Arcadia

Peticiones

—Una birra.— le pedí al camarero nada más se acercó a nosotros.

—Otra.— pidió mi amigo.

—¿Qué se supone que haremos ahora?

—En eso estaba pensando.—murmuró reflexivo mientras cruzaba sus manos.—No tenemos dinero ni mucho menos un lugar en el que poder refugiarnos.

De repente hizo silencio. Sus labios se sellaron al mismo tiempo que sus diminutos ojos se entreabrieron lentamente.

—¿Qué, se te ocurrió alguna idea?—me entusiasmé.

Pero él tan solo me devolvió la mirada dándome a entender que lo que escondía su mente era un plan que definitivamente no me gustaría.

—Podríamos acercarnos al bazar. El mercado de bienes de este sitio es espectacular.

—¿Al bazar?— repetí confusa.—¿Apenas tenemos oro y tu decides gastártelo en bienes sin importancia y sin apenas valor?

—El bazar de Elion es el punto en el que se reúnen los mercaderes para realizar sus transacciones. Te puedo asegurar que sus negocios son de todo menos intercambios sin importancia y sin valor. Además, no quería acercarme ahí para comprar precisamente.

Mi rostro palideció por momentos nada más escuchar sus palabras.

—¿Es que has perdido el juicio?—me sobresalté.—¡Estamos hablando de Elion, Cristian, el reino más seguro de todo Arcadia!

De repente, el camarero nos sirvió las dos birras provocando que me viese obligada a tranquilizarme y a bajar el tono de voz.

—Es una completa locura entrar en el mercado y saquearlo. Nadie en su sano juicio llevaría a cabo tan estúpido plan.— continué una vez se marchó.

—El hecho de que sea el reino más seguro es justamente lo que hace que esconda aún más sus riquezas, ¿o es que acaso nunca te has preguntado por qué Elion construyó la famosa puerta de acero o incluso por qué sus guardias son tan reconocidos?— dijo mientras agarraba con fuerza su bebida para echarle un trago.—Tresa, cada reino tiene sus propias leyes, pero siempre es por algo. En Argag, por ejemplo, si abandonas, tienes que dar por hecho que no podrás volver, porque es un reino que se especializa únicamente en el comercio. Un reino tan pequeño no puede darse el privilegio de perder a sus ciudadanos ni a sus comerciantes.

Era consciente de las palabras que mi amigo estaba diciendo, pero no iba a cambiar tan fácilmente de opinión. No obstante, Iba a replicarle nuevamente su insensatez cuando rápidamente me cortó.

—Tresa, no te gires, pero hay alguien observándote fijamente.

El tono con el que me lo había dicho no pudo evitar erizar mi piel y sobresaltarme.

Disimuladamente, miré de reojo, pero apenas conseguía visualizar lo que se encontraba detrás mía.

Temerosa, sostuve mi mirada en Cristian sin saber como reaccionar.

—¿Deberíamos marcharnos?—pregunté con un hilo de voz.—Es posible que algún guardia nos haya seguido hasta aquí.—pero él solamente negó con la cabeza.

—Ese no es un guardia.

Inconscientemente, paré al camarero agarrándole suavemente por el brazo para captar su atención y preguntarle por la persona que acechaba tras mis espaldas.

—¿El que está cubierto con una capa?— preguntó haciendo que Cristian asintiera con la cabeza.—Me extraña que no hayáis oído hablar de él. Es conocido por todo el reino.

—¿Es un soldado?

—Oh no, desde luego que no, pero sí que es cierto que gracias a él la seguridad de Elion es impecable. Se dice que la mayoría de los casos son resueltos por él, y que incluso da órdenes directas a algunos soldados.

Al marcharse, una idea atravesó mi mente haciendo que instintivamente mirará hacia atrás sin ningún tipo de reparo. Llevaba puesta una gran capa gris, y sobre él un pequeño cúmulo de papeles que iban acompañados de una pluma.

—¿Qué haces?—me giró rápidamente mi amigo.—No sabemos quien es, y que esté relacionado con la guardia de aquí nos hace estar en desventaja. Por alguna razón no te quita el ojo de encima.

—Justamente por eso quiero hablar con él.— apenas le dio tiempo a mi compañero de responder cuando inmediatamente me levanté de la mesa para acercarme a la suya, que se encontraba en una esquina separada del resto.

—¿Puedo ayudarle en algo?—me preguntó con cortesía una vez mis piernas se pararon justo enfrente suya.

—Mi compañero ha notado que no me ha quitado el ojo de encima.— dije haciendo que ambos observásemos al nombrado, que bebía de la birra disimuladamente mientras nos miraba fijamente.—¿Es usted investigador o algo por el estilo?

—Con tan solo escuchar esa pregunta me doy cuenta de que no sois de aquí.— dijo mientras guardaba las hojas en las que escribía.—¿De dónde venís, forasteros, y cómo habéis cruzado las puertas del reino?

—No ha respondido a mi pregunta.— sonreí al darme cuenta de que trataba de desviar el tema.

—No sé si investigador es la palabra indicada. Resuelvo casos y recopilo información sobre distintos temas para que la seguridad de Elion prevalezca. Se podría decir, que el Estado es mi propio jefe.—respondió con un tono de voz monótono y pausado.

Mis ojos se iluminaron nada más escuchar aquella frase.

—¿Es usted capaz de recopilar información sobre cualquier asunto, por íntimo que sea?— el hombre, al darse cuenta de que tenía cierto interés en él, se giró sutilmente hacia mi, encarándome, mientras se bajaba la capucha dejándome ver sus pronunciadas ojeras y su perfecto bigote, que se lo acicalaba sutilmente.

—Me esfuerzo porque así sea.— iba a responder cuando rápidamente me interrumpió.—Sin embargo, me temo que aún no te has presentado y que no has respondido a mi pregunta.

De alguna manera, sentía que me encontraba arrinconada entre la espada y la pared.

—Venimos del reino de Argag. Tu predicción no era errónea, somos forasteros. Me llamo Leire.

—Está bien, Leire, yo soy Joel.-sonrió con timidez.— Así que Argag.—murmuró por lo bajo.—¿Está bien alejarse del reino aún sabiendo que no podéis regresar?




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