arbol de la vida

parte 4 del arbol de la vida

A principios del siglo VI a. C., Jerusalén fue conquistada por las tropas de Nabucodonosor. El reino de Judá fue borrado del mapa, su Templo destruido; sus habitantes tuvieron que exiliarse. Para ellos fue un terremoto psicológico, más que físico: expulsados de sus casas, esclavizados en el extranjero, desposeídos de todo, ahora vivían entre una población pagana y ya no tenían un lugar de culto. El marco de su relación con Dios había desaparecido. A orillas de los ríos de Babilonia, se sentaban y lloraban, recordando a Sión. En los sauces de la región, colgaron sus arpas. Durante la deportación, su relación con Dios se hizo interior y se profundizó. Fue un renacimiento de la cultura judía: los exiliados se dieron cuenta del valor de lo que habían perdido y recordaron que eran “el pueblo elegido”. Los sacerdotes deportados tenían que mantener su fe en un contexto politeísta y creencias míticas. También durante este período varios libros del Antiguo Testamento fueron publicados en su forma final.



De vuelta del cautiverio después del edicto de Ciro, los hagiógrafos explican significativamente en la literatura sapiencial los componentes del éxito y de la felicidad: ya no insisten tanto en la tierra, en los años, en la posteridad, sino en una calidad de vida personal, la que consiste en caminar con Dios, es decir: “Ajusta tu vida a los propósitos de Dios, como Enoc, Noé, Abraham, Isaac o Jacob. Deja que tu inteligencia sea iluminada desde arriba para llevar una vida buena y justa”. En otras palabras, toma en consideración sus oraciones significativas para acceder a la sabiduría.

El capítulo 3 del libro de Proverbios es decisivo porque indica los beneficios que la sabiduría trae al hombre: “Su posesión es mejor que tener plata y sus ingresos mejores que el mismo oro. A tu derecha, duración de los días, a tu izquierda, riqueza y gloria”. Es pues, preferible a todo bien de la tierra, ya que proporciona a la vez una larga vida, que entonces se consideraba una bendición divina, pero también riqueza y gloria.

Es en este contexto que se asemeja al árbol de la vida: sus caminos son deliciosos y sus senderos pacíficos. El árbol de la vida es para los que lo toman, y bienaventurados los que lo tienen.

Es, en cierto modo, una participación en la sabiduría creadora de Dios. El Señor fundó la tierra a través de la sabiduría, fortaleciendo los cielos a través de la razón. La creación manifiesta la sabiduría divina, no oralmente, sino a través de sus criaturas. Lo conducen a él y el hombre participa de este conocimiento divino percibiendo el orden que la sabiduría imprime en el mundo.

Debido a que conduce a Dios, la sabiduría nos permite escapar del sepulcro, el reino de los muertos, para resucitar entre los justos en los últimos tiempos. Esta esperanza en una vida post-mortem sólo aparece claramente en tiempos helenísticos, alrededor del siglo III a.C., en el judaísmo. Porque conduce tanto al camino de la vida buena y feliz, como a la vida eterna, es verdaderamente un árbol de vida, similar al que estaba en el Huerto del Edén. Pero no es un árbol concreto. Es un árbol simbólico que se refiere a la sabiduría.



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Editado: 10.01.2020

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