Aquel invierno de Londres

Capítulo 47: Aquel invierno de Londres.

Jamás imaginé que iba a llegar este momento. Poder mirarme al espejo y reconocerme, no como alguien que lo superó todo, sino como alguien que aprendió a vivir con todo eso. Con lo bueno, lo malo, lo perdido y lo ganado.

No es que el dolor se haya ido. A veces se presenta en los silencios, en los días largos, en los recuerdos que llegan sin avisar. Pero aprendí a vivir con él, sin dejar que me consuma. Aprendí a abrazar cada parte de mí, incluso las que duelen.

Con el tiempo entendí que sanar no es olvidar, ni dejar de sentir. Sanar es seguir caminando a pesar del peso. Es encontrar belleza en lo simple, es reírse con ganas, incluso cuando el corazón todavía tiene cicatrices.

Emily me enseñó mucho de eso. Su ausencia sigue siendo un hueco difícil de llenar, pero su presencia está en todo lo que me dejó. En su risa, en su ternura, en su forma de hacerte sentir segura con una sola mirada. A veces la siento cerca. En un atardecer suave, en una canción, en una conversación espontánea. Y sé que, de alguna manera, sigue conmigo.

Harry también fue un regalo inesperado. Esa conexión genuina, ese cariño sin condiciones, esa compañía silenciosa pero constante. Gracias a él, y a Emily, entendí lo valioso que es encontrar personas que te ven, incluso cuando tu misma no sabés cómo verte.

Y después está Nick.

Con él, las cosas no fueron fáciles. Hubo distancia, heridas, dudas. Pero también hubo amor. Mucho. De ese que se construye lento, que se elige día a día, que no busca ser perfecto, sino verdadero. Él me ama por quien soy, incluso cuando me cuesta hacerlo a mí. Y yo lo amo con todo lo que soy. Con cada parte reconstruida, con cada espacio nuevo que se fue abriendo con el tiempo.

A veces me sorprendo al mirar todo lo que pasó. Las pérdidas, los encuentros, los cambios. No fue fácil. Pero aquí estoy. De pie, entera a mi manera, con el corazón más abierto que antes.

Hoy sé que no todo tiene que estar bien para estar bien. Que vivir también es perder, equivocarse, sentir miedo. Pero que vale la pena. Que siempre vale la pena.

Y pensar que todo comenzó en aquel invierno de Londres… tan gris, tan incierto. Y aún así, ahí empezó todo.

Ahí empezó mi historia.




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