Aquí Estabas

Caelum x Ezra

::

El bullicio del salón era sofocante, y aún así, el aire parecía frío en mis pulmones. Cada nota del violín me llegaba como un recordatorio constante de que debía mantenerme erguido, sonriente, impecable. Ezra caminaba a mi lado con esa calma que siempre parecía natural en él, como si las luces doradas, las conversaciones y las miradas de la alta sociedad no fueran más que una decoración inofensiva, sin peso alguno.

Yo, en cambio, lo sentía todo encima: las expectativas, las sombras de mi pasado, y sobre todo, el peligro latente de que mis planes se desmoronaran en un instante.

Mis ojos seguían los movimientos de las parejas, los gestos, los saludos. Estaba cansado de vigilar, pero no podía detenerme. Era mi orgullo lo que estaba en juego, y no hay nada más peligroso para mí que perder una partida frente a un espectador como Ezra.

Ezra no lo entiende, no puede entenderlo. Él sonríe, observa, se deja llevar… mientras yo estoy aquí sosteniendo las piezas de un juego en el que cada movimiento importa.

Mi ex–prometida, ese fantasma del que jamás quise volver a saber, se pasea en este mismo salón. Sé que está cerca, lo siento como un veneno en el aire. Y aunque finja indiferencia, aunque me diga a mí mismo que he avanzado, que soy más fuerte, la sola idea de que ella intente acercarse a Ezra me carcome por dentro.

¿Por qué me obsesiona tanto? ¿Es acaso porque no soportaría que él la viera como algo valioso? Sí… quizá es eso. No puedo permitir que ella me eclipse frente a él. No puedo permitir que Ezra piense que ella fue mejor que yo, que su partida me quebró.

Yo no pierdo. No esta noche.

Ezra, en algún punto, debió notar la rigidez en mi mandíbula, porque se inclinó apenas hacia mí.

—¿Te ocurre algo, Caelum? —preguntó con tono suave.

Sacudí la cabeza, demasiado rápido.

—Nada. Solo estoy… concentrado.

Él arqueó una ceja, pero no insistió. Esa paciencia suya era peligrosa, porque me dejaba espacio para hundirme más en mis propias obsesiones.

Avanzamos entre grupos de invitados, saludando, compartiendo cortesías. Cada paso mío era calculado: llevar a Ezra lejos del salón de baile, mantenerlo entretenido con conversaciones triviales, distraerlo con las damas y caballeros que se cruzaban en nuestro camino. Todo era parte de mi estrategia.

Y sin embargo, cuanto más lo intentaba, más evidente se hacía que Ezra veía a través de mí.

Después de un rato, mientras fingía escuchar a un comerciante hablar sobre nuevas rutas de exportación, sentí la mano firme de Ezra en mi brazo.

—Acompáñame un momento —me dijo, con una calma que sonaba casi imperativa.

No tuve tiempo de preguntar nada. Me guió con naturalidad, como si fuera él quien conociera la casa, y pronto dejamos atrás la multitud, las risas y las luces.

El aire cambió en cuanto se abrió la puerta del balcón. Una brisa fresca me golpeó el rostro y, por primera vez en toda la velada, respiré sin sentir que me ahogaba. El silencio era diferente afuera: no había violines, no había rumores, solo la noche extendiéndose frente a nosotros, con la luna colgando alta y distante.

Me apoyé en la baranda de hierro forjado y cerré los ojos un segundo, dejando escapar un suspiro que llevaba conteniendo demasiado tiempo.

Ezra rió.

Esa risa ligera, que parecía brotar de él con tanta facilidad, me irritó en lo más profundo.

Abrí los ojos y lo miré.

—¿De qué te ríes? —pregunté con voz más cortante de lo que pretendía.

Ezra se acomodó contra la baranda, mirándome de perfil con esa expresión de traviesa serenidad.

—De ti, Caelum.

Fruncí el ceño.

—¿De mí?

—Sí. Has estado toda la noche jugando a un juego muy elaborado, moviendo piezas invisibles, esquivando a alguien que no puedes evitar. Y es… —su sonrisa se ensanchó apenas— es muy entretenido verte intentarlo.

¿Entretenido? ¿Eso soy para él? ¿Un bufón en medio de la pista, corriendo de un lado a otro mientras él se limita a observar?

No. No puede ser solo eso. Ezra no ríe con crueldad. Su mirada no es de burla, sino de… ¿curiosidad? Siempre esa maldita curiosidad suya.

Pero… ¿qué significa que me encuentra entretenido? ¿Que mis esfuerzos son tan obvios que no tienen sentido? ¿O que, en el fondo, lo divierte que yo intente mantener el control en una situación que se me escapa?

Maldita sea, Ezra. ¿Por qué me quitas las armas con una sola palabra?

Lo miré fijamente, intentando descifrar su expresión.

—¿A qué te refieres exactamente? —pregunté.

Ezra giró el rostro hacia mí, y sus ojos brillaron con un destello que no pude sostener por mucho tiempo.

—Me refiero a que ya sé quién es la señorita con la que has estado obsesionado toda la noche.

El impacto fue como un golpe en el estómago. Sentí el calor subir a mis mejillas antes de poder contenerlo.

—¿Q-qué…?

Ezra soltó otra carcajada breve.

—Sí. Ella misma se me presentó hace un rato. Y, por cortesía, mantuve la distancia.

El suelo podría haberse abierto bajo mis pies y yo lo habría preferido a esa vergüenza que me consumía en ese instante.

¡No, no, no! Esto no puede estar pasando. ¿Ezra… habló con ella? ¿Ella se presentó a él, con esa sonrisa suya, con esa voz falsa y seductora? ¡Y yo aquí, como un idiota, corriendo en círculos para evitar precisamente esto!

Mi rostro arde. No puedo evitarlo. Siento que cada latido retumba en mis sienes y que mis labios tiemblan como los de un niño sorprendido en plena travesura. Yo, Caelum, reducido a esto…

Él lo sabe. Ezra lo sabe y lo disfruta. Y no importa cuánto me esfuerce en disimular, mis ojos me traicionan, mi respiración me delata.

No hay máscara que me salve ahora.

Me giré hacia él con torpeza.

—Ezra… yo… no…

Las palabras se atoraban en mi garganta, como si cada sílaba pesara toneladas.

—No era… no era lo que parecía.

Ezra alzó una ceja, divertido.



#5040 en Novela romántica
#1295 en Fantasía

En el texto hay: romance, lgbt, chico x chico

Editado: 30.08.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.