Estos días, el grupo se había estado viendo más seguido. Las reuniones espontáneas en casa de Harry se volvieron costumbre, Charlie llevaba películas para ver en grupo, Emily siempre aparecía con algún bocadillo dulce, y Sam siempre aparecía con algun nuevo plan para hacer. Todo parecía tener ese aire de comodidad, como si las cosas intentaran volver a su lugar.
Pero había una constante difícil de ignorar: Sophie.
Siempre estaba ahí. Su forma de ser era extrovertida, sí, pero no del tipo que hacía sentir bien al resto. Más bien del tipo que parecía necesitar que todos giraran a su alrededor. Hablaba fuerte, opinaba de todo, interrumpía constantemente, y tenía esa forma de reír que no sonaba del todo natural. Era como si todo en ella necesitara destacarse. Y lo lograba… aunque no necesariamente de la mejor manera.
Nick no decía nada.
Y eso era lo que más dolía. No porque esperara que hiciera una escena o que la alejara, sino porque a veces sentía que él no notaba lo incómodo que era todo. Que no veía lo que a mí me hacía sentir. Yo intentaba disimular, mantener la calma, seguir como si nada, pero por dentro… por dentro me dolía más de lo que quería admitir.
Habíamos decidido intentarlo. Volver a conectar. No con grandes promesas, sino con pequeños pasos. Había momentos en los que sentía que todo iba bien. Sus miradas, sus gestos, las charlas que teníamos cuando estábamos solos… todo eso me hacía creer que todavía estábamos ahí, que no se había perdido del todo. Pero luego aparecía Sophie, con su presencia ruidosa, sus bromas pesadas, y ese intento constante por hacerse notar. Y yo me perdía en la duda.
Seguía creyendo en él. Pero había empezado a preguntarme si estaba creyendo sola.
Una noche, mientras todos estábamos sentados en el living, Sophie se rió exageradamente de algo que Nick había dicho—algo que ni siquiera era tan gracioso—y se inclinó hacia él como si necesitara que todos lo notaran. Yo me quedé en silencio, sintiendo cómo el nudo en mi garganta se hacía más fuerte.
Charlie, que estaba a mi lado, me tocó la rodilla suavemente con la suya, en un gesto silencioso de apoyo. Le sonreí de costado. No hacía falta decir nada. Ellos lo veían. Todos lo veían.
Menos él.
Y ahí estaba yo, rodeada de mis personas, de los que siempre habían estado… sintiéndome un poco sola.