Aquel verano nuestro

C A P Í T U L O D I E Z

K A T H Y A

Pero me lo dirías, ¿no?

Me giré por cuarta vez en la cama, las sabanas se enredaron entre mis piernas.

Cuando te sentías mal. Me lo dirías ¿no?

Apreté los ojos con fuerza, mientras me encogía como un acaro al recordar el roce que había tenido sus dedos contra mi mejilla, y aquella forma tan intensa e íntima de verme, como si en verdad estuviera dispuesto a todo, de arriesgarse conmigo.

Él siente algo por ti, Kathya.

Las palabras flotaban en mí como un enjambre de abejas furiosas, impidiéndome dormir. El sueño me había abandonado desde que puse mi cabeza sobre la almohada, y aunque probado todos los métodos, este no se había dignado en aparecer. Incluso, empecé a contar ovejas, pero cuando llegué a la segunda, dejé verlas a ellas y los recuerdos empezaron a invadirme, como si no tuvieran mejor momento para joderme como ahora.

Le gustas a Lyssander.

Abrí los ojos de golpe cuando esa idea golpeó con fuerza en mi cerebro, haciendo un eco lo suficientemente alto como para haber estado fuera de mi mente. La silueta oscura y algo borrosa de mi ropero me dio la bienvenida, junto con el calor sofocante de la noche y el de mi cuerpo haciendo maquinaciones a lo loco.

Me enderecé, quedando sentada, con el cuerpo ladeado ligeramente hacia la izquierda y sintiendo como la camiseta de mi pijama se me pegaba al cuerpo a cusa del sudor pegajoso. Que asco, necesitaba un baño, pero era de madrugada como darme un cubetazo de agua fría que me refrescara no solo el cuerpo, sino la mente.

El calor me estaba haciendo delirar, haciéndome ver cosas donde no las había. Sí, Lyssander se había comportado extrañamente comprensivo y dulce conmigo mientras le contaba la verdad sobre mi tía, un secreto que había jurado llevarme a la tumba, algo que ni siquiera Melody sabía porque consideraba algo muy insensible y cruel como para compartir con el resto del mundo, pero que por alguna razón creí que era bueno contárselo a él. Porque nunca me había sentido tan segura y comprendida como en ese momento, bajo el árbol, en la escuela, a su lado…

Le gustas a Lyssander, Kathya. Le. Gustas. La voz de mi conciencia había decidido que era buen momento para tomar el tono serio y monótono que tenía mi hermana para soltar hechos irrefutables. Pero esto no era un hecho irrefutable, porque no había pruebas más allá de la percepción alterada de Katherine, quien estaba dañada por ver demasiadas novelas y comedias románticas, y por un momento me había dejado arrastrar por ella.

Lyssander no había sido más que amable. Éramos amigos, se lo había dicho en la tienda, y él sabía que era así. Los amigos están ahí para ti siempre que los necesitas, se preocupan cuando algo malo te sucede y te aconsejan cuando es necesario, incluso retiran las larg8imas de tu rostro y te acompañan en tu dolor.

Él no era más que un amigo. Un buen amigo. Y yo era una tonta para dejarme guiar por su amabilidad.

Me dejé caer en el colchón, hundiendo mi cabeza en las almohadas. Me tapeé el rostro con las manos y ahogué un pequeño grito de frustración.

Si estaba tan segura de ello, ¿por qué una parte de mi dudaba?, ¿por qué quería que Lyssander en verdad me viera de esa forma? ¿Por qué?

¿Por qué?

Pasé una noche terrible, y no debía sorprenderme del aspecto cansado de mi rostro, pues no había logrado dormirme hasta bien entrada la una de la madrugada, después de ponerme un episodio de Barney y sus amigos, para ver si su voz me arrullaba.

Para mi desgracia tuve que levantarme temprano, porque todavía asistía a las patéticas clases de verano, a las cuales yo había decidido de buena gana adentrarme, porque estaba decidida a mejor mis notas de química, y a recibir un poco de orientación vocacional.

Hasta el momento seguía en blanco, pero por lo menos había despejado un poco mi mapa de opciones. En definitiva, las ciencias no eran para mí, así que todas aquellas carreras que requirieran saberme la diferencia entre magnesio y el manganeso, ¡adiós!

Anoche Lyssander no había sido el único que me había robado el sueño, sino también mi futuro, quien había sido una fuente constante de tormento desde los últimos meses. Mientras oía a todos mis compañeros hacer su lista de opciones, yo me la pasaba escogiendo qué estudiar. No sabía que era lo que quería hacer exactamente, no tenía una carrera en mente, nada que me robara el aliento, como Melody, quien sin duda estudiaría periodismo, o Camille quien había elegido derecho. Yo no sabía en qué era buena, además, claro, de ser excelente bailarina, parlanchina y demasiado obstinada. ¿Qué carrera hay en el mundo que combine las tres cosas?

Escoger una carrera era difícil, más aún cuando todavía tienes diecisiete años y dejas caer todo el peso de tu futuro en aquella decisión.

Katherine fue la encargada de acercarme a la escuela, ya que le quedaba de paso la Casa Manos verdes, un refugio que se encargaba de cuidar de la vida animal del pueblo, y quien continuamente tenía diversas campañas sobre la concientización del cuidado animal. Como buena política que sería algún día, mi hermana estaba apoyando aquellos pequeños proyectos.

Le bajé un poco el volumen a la voz de Bruno Mars, y como respuesta me gané un pequeño gruñido de la chica.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.