Mary comienza su día casi igual que todos los demás, solo con una diferencia: ahora tiene su corazón agitado un poco. No logra entender qué ha sido lo que pasó anoche, quién era aquel hombre, y por qué le ha visto de nuevo esta mañana.
Pero su rutina debe continuar. Se prepara para ir al trabajo, como puede se da un baño, toma su uniforme y corre a la estación del tren con una malteada que tomó del refrigerador en la mano, mientras termina con los detalles de su apariencia.
—El tren se está tardando demasiado, ya son diez minutos y no pasa —dice Mary, preocupada, pues llegará tarde a su trabajo.
Transcurre una hora y Mary va llegando a su trabajo, treinta minutos tarde. Su jefe, molesto, le grita:
—¡Treinta minutos tarde! Mira la fila de clientes esperando que la señorita se digne a aparecer. Pero claro, como ella cree que esta empresa es suya... adelante, jefa, tómese su tiempo.
—Lo siento mucho, jefe. No ha sido mi día, le aseguro que no vuelve a pasar —responde Mary con voz suave y nerviosa, mientras toma su lugar en la taquilla y comienza a atender a los clientes, que tampoco estaban muy felices esperando. Y para colmo, es la única cajera, ya que su compañera está de vacaciones. Se le ha hecho pesado el trabajo, se le nota en el semblante.
Atiende unos cuantos clientes, se levanta por un café a la mesa que tiene justo detrás, mientras el cliente que sigue en la fila espera silencioso.
Ella vuelve a su lugar.
—Buenos días, caballero, ¿en qué puedo ayudarle? —pregunta Mary a su próximo cliente, mientras hay unos segundos de silencio.
El hombre no responde tan pronto como se esperaba.
—Señor, ¿en qué puedo ayudarle? ¡Por favor, no tengo todo el día!
—Le noto muy cansada —le dice el hombre con tono serio.
Mary le mira con un poco de asombro, pero en su afán por atenderle le dice de nuevo:
—¿En qué puedo ayudarle, señor? Por favor, necesito agilizar.
A lo que el hombre le entrega unos documentos para sellar. Ella los procesa y se los devuelve.
—Muchas gracias, señorita. Es mejor no tomar desvíos —le dice el hombre mientras se da la vuelta y se dirige a la puerta.
Mary, al escuchar esa última frase, se estremece y le mira detalladamente: llevaba en su mano un sombrero y vestía un gabán. Quedó pasmada por unos segundos, se levanta rápidamente de su silla y corre tras él, pero al salir a la puerta solo ve personas que van y vienen, pero aquel hombre ha desaparecido.
—Señorita, bien pueda, tómese el día libre —le dice su jefe en tono de sarcasmo, de pie atrás de ella, mientras ella buscaba con su mirada entre las personas en la calle, causándole un salto de susto en ese instante.
Ella, anonadada, camina de nuevo a su silla mientras su jefe y las personas en la fila discutían por su actitud. Toma su lugar nuevamente y atiende al siguiente cliente.
Esta situación le ha consternado bastante; su mente no deja de dar vueltas en lo sucedido. Aun así, termina su jornada y decide ir a un parque cerca de su casa.
En el parque, siendo ya de noche, comienza a llover. Mary decide caminar un rato, toma su paraguas y se va. En su caminar, bajo las gotas de lluvia, y mientras el frío y la niebla aumentan, Mary se ha dirigido sin pensarlo al mismo callejón en el que había comenzado todo.
¡Pero no es posible! —¿Déjà vu? —dice Mary al reaccionar y verse en aquel callejón. Había estado tan distraída en sus pensamientos que no se había percatado de algo que le helaría los huesos aún más de lo que la noche fría lo hacía.
—Ya viví este día ayer —susurra para sí misma.
Mary comienza a recordar y se da cuenta de que cada detalle de su día era exactamente igual al anterior. Y lo peor: se encontraba ahora en el mismo callejón en el que se había cruzado con aquel misterioso hombre. Pero ahora, la idea de estar atrapada en esta repetición era mucho más aterradora que haberlo vivido la primera vez.
—Estoy agotada... Tal vez mi mente me está engañando. ¡Esto no es real! —dice Mary, mientras su corazón late cada vez más fuerte y sus pensamientos la sacuden con fuerza.
—¿Estoy perdiendo la razón? No. No puede ser. Solo necesito descansar... sí, eso es.
Mary respira profundo intentando calmarse, mientras da unos pasos por el callejón creyendo que es solo una ilusión. Pero lo que está a punto de suceder hará que cambie su opinión drásticamente.
**9:00 p. m.**
De pronto, Mary, al levantar la mirada, vio a lo lejos una silueta que parecía la de un hombre. Mary se sorprendió.
—No... no otra vez —dijo Mary en voz baja.
Pero no dejó de caminar. Siguió avanzando, y mientras lo hacía, se dio cuenta de que aquel hombre se acercaba lentamente, tal como sucedió la noche anterior.
Sintió mucho miedo, pero eso no la detuvo. Quería saber qué estaba sucediendo. Tras unos pasos más, se encontró cara a cara con ese extraño que ahora bloqueaba su camino. Al mirar su rostro, comprendió que era un hombre, y poco a poco se iba convenciendo más de que era la misma escena que había vivido antes: su rostro, su vestimenta, un abrigo negro y un sombrero que cubría parte de su rostro. Parecía ser el mismo hombre que estuvo en la oficina hoy. Aquel hombre la observaba fijamente. Mary quiso preguntar, hablar, pero algo se lo impedía. Sin dudar, intentó seguir su camino, pero aquel hombre no se lo permitió.
—¿Qué quieres de mí?
Pero él no respondió.
—¿Qué estás buscando? —insistió.
El hombre siguió en silencio.
Mary, asustada, no dijo nada más. Mientras en su mente sabía que ya había estado allí, ya había vivido todo esto, lo que le causaba mucho más pánico. Pero su valentía pudo más que el miedo: necesitaba respuestas.
Tras unos segundos de silencio, finalmente el hombre habló y le dijo:
—Es una noche muy fría y oscura para caminar por esta calle.
Y ella le dice:
—No has respondido a mi pregunta: ¿Qué puedo hacer por ti?
Editado: 02.08.2025