Nunca me había sentido tan vacío.
Me senté en el borde de la cama, con las manos temblando y la garganta cerrada, sin saber qué hacer con todo lo que estaba sintiendo. Escuchar a Emily decirlo… con esa voz suave, sin rencor, sin enojo… fue como si el mundo se partiera en dos. Y yo estaba justo en el medio, sin poder hacer nada para evitarlo.
No estaba preparado para eso. Nadie lo está.
Desde que mamá se fue, vivo con ese miedo constante a perder a alguien más. A que un día, sin aviso, alguien que quiero desaparezca. Y ahora estaba pasando de nuevo. Otra vez. Emily, con su forma tranquila de existir, con esa luz que parecía llevar dentro... se estaba apagando y nadie lo vio venir.
Y lo peor es que ella lo vivió sola. En silencio. Exactamente como mamá.
Pensar que hubo días en los que estábamos todos juntos, riendo, haciendo chistes tontos, y ella guardando todo ese dolor. Me hace odiarme un poco por no haberlo notado, por estar tan metido en mis propias cosas, en mis propios errores.
Y Olivia… no tenerla conmigo me está matando.
No poder abrazarla esa noche. No poder decirle que entiendo su dolor, que estoy igual de roto me hace sentir más solo que nunca. Intento escribirle, decirle algo, cualquier cosa, pero no tengo las palabras. O tengo todas, y ninguna parece suficiente.
La necesito. No solo porque la amo, sino porque con ella siento que puedo respirar. Pero ahora está lejos, y no la culpo. La lastimé sin querer, con cada silencio, con cada decisión mal tomada. Y ahora, que el mundo se desmorona, no puedo acercarme.
Emily no debería estar pasando por esto. No debería estar contando sus días. Y nosotros no deberíamos estar alejados, no ahora. Pero lo estamos. Y todo duele.
Me levanté, caminé hasta la ventana. La lluvia seguía cayendo, como si supiera lo que estaba pasando. Me apoyé contra el vidrio frío y me prometí algo, en silencio.
Voy a estar para Emily. Hasta el final. No me importa cómo, ni cuánto duela. Y voy a luchar por Olivia. Porque no soportaría perder a nadie más.
No otra vez.