Árboles ennegrecidos

El bosque

El bosque Waktha siempre fue un lugar siniestro, los relatos que de ahí se contaban nos daban escalofríos a todos, desde que éramos niños hasta ahora que somos adultos. Cada uno de nosotros nos abrazábamos las rodillas mientras Tiwe, el anciano de la aldea, nos relataba las visiones que los guerreros tenían al encontrarse dentro del bosque, muchas de ellas hablaban de una criatura con plumaje negro y ojos brillantes.

 

Tiwe decía que aquella criatura les hablaba a los guerreros, mientras sus aves de caza volaban sobre unos árboles desnudos y ennegrecidos; al menos eso era lo que los pobres hombres, que no enloquecían por completo, le platicaban al anciano después de adentrarse al centro del bosque.

 

Con aquellos relatos de miedo nosotros mirábamos al bosque con un cierto recelo, así como con respeto por las presas que nos otorgaba para alimentarnos. Lamentablemente, cuando las presas escaseaban, algunos de nosotros teníamos que adentrarnos a la parte suroeste del bosque para tener un poco más de alimento. Pocas veces se perdían nuestros cazadores, pero hace más de diez lunas atrás, un grupo de nuestros mejores cazadores entraron más allá de lo permitido, encontrándose con aquellos árboles ennegrecidos de los relatos nocturnos.

 

Uno de ellos, Jaw, logró salir sin rasguños físicos, pero con la mente totalmente perturbada; él traía consigo a su hermano, quien presentaba unas terribles heridas de garras y picos. Cuando los encontramos nos dimos cuenta de que Paw, un joven de tez apiñonada, ya había perecido en los brazos de su hermano, el cual no dejaba de balbucear un conjunto de frases que para nosotros no tenían sentido alguno.

 

— Los árboles negros... su tez pálida... sus miles de ojos sin parpadear... enormes alas sobre nosotros... niebla blanca y tierra negra... anaranjados eran sus ojos... se abalanzaron sobre nosotros... no había salida, mas, la oscuridad nos cubría —. Esas fueron algunas de las palabras que aún recuerdo haber escuchado de sus temblorosos labios, mientras mi padre lo separaba de su hermano.

 

Tiwe se acercó al pobre hombre con una manta para cubrir su tembloroso cuerpo, mientras los demás cazadores mirábamos hacia el interior del bosque en espera de nuestros hermanos. Pasamos varias horas así, con la esperanza en el corazón, pero ninguno apareció. El anciano nos pidió regresar a la aldea antes de que las estrellas se posaran sobre el cielo.

 

A la mañana siguiente un grupo de guerreros se adentró para buscar a los otros cazadores; mas, al anochecer de aquel día, los guerreros sólo habían encontrado dos cuerpos en las cercanías del límite impuesto por nuestros ancestros, ambos estaban totalmente desechos y presentaban heridas similares a las del joven Paw.

 

Después de aquel día, Tiwe nos impuso no volver a adentrarnos en aquella zona del bosque. Así pasamos las siguientes lunas, hasta que se encontraron los tres cuerpos restantes de aquellos grandes cazadores; en conjunto decidimos hacerles un ritual para despedirlos a la hora en la que la luna se encontraba más alta Tiwe y Reth, mi padre, dijeron unas palabras para que las acciones de aquellos guerreros no se olvidaran.

 

Después de esa noche, todos teníamos mayor miedo a adentrarnos en el bosque. Los ancianos dejaron de contar aquellos relatos nocturnos para intentar calmarnos, mas, esto era en vano. Todos mirábamos al bosque con ojos vidriosos, con las manos temblorosas y la piel corrugada de miedo, así nos sentíamos cada vez que intentábamos cazar algo cerca del lugar.

 

Todos sabíamos que entrar al bosque nos traería problemas, sin embargo, aquel día necesitábamos cazar algo para la aldea, ya que la escasez se había incrementado. Caminamos por la zona sur del bosque, donde logramos visualizar un claro en el que descansaba un trío de venados.

 

Con bastante cuidado nos acercamos, yo tensaba mi arco para tomar ventaja del más débil de los tres animales, mientras mis compañeros rodeaban los árboles para no perderlo, pero no esperábamos que aquellas criaturas corrieran antes de disparar y nos guiaran más allá de los límites impuestos. Juntos corrimos detrás del más débil, que a pesar de ser más lento que sus compañeros nos llevaba un par de metros de ventaja.

 

Corrimos varios metros dentro del bosque, los animales se separaron cuando la niebla comenzó a avanzar y nosotros nos paramos en seco. La niebla era clara y baja, nuestra presa se paró mientras miraba hacia nosotros. Todos nos miramos unos a otros, teníamos miedo, pero también hambre, así que continuamos, avanzando más rápido sobre los pasos de aquel animal. Él nos guiaba al interior del bosque.

 

Nos adentramos unos cuantos metros más y los árboles cambiaron drásticamente, al igual que el espesor de la niebla. Aquel animal que perseguíamos había desaparecido, nuestros pies estaban cansados y la niebla comenzaba a volverse fría; con el temor en nuestros miembros avanzamos unos pasos más. Así fue como nuestros ojos se encontraron con los árboles negros y desnudos.

 

Yo temblaba de miedo, mi mente estaba totalmente nublada y mis oídos escuchaban susurros a lo lejos. Mis pasos se volvían lentos mientras esas voces me guiaban y me alejaba de los demás. Cada paso me acercaba a los árboles y sus ramas desnudas, poco a poco el aletear de unas aves se incrementaba generando que un miedo feroz me invadiera.

 

Los troncos viejos y negros se unían unos a otros, mientras varias sombras aladas pasaban junto y sobre de ellos. Las alas de aquellas gruesas aves retumban en mis oídos, así como una suave pero aguda voz me cantaba una melodía. Al acercarme a esa voz, sentí como las aves chocaban sobre mi cabeza y sus plumas me golpeaban suavemente.

 

Mi mente comenzaba a dar vueltas y mis pasos a tropezar entre las ramas y rocas que rodeaban los troncos. Mis pies ya lastimados no me permitieron seguir y caí en un sendero de tierra, ahí fue donde vi a esa criatura.
 




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