K A T H Y A
Si lo hizo a propósito o no, no es importante ahora, sino el hecho de que las cosas se han tornado algo incomodas. Bastante, para ser honestos. Y aunque quiero hacerle pagar a Lyssander, no es el momento de hacerlo, tengo que salvar la situación antes de que el barco se vaya pique.
Aclaro un poco mi garganta, intento borrar cualquier rastro de pasmo, y espero que esta vez la voz ya no me esté fallando.
—¿Quieres jugar algo más? —A pesar de mis esfuerzos, todavía me siento algo cohibida—. Lo que quieras, para seguir demostrándote de que las chicas podemos jugar tan bien como ustedes.
Sé que Lyssander no piensa de esa manera, pero me gusta un poco picarlo de esa forma, y tiene resultado, porque me ve a los ojos y una sonrisa torcida aparece en sus labios, junto con aquel molesto hoyuelo, un gesto que denota cuan confiado y creído puede ser a veces, y eso hace que me sienta bien, porque eso quiere decir que todo está bien entre nosotros, o que pude estarlo, porque no importa que suceda, las cosas nunca pueden estar así de tensas entre nosotros.
—Me encantaría patearte el trasero, Miller.
Ahora soy yo quien sonríe, aliviada de que hayamos regresado a nuestra sintonía de siempre. Me cruzo de brazos y ladeo un poco la cabeza, achicando los ojos en gesto amenazante.
—El único trasero que resultará pateado será el tuyo, Lee. No cantes victoria, ya veras como te gano de nuevo.
Él solo se limita a reír.
—¿Estás segura de que nunca habías jugado antes? —Pregunta Lyssander, asombrado.
—Emm, sí, muy segura—no puedo evitar que un ligero rubor cubra mis mejillas.
Era un secreto que a mí sí que me gustan los videojuegos, en especial los que se pueden jugar en maquinas de arcade. Claro, un secreto que solo conoce Melody y mi familia, quienes a veces tienen que soportar mis gritos en medio de la noche los fines de semana, cuando suelo jugar mi partida en línea de DarkWorld, en donde soy comandante, por cierto.
Nunca se lo he mencionado a Lyssander porque no quiero que me considere como otro colega de videojuegos, porque es un pasatiempo que me ayuda a relajarme, que es solo mío, y que me hace sentir cómoda y a gusto. Siento que, si lo comparto con él, de alguna u otra forma se contaminará, porque eso le abrirá la puerta que necesita para conocerme, para saber quién es en verdad Kathya Miller y sus pequeñas manías, y no la imagen genérica que uso para todo el mundo, aquella que se acopla a todos, pero no desea entablar amistad más allá de lo estrictamente necesario.
Pero a pesar de que me la estoy pasando tan a gusto hoy, compartiendo un momento entre los dos, haciendo algo que ambos tenemos en común, no es suficiente como para confesarle la verdad.
—Bueno, tú tampoco lo haces tan mal—señalo su partida de Comando con un movimiento de cabeza. Pinto una mueca—. Olvídalo—en la pantalla apareció la leyenda GAME OVER.
Lyssander soltó un insulto por lo bajo, y abrió la boca, dispuesto a debatir, pero una voz más aguda se adelantó.
—¿Vas a jugar o seguirás viéndola como un idiota?
Ambos volteamos a verlo. Era un enclenque niño de casi once años, que tenía los brazos cruzados y el rostro surcado por una mueca de fastidio y asco. Vestía pantalones cortos con estampado militar, una camiseta negra con un estampado que no sabía a qué carajos pertenencia, y unas Converse negra, la combinación perfecta de niño problemático. Iba acompañado de otros dos amigos, que a diferencia suya vestían colores un poco más llamativos, pero que también tenía cara de aburridos.
Ay no. Si algo que detesto son los niños Sid, aquellos que son la copia idéntica del personaje de Toy Story porque son los que más problemas suelen dar cuando trabajo de niñera a tiempo parcial. En mi poca experiencia he tenido la desgracia de toparme con ellos más de una vez, no sé que tienen las familias por criar a una niña dulce como el algodón de azúcar y al mismo tiempo tener al hijo de Satanás.
A ese pequeño demonio ya lo conocía, se llama Dereck Harrison, y aunque he tenido la fortuna de nunca cuidarlo, sé que hace de las suyas.
—¿Disculpa? —Pregunto mientras me cruzo de brazos y lo miro ligeramente ofendida.
Dereck dejó de ver a Lyssander y centró sus ojos azules en mí, con más asco que hace un rato. ¡Por favor! Lo que nos faltaba, que estuviera en su etapa de evasión a las niñas. No solo tendré que lidiar con la versión real de Sid, sino también con un chico que no quiere envolverse en el mundo femenino.
—Le dije que si seguirá siendo un idiota o se quitará—imitó la postura de mis brazos, ahora más irritado que hace un rato.
¡Agh, no puedo creerlo!
—Amigo, estamos ocupando el juego. Por ahí muchos más que son acorde a tu edad. —Me agaché un poco para estar a su altura, aunque estoy segura de que en invierno me rebasará.
Le dedico una pequeña sonrisa falsa, y con mi mano le indico la maquina de Frogger, donde hace un rato Lyssander y yo andábamos jugando. A mi lado, soy consciente de como mi compañero me ve con cierto grado de asombro, y probablemente burla, porque yo tampoco puedo creer que estoy a punto de pelearme con un niño que es, a lo mucho, ocho años menor que yo, pero es que alguien debe enseñarle de respeto, y si yo tengo que asumir el pesado papel y abrir su cerebro para que reciba la primera lección, pues que así sea.
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Editado: 29.08.2025