Árbol del Juicio

Capítulo 7

Abraham no estaba seguro en qué debía creer. Si Bastian estaba diciendo la verdad entonces Kya lo estuvo manipulando todo ese tiempo y le hervía la sangre de sólo pensar que eso podía ser posible.

—¿Amigos? ¿Somos amigos? —preguntó, recordando la forma en que la que lo había llamado.

—Claro, somos amigos, tú me rescataste de esa prisión, confío en ti, ¿tú confías en mí?

Abraham dudó.

—Pero apenas te conozco...

—Eso no importa, estamos aquí por una razón, así que, ¿me ayudarás?

—Creo... creo que necesito pensarlo.

Abraham se levantó de golpe y salió rápido por uno de los huecos de la casa hecha de ramas que se agrandó conforme él se acercó para permitirle el paso.

Respiró el aire fresco con cierto alivio, luego pasó a sentarse a un banco cerca de un estanque de patos, la luna estaba en su punto más alto y el canto de los grillos era lo único que era capaz de escuchar. Tal vez estar solo era lo único que necesitaba en ese momento, no, mentira, lo que necesitaba era estar con su familia, quería discutir con sus hermanas, comer la rica comida de su mamá, y volver a ver partidos de béisbol con su papá.  Observaba como la luz de la luna se reflejaba sobre la superficie del agua, aunque esta imagen era distorsionada por el movimiento de los patos. Un par de pisadas nada discretas se oyeron detrás de él y no se giró pensando que se trataba de Bastian.

—¿Realmente creerás todo lo que él dijo? —preguntó en su lugar la voz de Kya.

Abraham se volvió con brusquedad hacia ella.

—¿Estabas despierta? —cuestionó con sorpresa.

Kya ignoró su pregunta.

—¿Aún después de todo lo que pasamos le harás caso?

—Yo en ningún momento dije que...

—¡Wirm se sacrificó por nosotros! ¿Realmente crees que somos los malos?

—¡Ya no sé en qué creer! Todo esto es nuevo para mí, ¿Qué esperas que haga? Bastian tiene razón, por tu culpa no estoy con mi familia.

—¡Eres igual de egoísta que todos los humanos! ¿Podrías dejar de pensar en ti mismo por una vez?

—¿En mí? No creo que siquiera entiendas lo que es tener una familia.

Kya parecía enfadarse cada vez más con cada palabra que Abraham decía.

—La única persona que ha sido mi familia se ha ido por tu culpa.

—¿Sólo eso sabes decir? No has parado de culparme desde que me enviaste con esos "sabios" a los cuales, por cierto, tú servías, estoy harto de tener que decir que tú ocasionaste esto.

—¿Sabes? No vale la pena discutir contigo. Mañana temprano seguirás tu propio camino y yo el mío, si quieres volver con tu familia no te detendré, será tu decisión, ¿y sabes por qué? Porque yo no soy tu enemigo, no sé por qué Bastian te dijo eso pero no somos monstruos.

—¿No son monstruos? ¡Ustedes me encerraron! ¿Cómo podría confiar en ustedes? 

Abraham se puso de pie y dio media vuelta marchándose de ahí.

Sus pasos eran furtivos sin saber exactamente a donde se dirigía, el frío de la oscura noche helaba la piel de su cara y manos, como si en ese preciso momento la temperatura hubiera descendido acorde a sus emociones. Para cuando se dio cuenta ya se había perdido. Perdió todo sentido de orientación, su pulso se aceleró hasta lograr poder escucharlo y se asustó al ver que los caminos a su alrededor lucían iguales.

Se sentía asqueado, estaba a punto de vomitar, lo que habría hecho de no ser porque la voz que no había dejado de atormentarlo desde su primer día en la escuela regresó diciendo:

Es tu destino, libéranos...

Empezó a repetirse sin cesar, martillando contra su cabeza, Abraham soltó un alarido que desgarraba el aire.

—¡¿Qué quieren de mí?! —gritó, mientras sus ojos escocían por las lágrimas—, ¡¿por qué yo?!

—Porque tú eres especial —dijo una voz a sus espaldas.

Abraham se giró con violencia hacia ella, observando que era Bastian quien estaba de pie frente a él.

—¿También las escuchas? —inquirió con sus palabras temblando.

Bastian sonrió y sus ojos brillaron como los de un gato en la oscuridad.

—Tú y yo somos los elegidos, Abraham —respondió en su lugar.

—¿Elegidos? ¿Elegidos para qué?

—Para liberar a la humanidad, no me hagas volver a repetirlo, es nuestro deber acabar con ellos.

—¿Con los árboles? 

—¡Exacto! —exclamó Bastian, luego calló por unos instantes—, ¿acaso quieres más pruebas? Bien, te las daré, sígueme.

Sin darle tiempo de reaccionar lo tomó de la muñeca y lo guio hacia afuera del parque, una vez ahí lo obligó a caminar por las calles frías y solitarias. Abraham no sabía por dónde iban hasta que reconoció uno de los caminos como el mismo que el autobús había tomado de regreso a casa.

Se quedó sin palabras cuando llegaron al pie de su hogar. Su casa tenía las luces encendidas de la planta baja y una música de jazz salía provenía de su interior.

—Esta mi casa, ¿Qué hacemos aquí? —preguntó Abraham.

—Ya verás... —fue la única respuesta de Bastian.

Ambos se encaminaron al frente cruzando el pequeño patio hasta quedar delante de la ventana. 

A través de las cortinas alcanzaba a ver a su familia sentada en el sofá riendo y conversando, Sarah por primera vez no tenía su celular junto a ella, Isabelle no tenía esa expresión de malhumor en su rostro, Lucy se reía a carcajadas, Samantha y Lía estaban charlando, y sus padres no parecían estar preocupados en lo más mínimo por su ausencia.

Simplemente no podía creerlo.

—Ellos... están... —intentó decir Abraham, sin saber que palabras eran adecuadas para referirse a sus sentimientos.

—Sí, ellos no te recuerdan, ni tampoco lo harán —contestó Bastian soltando su muñeca y mirándolo con un rastro de lástima—, el nuevo guardián del árbol les borró de la memoria, tú nunca exististe para ellos ni para nadie que alguna vez hayas conocido. ¿Aún crees que los Edalianos son tan buenos como dicen ser?



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En el texto hay: fantasia, misterio, mundos

Editado: 18.01.2021

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