Cuando lo devolvieron al cuarto de encierre era de día. Celso estaba casi seguro de eso. De sus ojos habían quedado dos rejillas y los clavos que penetraban en su cabeza podían no ser efecto del sol demasiado fuerte, pero estaba casi seguro que lo que le habían parecido días eran en realidad unas cuantas horas.
Irwin era un artista, uno loco. No se había declarado satisfecho hasta que no había dibujado en su rostro toda la gama de colores. No le había proporcionado un espejo, pero se fiaba de que había hecho un buen trabajo, pues el calvario que sufría era la prueba.
Cuando sintió el aire fresco de la cueva en la piel, Celso enderezó la espalda e intentó sonreír. Operación difícil cuando la lengua ya no le cabía en la boca y tenía los labios en carne viva. Se imaginaba cómo se veía, pero no podía remediarlo.
—Estoy bien —susurró para probar su voz. El sonido fue rayado por una tos violenta y la boca se le llenó de sangre.
—Te ves bien —le respondió el dual que lo arrastraba de un brazo.
—¿A que sí? He nacido guapo.
—Eres una estrella —se rio el otro jugando con las llaves.
Celso no esperó más. No veía nada, pero suponía que se acercaban a la puerta y no quería matar a Ailyne de un susto.
—¡Estoy bien! —gritó, manteniéndose a la espalda del guardia.
—¿Celso? —Su voz se oyó como un coro de ángeles.
—No te asustes.
—¡Celso! —gritó ella.
Su cabeza explotó y durante unos segundos no pudo responder.
—Te prometo que estoy bien —aseguró. Se sintió empujado y luego las manos de Ailyne en su cuerpo. Dañaban más que aliviaban, pero no tuvo el poder de decírselo. Ni el tiempo.
—Es tu turno —dijo el dual.
—¿Qué le habéis hecho? ¡Sois animales! ¡Bestias! ¡Me aseguraré de que lo paguéis! —Ailyne continuó gritándole al guardia hasta que salieron y la luz demasiado brillante la sorprendió y le cerró la boca.
Se detuvo un momento, desorientada. El hombre la empujó, tropezó y, después de recuperarse, continuó caminando mientras miraba alrededor. Pasó por el medio de un claro rodeado por un margen de casitas cavadas en la roca. Supuso que algunas eran más importantes que otras, pues delante de unas había centinelas y las demás parecían estar abandonadas. Tenía interés en conocer la zona, pero el aspecto de Celso no salía de su mente. Se preguntó si sus heridas eran graves y si necesitaba asistencia médica. Le preocupaba no poder ayudarlo, incluso encontrarlo en peor estado al regresar.
«De un modo u otro, conseguiré ayuda», se prometió antes de que su atención fuera desviada hacia el grupo de hombres que la recibieron con miradas hostiles.
—Señorita Ailyne Varper, he entendido, ¿es correcto? —dijo alguien y ella se giró hacia la persona que hablaba. Asintió en silencio.
—¿Sabes por qué estás aquí?
—Pensáis usarme para ganar las negociaciones con mi ciudad, ¿es correcto? —replicó, alzando el mentón delante de todos esos ceños fruncidos.
Su clara rebeldía tintó algunas miradas de sorpresa, pero el que hablaba se recuperó en un instante.
—Vamos a informar a tu padre de que estás bajo nuestra protección.
—¿Protección? —Ailyne soltó una carcajada seca—. ¿Celso también estaba bajo vuestra protección? De ser verdad, me parece que el significado es diferente en nuestras ciudades.
—Arklow se negó a aceptarla —la informó un dual. Por la voz reconoció al comandante que había dado las órdenes en el momento de su captura y lo estudió con curiosidad. No era una persona fea y no parecía mucho mayor que ella. Pero la cabeza rapada, unas cejas muy finas y la nariz un poco afilada le dejaban una impresión desagradable—. ¿Qué tal tú? ¿La aceptarás?
—¿Pensáis qué mi padre se lo creerá? —Ella evitó contestar. Si respondía de forma negativa temía que le esperara el mismo tratamiento que a Celso. Seguro que no dañarían a una mujer. ¿O sí?
—Por eso tenemos el original, ¿verdad? —El hombre le sonrió—. ¿Qué sabes de las negociaciones?
—Hace semanas que estoy fuera de Reborn. No sé nada.
—¿Pero conocías los datos antes de… visitarnos?
Ailyne se preguntó por qué elegía palabras tan extrañas. Era como si no estuviesen seguros de si ella hablaba el mismo idioma.
—Quiero un médico para Celso.
—No lo necesita.
—Me temo que no puedo fiarme de su opinión.
—No está en posición de pedir algo.
—Tampoco usted. Lo que me pide es traicionar no solo a Reborn, sino el concepto entero de mi vida. ¿A cambio de qué? ¿Por qué lo haría?
—¿Para no recibir el mismo tratamiento que Arklow?
—El dolor físico es efímero. No os temo. Y sé que si os atrevéis a ponerme una mano encima, jamás vais a ganar las negociaciones. De hecho, estoy casi segura de que Stray ya no existirá después de eso.
Ailyne se había animado tanto que no tuvo en cuenta como el rostro del comandante se oscurecía a cada instante más. No había tenido ocasión de sentarse, seguía de pie ante ellos. Cuando él se levantó de golpe, dio instintivamente un paso hacia atrás. No lo recordaba tan alto. Ni tan fornido. El color morado de su tez no era un indicio que pudiera tranquilizarla. Tampoco la rabia de su mirada.
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Editado: 27.09.2020