El amor es un arma de doble filo cada uno decide qué camino será el que tomarán, cuál versión de este prefiere escoger y solo nosotros sabemos si vamos a aceptar o rechazar.
Amar es como una puerta cerrada, que nos da miedo al no saber qué nos encontraremos del otro lado; sabemos que duele, que apasiona, tenemos el conocimiento de todo el daño que puede causar, pero también somos conscientes de lo tan maravilloso que puede llegar a resultar.
Tenemos en cuenta que incluso puede llegar a enfermarnos por no saber amar o porque no nos amen de manera correcta. Buscamos salvación en donde cada paso que avanzamos nos agrega en un vaso cada gota de miedo que vamos generando en el transcurso de enamorarnos y sin sentir algún cariño de aquellas amargas y posibles malas experiencias; del cómo el amor nos trató o trata, el cómo nos aferramos a pesar de que nos llegue a lastimar.
La sensación de amar no debería de doler. No debería de hacernos sufrir, nos tendría que arropar con una sábana delgada para conservar aquella cálida sensación de permanecía y no querer evadir el sentimiento.
¿Cuándo será el momento que de verdad dejaremos que nos amen y cuándo será el momento perfecto para poder amar?
Realmente nunca lo sabremos, sabemos que podemos ser amados, las distintas formas de amar, las complejidades que estas nos pueden llegar a causar.
Lo más difícil que nos podría suceder, es coincidir con un amor que sea mutuo, asegurarnos que realmente esto sea correspondido y sincero para no caer en algo lleno de mentiras.
Amor, un término tan complejo y banal, pero tan extraño como fabuloso en una misma sonata de tiempo. Saber que te amo, que te amé o te amaré.
Creer que tengo ese sentimiento por ti e imaginar que tú igual por mí, sin embargo, eso forma parte de engañarme para encubrir que ese sentimiento no existe en medio.
Un sentimiento tan agridulce, una complejidad tan simple, ser uno entre nosotros y ser nada con otros.
Amarte de una forma tan fugaz para generar un cariño que me libere grandes cantidades de serotonina. Buscarte en aquellos presentes.
Porque el amarte es siempre un depende. Un intermedio entre los dos y nuestra interpretación individual; porque así fue como te amé, un amor distante, complicado y tan fuerte como para llegar a ponerte por encima de mí.
Un amor que surgió en aquella noche de enero y finalizó una tarde de junio. Un amor fugaz, pero también doloroso, uno como el que vivimos nosotros, pero sin que sea irrepetible. Un amor complejo como un lienzo en blanco sin poder plasmar tu esencia. Ese mismo amor del que te jure tanto tiempo no desvanecer.