Árbol del Juicio

Capítulo 12

Abraham empezó a caminar bajo el agua, el hacerlo era una extraña sensación pues sus pies se sentían tan pesados como rocas, era como revivir la mítica escena de 1969 cuando el hombre pisó la luna por primera vez, que había visto con su papá en alguna película, realmente extrañaba esos momentos con su padre.

Seguir a Angela era más complicado de lo que había creído, ella se movía con suma rapidez y estaba tan familiarizada con el agua que le era imposible seguir su paso.

Abraham intentó abrir la boca y hablar, sin embargo concluyó que era incapaz de emitir sonido alguno.

Ya no podré comunicarme con Angela —pensó Abraham con aire de tristeza—, aunque quizá es mejor así, ya estaba comenzando a cansarme de ella.

¿Disculpa? —preguntó la voz de Angela en su mente—, puedo oírte, ¿lo sabes, asquerosa criatura?

El rostro de Abraham se tornó de rojo como un tomate.

Lo siento —contestó al instante, sintiéndose avergonzado—, n-no sabía que podías escucharme.

Claro que puedo escucharte, ¿no prestaste atención cuando te dije que te daría algunas de nuestras habilidades, eres tonto o algo así?

Abraham reprimió el impulso de "pensar" en una respuesta ante aquella pregunta y forzó su mente a imaginar otras cosas, se enfocó particularmente en un pez que nunca antes había visto que nadaba a su lado, tenía franjas naranjas, aletas gravemente desproporcionadas a su cuerpo y un par de ojos completamente blancos sin aparentes pupilas.

Curiosamente no era lo más raro que había visto en el día.

De un momento a otro sintió una mano detenerlo por su hombro, impidiéndole seguir avanzando.

Si das un paso ten por seguro que dormirás con los peces, un poco más de atención no te vendría mal —dijo la voz de Angela.

Abraham miró al frente suyo cayendo en la cuenta de que estaba parado justo al borde de lo que parecía ser el abismo del que Angela le había comentado.

Alzó las cejas hasta no poder más por la sorpresa que se llevó al ver que por poco caía al interior del espeluznante abismo, le recordaba a la Grieta de los Guivernos y eso le hizo saber que no era buena señal en lo absoluto.

El abismo emanaba una extraña sensación de inquietud y ansiedad, incluso Abraham podía jurar que podía oír un perturbante zumbido provenir de ahí.

A pesar de ser molesto decidió que sería mejor si lo ignoraba.

Así que... Haz tu trabajo —habló Angela con poco entusiasmo.

¿Qué tengo que hacer exactamente? —preguntó Abraham sin poder quitar su vista del oscuro fondo del abismo.

¿Eso no deberías saberlo tú, asquerosa criatura? Ya te traje aquí, ahora es tu turno.

Abraham la miró con fastidio.

¿Al menos puedo saber cómo es tu brazalete?

¿Me creerías si te digo que no lo recuerdo?

¿Lo dices en serio?

Mmm... Déjame pensar. ¡Ah, lo sé! Es circular y... creo que ya.

Abraham empezó a replantearse si acaso no era mejor quedarse en la burbuja y buscar una forma de escapar por sus propios medios. Pero sabía que no había vuelta atrás y Angela no parecía ser del tipo de sujeto que se tomaban bien una negativa.

¿Es todo lo que recuerdas? —insistió Abraham.

Sí, ¿hay algún problema?

Abraham intentó suspirar, no obstante no lo consiguió.

Te deseo suerte, la vas a necesitas para conseguir mi brazalete —dijo Angela.

¿Cómo se supone que bajaré hasta allá? —preguntó Abraham, sin embargo para cuando se giró hacia Angela advirtió en que ella había desaparecido—. Genial, vuelvo a estar solo. Aquí vamos.

Sin tomarse el tiempo suficiente para pensarlo con claridad, Abraham cerró los ojos con fuerza y dio un brinco hacia el frente.

Normalmente caer de un acantilado implicaba una muerte segura, pero como éste se hallaba bajo el agua los resultados cambiaban un poco.

Gracias a las nuevas habilidades y sus sentidos más agudizados que nunca Abraham podía percibir cada uno de sus poros sentir la presión del agua aumentar cada vez más.

Caía lento, era como ver a una pluma descender desde lo alto. Sólo que en esta ocasión él era la pluma que se balanceaba hacia el abismo que parecía ser eterno.

Cuando por fin sintió el suelo bajo él se atrevió a abrir los ojos y percatarse de que todo estaba negro.

Si le dieran a Abraham una moneda por cada vez que había estado en un aterrador sitio oscuro estaba seguro de que sería millonario.

Aunque ahora había algo distinto, aún cuando no tenía claro qué era.

Incorporó su cuerpo tanteando con sus manos su alrededor, dio con una insólita estructura. Una estructura que era tanto sólida como suave y blanda.

Apoyó su mano sobre la pared y empezó a caminar, deseando en silencio obtener una luz junto a él para poder iluminar su camino.

Frenó su paso cuando escuchó un profundo carraspeo que debía provenir de un ser muy grande, o al menos lo suficiente para hacer resonar su voz de esa manera.

¿Hola? —pensó Abraham, esperando que quien fuera que estuviera ahí lo pudiera escuchar  telepáticamente—, ¿hay alguien?

El carraspeo se volvió más fuerte.

—El que esté ahí, lárguese ahora mismo o se las verá conmigo —dijo una voz igual de profunda que el carraspeo anterior, distorsionándose ligeramente a causa del agua.

No puedo irme, estoy en busca de algo importante —respondió Abraham, incluso en su mente casi podía jurar que sus pensamientos flaqueaban.

—No lo volveré a repetir, lárguese a menos que desee enfrentar mi furia.

Pero...

—¡Muy bien, lo has decidido, voy hacia usted!

Abraham pudo oír como las paredes a sus costados retumbaban sacudiéndose creando ondas que llegaban hasta su posición, casi como si se encontrara bajo un peligroso sismo.



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En el texto hay: fantasia, misterio, mundos

Editado: 18.01.2021

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