K A T H Y A
No dejo de pensar en lo que me dijo Lyssander durante el resto del día, y el resto de la semana. Supongo que, por eso, al día siguiente, no más llegar al salón de clase, busco el lugar más alejado posible de él, pero que al mismo tiempo no se encuentre lejos de la primera o segunda fila para evitar una reprimenda del señor Pantaloncillos.
Por eso también a la hora del almuerzo evado la maquina expendedora del otro lado de la escuela, que por cierto es la única que funciona, y me concentro a comer el desayuno que mi madre me manda, cerca del salón de clase para evitar llegar tarde nuevo y quedarme afuera, y tener que sentarme a solas con Lyssander otra vez.
Sí, disfrute de la charla en su momento, no negaré que fue agradable, pero extraño a partes iguales. Nunca hemos tenido una dinámica tan cercana, es decir, no somos el tipo de personas que se sientan a hablar de sus problemas y a buscarles una solución juntos, y aunque tampoco le conté qué es todo lo que me preocupa, el mero hecho de dejarle en claro que no tengo ni una remota idea de qué es lo que quiero hacer, de que extraño a mi mejor amiga, y que haya aceptado –de forma implícita, para aceptado a final de cuentas– pasar con él mi verano es… personal. Para mí lo es, y sobre todo por el tipo de relación que manejamos, que se asemeja más a una dinámica pasivo-agresiva.
Me limito a ignorarlo lo mayor que puedo, como he estado haciendo hasta ahorita. Pero no puedo evitar ser consciente de que él está aquí, compartiendo la misma habitación que yo, mucho menos después de sentir que me ve, por lo menos las primeras horas, y después vuelve a ignorarme.
Sé que soy grosera, incluso puede tomarse mis opciones como evasivas, pero es lo que mejor se me da; huir de las cosas que me incomodan o me suponen un problema. Por lo mismo le doy largas a mi madre cuando me pregunta qué es lo que quiero estudiar, a donde quiero ir, o por lo que termino diciéndole a mi hermana que escoja por mí el sabor de mi helado. No se me da bien gestionar este tipo de situaciones, y no creo que Lyssander se merezca ese trato, sobre todo cuando se portó bien conmigo ayer, evitando tocarme las narices y mostrándose comprensivo…
Pero es que me hace sentir rara tener este tipo de acercamientos con él. Es como si mi planeta hubiera orbitado bien, hasta de que de repente llega un gran asteroide llamado Lyssander, que colisiona conmigo, desestabilizándome por completo, incluso llegando al punto de ocasionar una segunda gran explosión a nivel espacial. No me gusta esos cambios, porque eso solo quiere decir que él está listo para ver que hay bajo mi piel, y yo no estar tan segura de querer mostrarle a la verdad yo, a la que no se esconde detrás de un falsa mascara de superioridad y seguridad, porque en el fondo no soy así, no soy esta Kathya.
Y no me gusta nada mostrarme tal como soy.
☀️ ☀️ ☀️
Estoy plenamente consciente de que son vacaciones, y de que era más que lógico que todo el mundo tenga planes, pero a pesar de ello, no puedo evitar sorprenderme cuando, después del desayuno, mis padres se terminan despidiendo de nosotras, anunciándonos que llegaran por la tarde, ya que irán a la ciudad a comprar algunas cosas para el local, ya que a mi madre se le ha ocurrido que sería buena idea abrir una tienda dedicada a la venta de cosméticos coreanos ahora que ha decidido no volver a firmar contrato para la empresa para la que trabajó poco más de veinte años.
Y una hora después, cuando estoy tumbada sobre el sillón scrolleando en Netflix en busca de algo que ver, mi hermana baja las escaleras, vistiendo un short y una camiseta holgada con el hombro descubierto, y puedo notar que debajo lleva traje de baño.
—Iré al lago. Henry pasará por mí. ¿Estarás bien sola?
Quiero decirle que yo también tenía planeado ir a lago este verano, que, si puedo ir con ella, pero sé que no puedo arruinar la oportunidad de mi hermana de liarse con su amigo Henry, así que mi limito a decirle que no se preocupe, que estaré bien y que yo soy lo suficientemente grande como para cuidar de mí misma.
Pero casi una hora después, cuando todavía no encuentro nada que ver en la televisión, con una bolsa de patatas a un lado, y el aburrimiento y fastidio creciendo dentro de mí, decido que yo también debería salir, ¿por qué no? Es verano, hace un día radiante ahí afuera, y tengo que disfrutar. Tengo derecho a hacerlo. Por eso no me sorprendo cuando tomo mi teléfono, abro el chat y tecleo:
¡Hey! Estoy aburriéndome como una ostra en casa.
¿Tienes libre hoy?
Aunque eso sí, termino arrojando el teléfono al otro lado del sillón, entre nerviosa y ansiosa, pero no en un plan malo, tipo al borde de un colapso mental, sino de la forma buena, si es que la hay, ya sabes, de esa clase de emoción y ansia que te da cuando quieres algo.
He manado muchos mensajes de texto en mi vida, y a muchos otros chicos, incluso he llegado a coquetear con ellos mediante mensajes, pero nunca había sentido esta clase de emoción, el pecho nunca se me había agitado ligeramente, y las manos me habían sudado por la expectación. Y pese a que pueden ser síntomas de que algo va mal, me siento tranquila, porque sé que su respuesta será positiva, porque él ya me había dicho antes que siempre estaría para mí.
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Editado: 29.08.2025