La casa de Harry estaba decorada con luces cálidas, guirnaldas en cada rincón y un árbol de Navidad iluminado en una esquina del salón. Afuera, el frío invernal de Londres se sentía en cada ventanal, pero adentro el ambiente era cálido y acogedor.
Después de insistir varias veces, mis padres aceptaron que pasara navidad con mis amigos. Lo necesitaba. Este grupo ya era mi familia, y sentirme acompañada era lo que más quería.
Éramos los seis de siempre, aunque ya no éramos seis realmente. Sophie también estaba ahí, claro, sentada junto a Nick, como en cada reunión últimamente.
No es como si me molestara realmente, pero había algo que me hacía sentir incomoda. Inquieta.
La cena estaba servida. Cocinamos todos juntos, reímos, robamos bocados y manchamos un poco el mantel sin preocuparnos. El sonido de las copas chocando y las risas llenaban el ambiente. Por un rato, todo parecía simple y feliz.
Nick y yo estuvimos toda la noche juntos, conectando cada vez más.
Hasta que, como siempre, todo cambió.
—Nick —dijo Sophie con una sonrisa demasiado amplia, interrumpiendo justo cuando estábamos terminando el postre—. ¿Recuerdas ese bar en Los Ángeles? Ese donde bailamos hasta las cinco de la mañana y después caminamos hasta tu departamento…
El silencio cayó de inmediato. Ese silencio que no necesita explicaciones.
Nick bajó la mirada sin responder. Harry frunció el ceño. Charlie y Sam se miraron preocupados. Emily quedó callada, sin saber qué decir. Yo me quedé congelada, con el tenedor en el aire. Nunca había hablado de eso así. No con tanto detalle. No con esa intención.
Sophie no tuvo que aclarar nada. La forma en que lo dijo, con esa mirada fija en mí, lo decía todo.
Sentí el estómago encogerse.
No dije nada. No todavía. Pero algo dentro de mí se quebró.
La Navidad siguió su curso. Las luces seguían parpadeando. La música sonaba suave. Pero el ambiente había cambiado.
Y yo lo sentí.
Sentí que el corazón se me rompía en mil pedazos, pero por fuera intentaba mantener la calma. La voz de Sophie resonaba en mi cabeza, no solo por lo que dijo, sino por la manera fría y calculadora con la que lo hizo.
Una mezcla de dolor, inseguridad y desconfianza me invadió. ¿Cómo podía sentirme tan frágil después de todo lo que habíamos pasado? ¿Nick… podría ser cierto? Pero en el fondo sabía que no quería creerlo.
Nick se levantó rápido, acercándose a mí con la mirada llena de preocupación.
—Olivia, no es así, por favor… no te dejes llevar por eso. No pasó nada que no te haya contado. Te juro que no fue como ella dijo.
Quise querer creerlo. De verdad. Pero las dudas eran como cuchillos clavados, y cada palabra de Sophie había dejado una marca profunda.
Sentí que todo se me venía abajo, que la confianza que había construido con él se deshacía en segundos.
Me levante colocandome mi abrigo y con la voz temblorosa, apenas pude decir:
—Necesito irme. feliz navidad chicos.
Nick intentó alcanzarme, pero era como si un muro invisible me separara de todo lo que amaba esa noche.
Los chicos se quedaron en silencio, viendo cómo me alejaba. Sam y Charlie me lanzaron miradas de apoyo, pero yo ya no podía más.
Salí de la casa y el frío de Londres me golpeó en la cara, haciendo que las lágrimas fueran inevitables. Caminé hacia casa, con el dolor en el pecho y la incertidumbre en el alma.
Esa noche, con todo el ruido de la ciudad alrededor, sentí lo sola que podía estar a pesar de tenerlos a todos. Y aunque Nick había intentado explicarme, el daño estaba hecho.
Me despedí de ellos, pero no solo me alejaba de la casa, sino de todo lo que sentía seguro.
por primera vez me sentía realmente insegura.