AquÍ No Hay Amor (dual)

9

Refrescado bastante después de los azotes del viento supuestamente veraniego, Celso entró en el centro comercial. Necesitaba comida, algo de ropa para Ailyne y enviarle un mensaje urgente a Vank.

En la sección de comida se dio cuenta de que no sabía qué le gustaría comer a Ailyne. Los alimentos frescos eran caros, pero compró lo mejor que encontró, sin olvidarse de que no contaba con que ella supiese cocinar y él tampoco podía llamarse un gran chef.

Se felicitó por haber acabado rápido, pero no se encaminó con la misma velocidad hacia el sector de ropa para mujeres. Llevaba tiempo paseando entre los diversos puestos sin decidirse. La calidad de las telas no le parecía apropiada para la delicada piel de Ailyne, los colores no eran tan intensos como desearía y encima debía averiguarle la talla. Su cuerpo tenía más huesos que carne, recordó, seguro que le vendría bien la talla más pequeña.

Pronto se percató de que era el centro de atención en el lugar y el único hombre. Las miradas inquisidoras se transformaron en susurros y risitas escondidas detrás de palmas, y Celso se dio prisa en acabar con la tarea. Pero no había pasado lo peor; Ailyne necesitaba ropa interior. Inmerso entre estantes con cosas delicadas y diminutas, se sobresaltó cuando una voz conocida resonó a su espalda.  

—Cariño, que placer verte —chilló Darli.

Celso se giró despacio, dándose tiempo para preparar su mejor sonrisa. Evaluó con una mirada el poste sensual de Darli y maldijo su suerte.

—Lo mismo digo —mintió sin pestañear—. ¿Qué haces aquí?

—La pregunta es ¿qué haces tú aquí? —interrogó ella, alzando una ceja a tal altura que resultaba improbable que volviera a su posición inicial—. ¿Tienes una amiguita?

Las posibles mentiras volaron por la mente de Celso. Demasiadas y a velocidad muy alta, pues se bloqueó y no pudo elegir una aceptable.

—Me he perdido —sonrió, esperando en vano que ella no insistiera.

—¿Quién es? ¿La conozco? —Como si las preguntas no fueran suficientes, Darli lo interrogaba con una mirada demandante y una sonrisa torcida.

Celso volvió a maldecir. DUAL debería aprender de ella, sus métodos eran más efectivos. Estuvo a punto de soltar la lengua para escapar de su escrutinio.

—Guapa, vamos, sabes que aprecio mi soledad. —Le rodeó los hombros, procurando sacarla de la tienda. No lo consiguió. Ella se paró en seco y continuó.

—¿Qué haces en el sector de las mujeres?

—Se acerca el cumpleaños de una prima —inventó al momento—. Estaba buscando ideas para un regalo.

—¿Me tomas el pelo? Por lo que he entendido, estabas enfermo. Has faltado al trabajo los últimos días.

Tenían el mismo círculo de amigos, claro que Darli conocía cualquier movimiento suyo. O, al menos, hacía todos los esfuerzos en ese sentido, pensó Celso, sintiendo que se hundía.

—Es verdad, pero me encuentro mucho mejor —contestó, encontrando el escape—. He salido a comprar comida y te juro que no sé por qué entré en esta tienda.

—Guapo, si te hace falta el toque suave de una mujer, sabes dónde encontrarme. —Darli pestañeó, lamiéndose los labios a la vez.

—Oh, lo sé muy bien, cariñito —replicó Celso, esperando que no se notara el veneno añadido a la última palabra—. Quédate tranquila. Te avisaré.

Darli se acercó y le pegó un beso húmedo que le dio náuseas.

—Esperaré que lo hagas —dijo y se fue con un movimiento serpenteante de caderas.

Celso inhaló una bocanada de aire y agrupó sus pensamientos disparados. El desafortunado encuentro y la discusión lo habían dejado sudoroso y agitado. Su corazón latía con la misma velocidad que el batir de alas de un colibrí. Regresó a la tarea, pero escogió lo primero que encontró y se marchó.

Se detuvo en el camino para enviarle el mensaje a Vank, rezando para que le respondiese cuanto antes. Empleó el sistema de mensajes cifrados que habían usado para comunicarse después de que él se retirara hasta que las aguas se habían calmado. Esperaba que las neuronas de Vank no hubieran sido matadas por sus cigarros, y contar con una respuesta positiva. Pero ese era su menor problema. Si el comandante se enteraba de que tenía la intención de cruzar las montañas, solo sus huesos iban a llegar a Reborn. En una bolsa de basura.

 




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