Aquel invierno de Londres

Capítulo 27: Nick.

Vivir en Los Ángeles era como respirar aire distinto. Todo parecía moverse a un ritmo más acelerado, como si el tiempo tuviera prisa. Las luces, las oportunidades, la gente… todo brillaba con una intensidad nueva. Y sí, estaba feliz. Estaba haciendo lo que me gustaba, rodeado de personas creativas, conociendo lugares que antes solo veía en películas. Sentía que estaba creciendo, que algo dentro mío se estaba despertando.

Pero había algo que no cambiaba. La extrañaba. Extrañaba a Olivia.

Al principio hablábamos seguido. Encontrábamos la manera, a pesar del cambio horario. Nos mandábamos mensajes, audios, nos veíamos por videollamada cuando podíamos. Pero poco a poco, la rutina se empezó a meter entre los espacios. Los días se volvían más largos, más pesados, y empezaba a acumular mensajes sin contestar. Y ella, aunque paciente, también parecía empezar a hablar menos.

Y yo, en vez de insistir, me quedaba quieto. No porque no quisiera hablarle. Sino porque me costaba aceptar que estaba lejos. Muy lejos.

Me encontraba pensando en ella en los momentos más inesperados. Cuando pasaba por una librería pequeña, de esas que sé que le encantan. Cuando veía alguna película que mencionó alguna vez. O cuando alguien reía de una forma parecida a la suya y sentía una punzada en el pecho.
La conocía tanto que incluso recordaba cómo fruncía la nariz cuando algo le gustaba, o no. Cómo se sonrojaba si la elogiaban de verdad. Cómo se le marcaba un pequeño oyuelo en su mejilla izquierda. Cómo acariciaba la tapa de un libro antes de empezar a leerlo. Era como si todavía estuviera conmigo, en los gestos más simples del día.

Y entonces conocí a Sophie.

Fue en una clase abierta, algo de música y cine. Conectamos rápido. Tenía esa energía cálida que te hace sentir cómodo. Empezamos siendo amigos al instante. Era divertida, creativa, muy buena persona. Pero no era Olivia. No tenía su voz dulce, ni sus ideas raras sobre el universo, ni esa forma tan particular de mirar el mundo.

Y aún así, me llevaba bien con Sophie. Me ayudaba a pasar los días, a no pensar tanto. Pero cuando llegaba la noche y me quedaba solo, aparecía ella. Olivia. En los recuerdos, en las ganas, en la falta.

Me preguntaba si me seguía esperando. Si todavía me pensaba. Si el espacio que dejé seguía siendo mío… o si ya no lo era.




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