Arcadia

4- tormenta

Mew Weiss llegó a la isla de Playa Esmeralda esa misma tormentosa tarde de Noviembre. El cielo estaba oscuro y la lluvia caía con tanta intensidad que parecía que el segundo diluvio universal había llegado. El viento era arrasador y con su mano gélida había casi congelado las delgadas piernas de Mew 

   Sin embargo, el joven no se había dado cuenta del frío, la lluvia o el viento. Sus ojos negros parecían brillar más de lo usual. Sentía que con sus dos ojos de artista no podía captar todo su alrededor, como hubiese querido.

   Había sido un largo viaje en barco, con el clima inclemente, húmedo y frío. Pero la emoción que embargaba a Mew desde su partida de tierra firme, era combustible suficiente para mantenerlo tibio, expectante y callado.

Ruth Weiss se había excusado, ni bien subieron al ferry, y se había encerrado en el baño para evitar a Mew quien no le había quitado los ojos de encima en todo el viaje hasta el puerto. Y la señorita Braddock estaba secretamente agradecida del silencio del jovencito. Le había ahorrado la tan temida situación de tener que hablarle de los extraños Weiss de la isla de Playa Esmeralda.     

“Extraños” era una de las maneras “educadas” en que algunos isleños llamaban a los Weiss. Leo y Sarah Weiss eran campesinos, casi iletrados, poco amigos de las personas, de costumbres algo paganas, muchas deudas y pocas ovejas…Así era la descripción que diera cualquiera de sus vecinos si se les preguntaba. Pero los hermanos Weiss parecían hacer caso omiso a estas opiniones: quizá porque muy contadas veces abandonaban su granja para ir al pueblo o quizá porque vivían tan sumergidos en sus propias vidas que no tenían demasiado tiempo para escuchar la opinión de los demás. Llevaban una vida sencilla ,humilde pero tan noble que eran la envidia secreta de cualquier santo.

La Señorita Braddock había escuchado a los del pueblo hablar sobre los Weiss y secretamente, y a veces no tan secretamente, coincidía con esas opiniones.

   El propio Mew Weiss también había escuchado de boca de su padre sobre la maravillosa vida que los Weiss de la isla Esmeralda llevaban, lejos de la gran ciudad, la contaminación y los peligros. Allí no había luz eléctrica, ni agua potable, mucho menos red cloacal y por supuesto, los niños de la isla no sabían lo que era una computadora o cualquier otro juguete tecnológico. En la isla, la gente vivía como hacía doscientos años.  Aunque ahora, con todo lo que había escuchado sobre esas personas, no sabía qué pensar sobre ellos.

   Mew vio extasiado como “El Marinero” desaparecía mar adentro. Y sólo recién entonces apresuró el paso para unirse a la Señorita Braddock y Ruth Weiss, quienes cruzaban el muelle hacia un refugio de madera desgastada que se alzaba a unos cuantos metros, tierra adentro. 

- No tengo señal en ninguno de mis dos celulares.- se quejó la señorita Braddock.

- Aquí no hay antenas de telefonía celular.- dijo Ruth Weiss seria.

- ¿Y cómo hacen para comunicarse?- bramó la señorita Braddock, incrédula.

- Generalmente optamos por…ir a sus casas y hablar… O si es una ocasión especial, mandamos una carta…, por supuesto.

- ¡¿ Carta…?!- la señorita Braddock no salía de su asombro.

Ruth Weiss ya comenzaba a irritarse.

- Ustedes, la gente de tierra firme…Gente rara en verdad. Carta…ya sabe, papel, sobre, estampillas, cartero.

La señorita Braddock sintió que Ruth Weiss se le estaba burlando en la cara y sin tapujos. Así que optó por quedarse callada y simuló estar interesada en la pantalla de uno de sus celulares.

    Mew apuró el paso tras las dos señoras y mientras miraba la lluvia a su alrededor, intentó secarse el pelo que le chorreaba a borbotones en la cara y le molestaba la visión. Pero aún cuando logró que el cabello se acomodara hacia atrás, no fue mucho lo que pudo divisar del paisaje circundarte. Sólo podía ver a intervalos regulares la luz brillante y potente de uno de los faro de Playa Esmeralda. A su alrededor, la cortina de agua que caía era tan potente que impedía casi por completo la visión.

   -Suerte que dejé de temerle a las tormentas hace mucho.-pensó Mew mientras se frotaba las manos contra su abrigo color mostaza chillón totalmente empapado.-Podría ser peor…al menos no hay true…¡¡¡aaay!!! …

Fue tan fuerte el sonido del trueno que Mew quedó agazapado contra una tabla que sobresalía del refugio…La señorita Weiss se asustó más por el grito desgarrador del joven que por el trueno mismo, y eso la enojó. Obligó a Mew a levantarse del suelo tan bruscamente que no se detuvo a pensar en la tabla que sobresalía y, en el momento de levantarlo jalándolo de una manga, Mew se lastimó el brazo con la parte puntiaguda de la madera raída. Sintió un fuerte dolor que le llegó hasta la mano y no pudo evitar que sus piernas fallaran. En el momento en que iba a caer, unas manos firmes parecieron frenar su caída y antes de desmayarse vio, sólo por un brevísimo instante, unos ojos tiernos de profundo color miel que lo observaban ,con una mirada igual a la de su padre. Y susurrando su nombre, se desvaneció. 



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En el texto hay: espiritus, mewgulffanfic, romancebljuvenil

Editado: 17.09.2023

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