K A T H Y A
Maldita sea.
Lo hice, le había dado un beso, un pequeñísimo beso a Lyssander, y mi corazón se había puesto como loco en mi pecho. Tanto que temí que él mismo lo hubiera escuchado. Y ¿después qué pasó? Que salí corriendo como una maldita loca.
Volví a despedirme de él de forma torpe, y salí disparada, chocando con algunos transeúntes que me miraban molestos o asustados, y evité ver sobre mi hombro, porque no soportaría ver su mirada, no importa que esto se trate de un maldito juego para él, se que aquello lo ha desconcertado tanto como a mí, porque nosotros nunca nos hemos tomado esas molestias.
Sé que un beso en la mejilla es el saludo más trivial del mundo, no significa nada, en especial en los amigos, es un gesto de cortesía que casi siempre todos los hombres tienen para con las mujeres, pero es que entre Lyssander y yo se ha instalado una norma no explicita de nada de contacto personal; nos limitamos a saludarnos con un movimiento de mano o con las típicas frases: ¡Qué tal!, ¡Hola!, ¡Adiós! O Bye. Ni siquiera nos chocamos los cincos.
Pero lo que no comprendo es como un beso así de insignificante puede poner mi mundo de cabeza.
Sentí como el pulso se me disparaba conforme me acercaba a él, decidida a hacerlo, cuando olí su colonia con aquel ligero toque cítrico, cuando mis labios rozaron la piel de su mejilla, y sobre todo cuando sentí que él se quedaba rígido, incapaz de moverse.
¿Había hecho mal?, ¿lo había tomado por sorpresa como a mí?, ¿nunca creyó que lo fuera a hacer?, ¿le provoco asco?
No lo sé, y creo que jamás lo sabré, pero, una vez más, el maldito de Lyssander Lee había ganado la ronda, y yo no estaba del todo segura de querer seguir en el juego.
—¡Entonces la botella pasó rozándome la oreja! ¡Oh, Dios! Fue demasiado alucinante, peligro, pero alucinante. Ahora no sé si mi cuerpo me tiembla por la adrenalina de recordar la protesta, o porque estuve a nada de que me desnucaran con una botella de agua.
Pinto una mueca con mis labios, preocupada. ¿Cómo pudieron permitir que Melody, siendo joven e inexperta, sobre todo esto último, saliera a cubrir una nota sobre una protesta por los derechos animales? Es decir, arriba los derechos de todos los seres vivos, pero esa chica es demasiado blanda para salir al mundo real que es cruel y grotesco. Siempre creí que la chica se encargaría de hacer notas trendy, como Si te gustó 10 cosas que odio de ti, este libro es para ti, o que se quedaría en la sección deportiva, como en la escuela.
—No le digas nada de esto a mi madre, ¿quieres? Solo se preocuparía…
—¡Y debería! Melody casi mueres por una botella de agua.
Ahora es ella quien pinta una mueca y pone los ojos en blanco.
—No me ha pasado nada. Y esta es la última vez que salgo al campo. Marissa se molestó con Duncan cuando se enteró a donde me había llevado. Ahora haré el resto de trabajo de oficina—bufa molesta.
Estamos en nuestra videollamada diaria, o bueno, tan diaria como se puede adaptar a la agenda de Melody, ya que casi todo el tiempo está ocupada redactando artículos, leyéndolos o corrigiéndolos. Es raro, pasé de tener a mi mejor amiga a mi lado a tener que conformarme con mensaje de textos y videollamadas nocturnas.
—Y ¿tú?, ¿cómo andas? —Pregunta mientras se mete una cosa deforme y de un extraño color beige a la boca. en automático hace una mueca de asco—. ¡Puag!, esto es asqueroso e incomible.
Arrugo un poco el gesto a ver como una servilleta y escupe el pedazo de comida dentro.
—¿Qué era eso? —Señalo la comida que ahora ha desaparecido de la pantalla.
Mel desaparece por un momento, escucho como tira algo a la basura y regresa, sacudiéndose las manos.
—Esto—alza el contenedor de comida— se supone que son dumplings de ternera, pero ¡Dios! Saben horrible.
Mentalmente pinto una mueca, pero en realidad me rio un poco por la próxima experiencia de mi amiga con la comida oriental. Es un poco difícil llevarla a cabo, en especial sino tienes los ingredientes adecuados, o si no sigues la receta al pie de la letra y decides innovar.
—Cuando regreses le diré a mamá que te haga Jjin-mandu de ternera y kimchi—la chica hace un gesto de agradecimiento demasiado exagero y junta sus manos, casi como si fuera a ponerse a rezar, y yo no puedo evitar reírme más.
Soy la primera generación nacida en Estado Unidos, mis abuelos migraron de Corea cuando mis tíos eran pequeños, mi madre a lo mucho tendría cuatro años, la familia estaba creciendo y las condiciones ya no eran optimas en el pequeño pueblo pesquero donde vivían, querían darles a sus hijos una mejor calidad en todo, salud, comida, techo, educación. Supongo que en parte por eso siento demasiada presión por no encontrar una vocación, mi madre espera sentirse orgullosa de mí porque ha hecho mucho por mí, al igual que mis abuelos, no puedo tirar el esfuerzo de mi familia a la basura solo por qué no sé que demonios estudiar.
—Kath, ¿qué sucede? —Insiste Melody, esta vez un poco más seria que hace un rato.
Evito mirarla u juguete con el dobladillo de mi ropa. Ambas hemos hablado sobre la universidad, lo mucho que nos emociona entrar y cuales son nuestras opciones, bueno, en realidad Mel se dedica a hablar de ello y yo solo asiento con la cabeza y le doy la razón, porque no quiero que se preocupe por mí, que me mire con lastima y que me diga que no debo preocuparme por eso, que ya habrá tiempo para pensarlo, porque no es cierto, el tiempo está empezando su cuenta regresiva, el próximo semestre debemos tener ya una idea de lo querremos hacer, ver cuántos créditos tenemos y prepararnos para el S.A.T., y yo ni siquiera tengo un top 10 de escuelas a las que quiero aplicar.
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Editado: 19.09.2025