Aquello en la oscuridad

Aquello en la oscuridad

Suburbios de Ciudad Esmeralda.
Viernes 5 de diciembre 10:00 pm.
 

En el bajo mundo corrían los rumores acerca de una extraña criatura que ocultándose en la oscuridad de la noche torturaba a quienes osen hacer daño...
 

Un sujeto apunta su revólver hacia un oscuro pasillo, camina lentamente adentrándose en la oscuridad, apenas iluminado por un poste de luz a varios metros de distancia y una arqueada luna que reposaba en el cielo nublado.
 

—¿Dónde estás maldita?—susurra sin bajar la guardia, gira la mirada hacia ambos lados prediciendo por dónde "aquello" le atacará.
 

Caminaba en la zona oscura, un área completamente deshabitada y abandonada, casi ciego en la oscuridad podía sentir como pisaba la basura desperdigada por los suelos convertida por la lluvia en un maloliente lodazal, perfecto festín para las ratas quienes gruñían temerosas al sentir la amenazante presencia de "aquello".
 

Sentía que el lodo pasaba por su calzado y se le escurría entre los pies, una desagradable sensación, pero el no podía permitirse distracciones, tampoco vacilaciones, no podía bajar la guardia.
 

Un fuerte sonido lo alertó y angustioso buscó con su mirada algo inusual en el manto de niebla y confusión que le rodeaba. Pudo oír pequeños pasos haciéndose progresivamente más fuertes, no podía percibir en que dirección se movía.

—¿Arriba?, ¿Abajo?, ¿En dónde?—pensó.

El revólver le temblaba y se le resbalaba de sus húmedas manos, su corazón palpitaba acelerado e intentaba controlar su agitada respiración. Se sentía mareado, sus sentidos divagaban confundidos por la lluvia, el chillido de las ratas y la espesa niebla.

"Aquello" se movió a gran velocidad ocasionando un fuerte viento que dispersó casi toda la niebla a su alrededor dejándolo ver una vieja catedral frente a él, apenas distinguible por la tenue luz de la luna.

Vió un destello brillante pasar muy rápido frente a él, trato de seguirlo con la mirada, pero un fuerte ruido lo alertó y lo hizo voltear por instinto.

Los cuatro pilares de la catedral habían sido destruidos, la enorme campana cayó, luego todo el edificio se derrumbó ocasionando que la tierra bajo sus pies temblara y una enorme humareda de polvo se alzara.

Trató de huir pero tropezó con el lodo, intentó levantarse pero sus manos resbalaban, usó las uñas para avanzar enterrando mugre, astillas y cristales de vidrio en ellas, más solo pudo alejarse unos pocos metros.

Sentía como la gran nube de polvo lo cubría, las ratas aterradas trataban de huir, algunas lo pisaban y desgarraban su espalda con sus garras.

Las ventanas de la catedral estallaron convirtiéndose en mortíferas flechas que atravesaban todo a su paso. Algunas ratas que no pudieron huir quedaron astilladas, atravesados por el hocico o por el cuerpo con orificio de entrada y salida.

Una de las flechas encajó en su pierna derecha y otra había atravesado la palma de su mano, gritaba, lloraba y se retorcía del dolor mientras se desangraba, maldijo el momento en el que soltó el arma.

Se arrastró por el fétido lodo usando su mano sana cortándose con los retazos de cristal esparcidos, no podía distinguirlos en la oscuridad.

Se ahogaba arrastrándose en un mar de lluvia y sangre en el que no distinguía su propia sangre de el de las ratas.

Oyó un fuerte estruendo detrás de él, provenía de la edificación en ruinas, el logró tocar algo, había encontrado su arma, lo tomó muy fuerte, sin importarle incrustar aún más las astillas en su mano llena de heridas.

Se volteó, fuertes golpes provenían de las ruinas, "aquello" se acercaba, con prisa y sin pensarlo dos veces mordió el pedazo de cristal que atravesaba su mano herida, apretó los ojos con mucha fuerza y tiró de él resistiendo el dolor, eternos segundos de agonía.

Finalmente logró quitarse el cristal de la mano, su boca tenía cortes y sangraba escurriéndose hasta su cuello tiñéndolo de rojo intenso.

Una explosión atravesó las ruinas de la catedral y una brillante silueta salió disparada y se alzó en el cielo.

Era a lo que llamaban "aquello".

Angustiado utilizó su brazo izquierdo para apoyarse en el lodo, tenía la visión borrosa, no tenía mucho tiempo y aunque fuese inútil cualquier intento, su obstinado instinto de supervivencia no le permitía resignarse.

Con mucho esfuerzo logró alzar su brazo derecho, apunto hacia el cielo, hacia donde apenas podía visualizar aquella brillante silueta. Ese sería su último intento.

—¡Muereeeeeeee!—gritó con rabia hasta agotar las balas. El revólver resbaló de su agrietada mano, no le quedaban más fuerzas para sostenerlo. Un segundo antes de caer inconsciente logró verlo.

Vió como esa brillante silueta, sea lo que sea, partía las balas a la mitad en el aire con algo que parecía ser una extensión de su cuerpo.

A la medianoche, en la azotea de un viejo edificio se alza una oscura figura que aterrada contempla sus manos manchadas de sangre ajena.

La lluvia no cesaba, el cielo crujía ramificado por relámpagos y gotas rojizas caían al suelo mezclándose con la basura y el lodo.

— ¡Ahhhhhhh!—gritó cayendo de rodillas al suelo. Su llanto se perdió en la oscuridad.
 



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En el texto hay: sangre, suspenso, terror

Editado: 28.10.2020

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