Pasaba tus besos a mi interior,
dejando tu mano pasar por mi vida dándote
permiso que juegues conmigo
y aun así decidiendo quererte.
Buscando una forma de justificar,
una forma de relacionar tu opción con la mía.
Queriendo no tomar aquella única opción que me dejabas,
que me obligaste casi que tomar, teniendo miedo a fracasar,
teniendo miedo a seguir queriéndote porque mi decisión fue amar.
Teniendo la agonía de pensarte y aun así desearte
el bien después de esa tarde en abril.
Creyendo que tal vez estoy bien, fingiendo que lo estoy,
pero es mi forma de sobrellevar lo que pasó,
pues si de repente me ves alegre realmente no lo estoy
porque internamente me duele lo que pasó.
Amarte en una tarde de septiembre, reflejar mi sentir por meses,
añorarte por días y personificarte por estaciones.
Disfrazar el olor de tu perfume con el aroma de lluvia.
Aquel distintivo olor de tierra mojada ese aroma que me encanta.
Porque en aquella tarde de abril tú me dejaste ir,
pero yo no me quería soltar. En aquella tarde de septiembre
donde tú me intentaste obtener y yo no te quería amar.