Aquí Estoy

Capítulo 11

Voces

Sábado.

Llegamos al terreno a la una de la tarde, así que comencé tomando fotos, pues era algo que mi papá me había enseñado desde pequeño, mientras que Zayda comparaba árbol por árbol y metro por metro.

—Lean, ¿escuchas eso?

—No. ¿Los pájaros?— Pregunté lo primero que se me vino a la mente.

—No, mira— exclama—. Ven, corre— dice mientras hace movimientos con la mano para que me acerque a ella.

Me acerco a ella lentamente, no sé qué quiera mostrarme, pero parece asustada así que me mantengo alerta a cualquier sonido.

El pasto ya no está tan crecido gracias a que hemos tratado de recortar nuestra área de trabajo, por llamarlo de algún modo. Los árboles están tan altos como el primer día, las flores parecen muy vivas, aún estando a finales de diciembre.

—Se escucha como... –piensa mientras que sus ojos van de lado a lado. —Gritos, súplicas, lamentos— su cara en ese momento se transforma en temor puro.

—No, no escucho nada— trato de escuchar algo, veo a todos lados tratando de encontrar algo, pero no parece a ver nadie más que nosotros dos. Y el único ruido que puedo escuchar es su respiración agitada.

—¡Mira! ¡Ahí!— Señala hacia un arbusto a unos cuantos metros enfrente de nosotros— ¿¡Lo viste!? Por favor, Lean, dime qué los viste— para este punto está delante mío, viéndome con sus ojos cristalizados.

—No–no vi nada, sólo se movió un arbusto— la tomo de los brazos tratando de calmar su temblor.

—¡Exacto!— Sonríe nerviosa—. Vi a una niña corriendo, traía un vestido color crema, estaba manchado y atrás de ella un señor le gritaba, estaba... Enojado. Por Dios, Lean—, su mirada paso de estar perdida buscando de nuevo a esa supuesta niña a mirarme fijamente esperando una respuesta.

Pero, ¿qué se supone que tengo que decir?

—¡Zayda! Mírame, por favor. Ojos bonitos– insistí. Y de repente pude escucharlo.

Pasos que después pasaron a correr hacia nuestra dirección, miro de inmediato el lugar proveniente del ruido, no veo nada, pero estoy seguro que tenemos que salir de ahi. La adrenalina se apodera de mi cuerpo y mi respiración empieza a agitarse igual, siento la necesidad de irme de ahí, ya.

Tengo miedo y no sé de qué o de quién, así que agarro la cámara y a Zayda, ella está igual de asustada que yo y nos alejamos de ahí.

Corremos y al salir del terreno no me detengo a mirar atrás o pararnos, seguiremos corriendo y a pesar de tener buena condición física me siento muy cansado al igual que nervioso y con frío.

Llegamos a un café, la gente pasa, algunas personas nos ven raro, pero no nos importa. Ahora nos sentimos a salvo.

Cinco minutos después, Zayda está más calmada.

—A ver, ojos bonitos, cuéntame qué viste— decido preguntarle al fin ya sentados dentro del local, con un aroma a galletas—. Todo está bien, no hay peligro, ya no. Yo te cuidaré, estamos a salvo— digo tomando sus manos, tratando de calentarlas con el calor que emana mi cuerpo.

Después de un largo suspiro, habla—: Había una pequeña corriendo, traía un vestido blanco y atrás un señor con algo largo en la mano y puede escuchar que pedía ayuda— sus ojos se abren al concluir su frase—¡Oh Dios, Lean! ¡Pedía ayuda! No... no lo ayudamos, –se cubre la cara con ambas manos mientras solloza.

Tengo que calmarla, pero con qué. Piensa, Caley, piensa.

—Ojos bonitos, todo está bien—¿en serio?— Quédate aquí. Yo voy a ver qué pasó. ¿De acuerdo?— Asiente y una parte de mí se siente más tranquilo, me estoy cagando del miedo, pero si eso la tranquiliza lo haré.

—¡No, Lean!, si vas tú, voy yo— dice casi gritando, fuerte y decidida.

No tengo tiempo de pegarme, pues alguien nos interrumpe—Buenas tardes. ¿Qué desea ordenar?— Un mesero rubio alto se nos acerca.

—Hola—, volteo a verlo y luego a ella— Zayda pide lo que gustes, yo ahora regreso— le digo, mientras saco de mi billetera suficiente dinero para que pueda tomar y comer lo que quiera—. Toma, si hace falta cuando regrese lo pago— está vez me dirijo hacia el chico.

Me dirijo al lugar a paso —nada— firme. Cuando llego me doy cuenta de que, efectivamente, alguien había estado ahí, mi piel se eriza al poner un pie cerca de ese lugar.

A unos cinco metros de la entrada puedo observar un pedazo de vestido blanco con manchas rojas, aunque ya secas. Le tomo foto, y con toda investigación traigo una bolsa de plástico así que con cuidado lo tomo y lo meto. Al levantarlo, veo un papel con algo escrito en él.

“Un monstruo anda suelto, y corriendo sobre ti. No hay escapatoria, al menos no hasta que mueran

Mi ceño se frunce, no comprendo el mensaje, pero sé que tengo que hacer algo al respecto.

Aún no tengo mi primera vez. Chillo y sonrió al mismo tiempo, después me reprendo por la estupidez que estoy pensando, mi vida puede correr peligro de verdad. Y no solo la mía.

—¡Lean! –Una voz en mi espalda me espanta, pero no puedo moverme, algo me lo impide—. Lean, por favor, ya. Esto tiene que terminar— empiezo a desesperarme, necesito moverme.

—Lean— alguien me sacude del hombro, espantándome y haciéndome volver a la realidad.

—¡Zayda! Me asustaste— admito— ¿Qué haces aquí? Ven, vamonos. No es seguro– digo poniendo una mano en su espalda mientras caminamos hacia el pueblo, y pudiendo respirar tranquilamente de nuevo. Con cada paso que doy, volteo hacia atrás, sintiendo que algo no estaba bien.

Alguien nos ve.

—Tengo una teoría— habla Zayda—Ese árbol— señala uno donde justamente encontré la nota y el pedazo de tela—, es un tule. Entonces estoy segura de que ese es el árbol meta, tenemos que centrarnos en él, Lean.

Bien... —contesto con la garganta seca, tratando de sacarla del terreno lo más rápido posible.

—¿Todo bien?— Voltea a verme con preocupación.

—¿Ah? Sí, sí y... ¿Qué comiste?— Rápidamente cambio de tema.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.