AquÍ No Hay Amor (dual)

36

—¿Estás seguro que sabes hacia dónde andamos? Te dije que deberíamos haber aceptado a Garick de compañero. Él lo sabe todo.

Mío miró de reojo al chico, resoplando por sentirse impotente. No debería haber permitido que lo acompañase. Cuidarlo era peor que vigilar a un ejército entero de rebeldes.

—Estamos justo donde nos envió —contestó, sabiendo que si no lo hacía no iba a callarse—. Dos ya somos demasiados —añadió, estremeciéndose al visualizar el escenario apocalíptico en el cual se hubiese asociado con otro astray, aunque fuese un niño.

—Ayudaría si fueras un poco menos estirado —comentó Lance y Mío paró la caminata, declarándose vencido. Se inclinó y apoyó las manos en las rodillas para llegar con la cabeza a la misma altura que la del pequeño.

—¿Recuerdas cuando te expliqué que esta era una misión de máxima importancia?

—Sí. —Lance soltó un bufido, poniendo los ojos en blanco.

—Pues este tipo de misión requiere unas normas. —«Callarte es la más importante», quiso decir, pero optó por explicarle—. Estamos en territorio enemigo; debemos analizar con atención el entorno, considerar los posibles peligros y enfocarnos en el éxito de la misión.

Lance se carcajeó con ganas.

—Eres genial cuando hablas así.

Mío frunció los labios para ocultar la sonrisa.

—¿Estás cansado? ¿Puedes continuar? —le preguntó, ofreciéndole la botella de agua.

—Estoy bien. Donde tú vas, yo voy —proclamó Lance.

«De maravilla», pensó Mío, volviendo a estudiar el territorio. Estaban cerca de la frontera y necesitaba encontrar un buen puesto para investigar. La señal GPS se había apagado horas atrás. La trayectoria que seguían estaba clara, pero desde un tiempo había perdido las pistas. El hecho de tener el zumbido permanente de la voz del chico en la cabeza no lo ayudaba en concentrarse.

—Vamos por allí. —Señaló con la mano hacia la derecha.

Había avanzado pocos pasos cuando el dispositivo que llevaba en la mano empezó a vibrar, masajeándole los dedos.

«¡Otra vez perdí la atención por culpa del niño!», musitó, enfadado consigo mismo. Alguien o algo estaba cerca. El aparato era sensible a las fluctuaciones de temperatura del medio ambiente. En Reborn funcionaba perfectamente, pero en Stray los animales grandes desviaban el sistema. Dio un paso más con los sentidos agudizados y las manos sobre las armas, preparado para responder, cuando escuchó un susurro.

—¿Mío?

Se detuvo tan de golpe que el niño, distraído como siempre, chocó contra su espalda. Lo miró y puso dos dedos sobre sus labios, transmitiéndole que debía callarse.

La vegetación se sacudió y algo se lanzó contra él con velocidad.

—¡Mío! —Ailyne se aferró a su cuello. Se olvidó del protocolo en la alegría de ver una cara conocida, una persona de su ciudad.

—¡Niña! ¿Estás bien? —Por su vergüenza, Mío también perdió la fachada. Le respondió al abrazo y le masajeó la espalda hasta que Ailyne se separó y se limpió las mejillas con las manos, riendo y llorando a la vez.

—Bien. Bien. ¿Qué haces aquí? ¿En Stray, en medio de… nada?

—La estoy buscando desde el accidente. He seguido su camino todo el tiempo, pero siempre estaba un paso por detrás —explicó el hombre, conmocionado. Le tomó las manos entre las suyas, todavía pendiente de sus ojos—: Señorita Ailyne… —El sonido de una persona aclarándose con intención la garganta lo interrumpió—. Oh, Lance —se recuperó Mío—. Señorita Ailyne, le presento a Lance…

—Viler —continuó el chico. Interponiéndose entre ellos, cogió la mano de Ailyne y la sacudió varias veces con energía—. Puedes llamarme Disi. ¿Me reconoces? Nos vimos en el piso, avisé a Celso sobre…

—Claro que te reconozco, Lance. Te agradezco lo que hiciste por nosotros —contestó Ailyne sonriendo por su impetuosidad—. ¿Cómo os encontrasteis vosotros dos?

—Lance me ayudó a mí también —explicó Mío que mientras tanto había vuelto a tomar su porte disciplinado. Sus ojos escrutaron el área y los oídos le confirmaron que Ailyne estaba sola—. ¿Dónde está su compañero?

Las mejillas de Ailyne enrojecieron.

—¿Cómo lo sabes?

—Es una larga historia. —Mío agachó la cabeza y habló tartamudeando—. Lance me presentó un amigo suyo, especialista en…

Hackeamos el sistema informático de la DUAL. Seguimos las coordenadas de la tobillera de Celso, pero después del ataque el GPS no funciona —acabó Lance.

—Hice algo imperdonable.  —El rostro de Mío mostró arrepentimiento—. Confesaré cuando regresemos a Reborn y aceptaré mi castigo. No tengo excusa, pero Lance y su amigo me convencieron de que aquí todo está permitido en el amor y en la guerra. —Se detuvo para mirar alrededor—. Alguien se acerca —logró decir antes de que el sonido de armas cargándose retumbara en el silencio del bosque.

Los tres apoyaron las espaldas unos contra otros, formando un triángulo de cuerpos petrificados y caras sorprendidas. Ailyne se permitió respirar en cuanto dio con la mirada inconfundible de Celso a través de la longitud del arma de combate.




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