El coliseo abrió sus puertas,
y mis ventanas aún huelen tu aroma.
Maldigo al rey y sus absurdos:
me pidió matar a un hombre entre tantos caballeros.
"¡Socorro!", gritan los niños...
¿Pero qué niños, si ya no quedan madres?
Maldita esta guerra.
Pompeya se viste de mí
y mis fantasmas juegan con mis deseos nostálgicos.
Nunca existió solución para Pompeya.
La maldita guerra ha tomado mi corazón por almohada.
"¡Mátalo!", grita el rey,
ahogado en mis sueños perdidos,
y en mis derrotas tatuadas de rechazos.
Maldita sea Pompeya,
la guerra y su rey:
me obligaron a matar al hombre.
Sus últimas palabras fueron cartas a su amada...
Pompeya.