en cuando cuánto lo admiraba por perseguir su sueño.

Era feliz por él. De verdad. Pero también había días en los que lo extrañaba tanto, que dolía.

Él había dejado una parte suya en mí. Y yo la cuidaba con todo lo que tenía.

.........................

Era tarde, el cielo estaba cubierto de nubes suaves. Había algo en el aire que se sentía distinto, como si el día estuviese esperando algo. Yo también lo sentía. Estaba en mi habitación, con el tocadiscos girando en silencio, y el mismo libro abierto entre mis manos desde hacía más de media hora. No podía concentrarme. Estaba distraída. Inquieta.

Mi celular vibró. Vi su nombre iluminando la pantalla y, de inmediato, algo dentro de mí se calmó.
Era un mensaje de Nick. Pero esta vez no era como los de siempre.

| “¿Puedes hablar? Necesito contarte algo importante.”

Le respondí que sí, y en menos de un minuto entró la videollamada.

Ahí estaba él. Con los ojos brillantes y el cabello un poco alborotado. Su sonrisa estaba apenas contenida, como si quisiera guardarla un poco más.

—¿Qué pasa? —pregunté, con una mezcla de nervios y ternura.

—Conseguí el contrato, Olivia. Es oficial. Me van a producir el primer álbum.

Sentí cómo el pecho se me apretaba y se me expandía a la vez. Lo miré, y no pude evitar sonreír. Estaba feliz. Brillaba. Y en ese brillo, reconocí todo lo que había soñado desde que lo conocí.

—Nick… eso es increíble.

—Sé que va a ser un camino largo —agregó él, bajando un poco la voz—, pero no quería que te enteraras por nadie más. Lo primero que pensé cuando me lo confirmaron… fue en ti.

Mi corazón latió con fuerza.

—Gracias por decirme. Estoy muy orgullosa de ti —le dije, sintiendo que las palabras no alcanzaban.

—No estaría haciendo nada de esto si no fuera por ti —dijo él, casi en un susurro—. Nunca me sentí tan acompañado por alguien. Y eso, incluso con kilómetros de distancia.

Nos quedamos en silencio. Un silencio cómodo, lleno de todo lo que no hacía falta decir.

Ese día entendí que, aunque el mundo de Nick estuviera cambiando, había algo que no cambiaba: la forma en que me miraba, incluso a través de una pantalla.

Seguí mirándolo un rato más. Estaba tan hermoso, tan lleno de esa luz que siempre me hacía sentir en casa… pero al mismo tiempo, había algo que pesaba. Algo que me apretaba el pecho, y no quería ignorarlo más.

—Nick… —dije en voz baja, con cuidado, como si cada palabra pudiera romper algo— ¿Cuándo vas a volver?

Él no respondió de inmediato. Su sonrisa se desdibujó apenas, y vi cómo bajaba la mirada, cómo se pasaba la mano por el cabello, nervioso. Como cuando no sabía qué decir pero no quería lastimarme.

—No lo sé, Olivia —contestó al fin, con un tono suave, honesto—. Puede que en unos meses… puede que más. Todo está pasando tan rápido… y ahora con el contrato, las reuniones, las grabaciones…

Asentí en silencio, aunque sentí un nudo formarse en mi garganta.

—Está bien —mentí—. Solo quería saber.

Nick alzó la vista enseguida, como si supiera que esa respuesta mía tenía más peso del que decía.

—No quiero que esto te duela. No quiero que pienses que me estoy alejando. Te pienso todo el tiempo, Liv. Todo el tiempo.

—Lo sé —susurré, tragando el nudo.

Y lo sabía. Pero había una parte de mí que igual temía. Que dudaba. Porque no es fácil amar a alguien que está cumpliendo sus sueños a miles de kilómetros, mientras tu sigues en el mismo cuarto, con los mismos mapas en la pared, deseando que no se olvide de tus detalles.

—Voy a volver, Olivia. No sé cuándo… pero voy a volver. Y te juro que cuando lo haga, lo primero que voy a querer es verte.

Yo solo asentí otra vez, pero esta vez con una pequeña sonrisa. Porque no importaba cuánto doliera, no podía dejar de quererlo. No después de todo lo que él despertaba en mí.

Y ahí, en ese instante silencioso, entendí que a veces el amor también es esperar.




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