K A T H Y A
Ha pasado una semana desde que fuimos a Game Planet, y yo pensaba mantener las distancias de nuevo. Seguiríamos viéndonos en la escuela, porque es era inevitable teniendo en cuenta que el número de estudiantes que asistían a clases era considerablemente bajo, pero sí que podía mantenerme alejada de él. Pero para mi sorpresa, había encontrado en Lyssander un compañero ideal para obtener respuestas a las preguntas más absurdas que se me ocurrieran, como, por ejemplo: Si un día despertaras siendo un pavo, ¿qué harías? Con Melody no podía a ver ese tipo de cuestiones porque preguntaba ¿por qué un pavo y no una gallina? O ¿qué es lo que hacen los pavos? Siempre se iba por las cuestiones más lógica en lugar de divertirse debrayando conmigo.
—No cariño, dudo mucho que la invisibilidad sea mejor que la telequinesis.
Hoy nos encontrábamos sentados bajo la sombra de un gran Palo de aire, algo que agradecíamos ya que en los últimos días se instauró una ola de calor en nuestro distrito, y todos empezábamos a sentir los estragos. Las clases habían terminado hacia un buen rato, pero la charla que había mantenido con Lyssander hizo que me quedara más tiempo del necesario.
—¿De qué estás hablando? —exclamó con un tono de fingida indignación, a pesar de que en sus ojos se dibuja una risa genuina—. Con unos buenos poderes de invisibilidad puedes esconderte de la gente, actuar a simple vista, pero sin que nadie te pille, puedes gastarles bromas, escuchar conversaciones ajenas… ¡Oh, vamos! No me digas que no querrías hacerlo.
Arrugué el ceño, fingiendo que aquello era de mal gusto, pero las personas que me conocían saben cuánto me encantan los chismes. Si bien no soy una persona que los desperdiga por el resto de la escuela como otros estudiantes, si que disfruto de los momentos de cotilleo junto a mi taquilla después de gimnasia. La única persona en la que confío para contarle esta clase de intimidades es Melody, solo porque su vena de reportera se activa cada vez que hablamos de ellos durante el almuerzo.
—Eso es de mal gusto. Además, no sé porque me da la impresión de que serías más bien del tipo pervertido—le dediqué una mirada de reproche.
El chico dejó escapar una ligera carcajada, lo que me dio la razón. Puse los ojos en blanco y fingí molestia, pero la verdad es que no creía que Lyssander fuera de esa clase de personas. Sí, podía ser un payaso, y a veces esa actitud me molestaba, un poco irresponsable, quizá, pero no era para nada un idiota acosador, sabía respetar los límites de los demás jamás se extralimitaba, a menos que la otra persona le diera permiso. A parte de eso, era buena persona, sabía cuidar de los tuyos. Lo vi cuando cuidó de su amigo después de que se peleara con el estúpido de Kevin Bauman en la fiesta de inicio de la temporada de Carrie Adams.
—Bueno, y ¿para qué querrías la telequinesis? ¿Qué es lo que te puede ofrecer?
Ahora fui yo quien se rio. Fue un gesto que significaba más que nada: Debes estar bromeando, amigo. Pero la verdad es que nunca me había detenido a pensar qué era lo que podía ofrecerme la telequinesis. Es decir, vi Stranger Things y pensé que era genial lo que podía hacer Once, sin todo el rollo de un padre medio loco y ser producto de un experimento ultrasecreto del gobierno, pero todo se veía alucinante. Es decir, mover cosas con tu mente, ¡qué pasada!
—También puedes gastarles bromas a las personas—respondí con toda la obviedad posible del mundo—. Y tomar cualquier cosa de una tienda sin que nadie te pille, porque no necesaria mente debes estar dentro del loca, solo basta con que tengas el objetivo en la mira…
Un pequeño bufido a mi lado me hizo detenerme. Me giré y lo miré, dándome cuenta de que no había suido un bufido, sino una risa estrangulada que había muerto entre sus labios cuando los cerró con fuerza, evitando partirse de risa. Lo fulminé con la mirada.
—¿Qué?
—Bueno, es que es algo gañín que creas que poder robar un chocolate con el uso de la telequinesis es mejor que espiar conversaciones privadas.
Ah, bueno, en eso tenía razón. Enrojecí ligeramente al saber que le había contado a Lyssander una de mis fantasías secretas: robar, aunque fuera, una barra de chocolate de una tienda. Vamos, no me vean mal, hay personas que tiene sueños peores que los míos, además estoy segura de que en caso de que lo hiciera, me sentiría tan mal que regresaría y lo pagaría.
—Sí, bueno, estoy bastante segura de que tú harías más que espiar conversaciones.
Crucé mis brazos en señal de indignación y retiré mi rostro, él dejo salir un pequeño bufido, como si estuviera molesto, pero era claro que no lo estaba, solo quería picarme.
—¿Tan mal concepto tienes de mí, Kathya? —Preguntó en un tono que parecía ser muy sincero como para fingir que esto le estaba fastidiando.
Giré a verlo, destensando mi cuerpo y retirando los brazos de mi pecho. Me estaba viendo con el rostro neutro, sin una mueca de nada, ni siquiera de diversión o molestia, y eso hizo que una ligera sensación de incomodidad me recorriera de pies a cabeza. ¿Por qué le importa lo que yo piense de él? Creí que estábamos divirtiéndonos.
Pero antes de que yo pudiera responder, el teléfono sonó. Era una llamada. Miré al chico un segundo más, antes de tomar mi celular y ver que se trataba de mi madre. El corazón me dio un ligero vuelco, ella nunca me llamaba a menos de que fuera realmente importante.
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Editado: 19.09.2025