Cecie y Jara decidieron pasar la noche en un pequeño hostal. A la mañana siguiente, la cálida luz del sol despertó a la morena, que entusiasmada por volver a reencontrarse con Tresa, levantó a su amiga obligándolas a planificar sus próximos días en el reino.
Eran conscientes de que Elion no era precisamente pequeño. Encontrar a Tresa era como intentar buscar una aguja en un pajar, y debían de hacerlo con la máxima discreción si no querían que incidentes como los de anoche volviesen a ocurrir.
La rubia sacó un pequeño mapa de su cartera que ella misma había hecho a mano, y le señaló a su amiga donde se encontraban exactamente y el camino que habían seguido desde su hogar.
—Argag está realmente cerca de Elion, solo que el bosque es demasiado espeso y nos ralentizó.
—Han pasado aproximadamente cuatro días desde lo sucedido con Tresa. Si realmente se ha marchado sola y sin ayuda de nadie, entonces lo normal sería pensar que sigue en la ciudad. Se ha podido refugiar en una posada, al igual que nosotras.
—Según el mapa, hay un total de cuatro albergues en el reino, podríamos ir buscando de una en una.
—Tenemos el problema de los guardias, Jara.
—Les contamos lo mismo que ayer.— respondió inocente.
—¡No!—exclamó Cecie.—No funcionará dos veces. Anoche tuvimos mucha suerte, no debemos de subestimar a los guardias de Elion tan a la ligera.
—¿Entonces qué propones que hagamos?
La rubia se quedó pensativa durante un tiempo intentando buscar otra alternativa que no fuese divagar por las calles expuestas, pero no encontró ninguna solución, o al menos no en tan poco tiempo.
—Iremos por los callejones, pero con mucha precaución.— fueron sus únicas palabras.
La morena, satisfecha, se colocó rápidamente los zapatos al mismo tiempo que se colocaba la túnica por encima seguido de su amiga.
Como Cecie había señalado, se adentraron en el primer callejón que vieron, y siguiendo la ruta del mapa, empezaron a caminar sigilosamente hasta acercarse a la posada más cercana.
Al ser por la mañana, las calles estaban llenas de vida: Niños jugando entre ellos, familias aprovechando para ir al mercado a comprar, duques y ciudadanos de clase media-alta negociando...
Para las dos amigas, tener que caminar por los callejones era realmente agotador, pues las calles eran estrechas y estaba llenas de barro, lo que fácilmente hacía que, no solamente dejaran huellas, sino que también ralentizaran sus pasos.
—Hay demasiada gente hoy.—se exasperó la morena nada más salir a la calle principal.
—Nos será más fácil infiltrarnos entre la multitud.
Ambas continuaron caminando entre los ciudadanos. Sin embargo, sentían como el ambiente, a pesar de la gente, se sentía hostil.
No existía la calidez que se sentía en Argag, y eso de alguna forma las incomodaba.
Los roces entre los civiles con los que chocaban sus hombros se sentía tan frío e impasible, tan vacío e indiferente, que por un momento ambas amigas se olvidaron de que paseaban por las calles de Elion.
Cada reino es distinto, al igual que cada cultura. Y eso, en su conjunto, engloba al ser humano.
Los valores, tradiciones, símbolos, creencias y principios son aspectos que conforman una determinada cultura y un sentimiento de pertenencia en el individuo, pero por alguna razón, en Elion se sentía completamente atípico.
Cada paso que daban lo hacían con incertidumbre y vacilación. Definitivamente, se habían embarcado en un viaje hacia las tinieblas.
De repente y sin previo aviso, unas voces a la distancia, aunque lo suficientemente sonoras y severas como para alarmarlas, tomó a las dos amigas por sorpresa.
—¡Guardias!—exclamó Jara de un salto.
—No están haciendo controles.— trató de mantener la calma Cecie.—Con que demos la vuelta y volvamos al callejón está bien.
Decidida, la rubia agarró por la muñeca a su amiga para no perderse entre la multitud, pero un cuerpo robusto y fornido bloqueó el paso haciendo que, angustiadas, echaran la vista hacia arriba.
La mala suerte se había presentado en ese momento en Cecie y Jara: Encontrarse con el mismo guardia dos días seguidos era definitivamente algo desafortunado.
—¿Habéis conseguido ya vuestra identificación?— preguntó como autoridad, pues era evidente que reconocía sus caras del día anterior.
—¡J-Justamente a eso íbamos ahora, agente!— tartamudeó Jara inquieta.—¡Menuda casualidad! ¿No le parece?
Cecie, a su lado, no hacía otra cosa más que observar a su alrededor en busca de una respuesta con la que poder salir de aquella situación , pero lo cierto es que el tiempo pasaba y nada bueno se le ocurría.
El agente, por el contrario, no le siguió la cortesía a la morena, de hecho frunció aún más el ceño.
—¿Las conoces?—preguntó su compañero.
—Son primas, miembros de la familia Yullí que se vieron forzadas a abandonar Seirin. Anoche me las encontré, pero quedamos en que la próxima vez que nos cruzáramos no habría una segunda oportunidad.
Aquella ultima frase la había clavado con tanta dureza en las dos amigas, que no pudieron evitar tragar saliva y sonreír con gentileza en busca de misericordia.
—¿Yullí?— repitió su compañero incrédulo haciendo que a ambas amigas les diera un vuelco el corazón.—Es imposible, no hubo supervivientes. Acabaron con aquella familia sin dejar heredero.
El general miró a las dos con el semblante aún más oscuro que antes y la frente completamente arrugada de la irritación que estaba acumulando y que ya le era imposible de ocultar.
—Eso es absurdo.—intervino Cecie nerviosa.
—Sabiendo como es la delincuencia de Seirin, me atrevería a decir que lo absurdo sería pensar algo tan descabellado como eso, y más aún si se trata de una familia tan reconocida.— dijo su compañero mientras agarraba con fuerza del brazo a la rubia.
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novela juvenil que contiene romance, aventura amistad drama acción, revolucion y profecia
Editado: 04.08.2024