Arcadia

13- el ayudante de Leo

La noticia de que Gulf Lynch se había convertido en ayudante de los Weiss en Arcadia corrió como un reguero de pólvora por toda la isla. Y durante varios días, en el pueblo no se habló de otra cosa. Pues todos sabían que los Weiss eran bastante reservados y, a no ser por la reunión de Damas de la beneficencia dos veces al año, nadie osaba pisar aquella granja, con algunas raras excepciones. Por lo que las historias extrañas que se contaban sobre ambos hermanos eran hasta increíbles. Y ahora un huerfanito hijo de un matrimonio incestuoso y un joven deforme a quien nunca nadie se atrevía a mirar, se unían a esos dos de sangre druida. 

La señora Cuccamber y su séquito de fieles seguidoras, todas compañeras del té de los Viernes, estuvieron varios meses discutiendo en sus encuentros sobre los Weiss de Arcadia y sus extrañas ocurrencias.

Pero una vez obtenido el beneplácito de la señora Lynch, ni Gulf, ni Mew ni los hermanos Weiss se dejaron amilanar por las habladurías. Y a la semana de haberse instalado el joven Lynch, todos en Arcadia sentían que había estado allí toda la vida. Su carácter reservado y su responsabilidad y empeño en sus tareas le habían asegurado la confianza de los Weiss. Y sus historias sobre la isla y sus espíritus, contadas a Mew después de la cena, en encuentros furtivos cuando éste se quedaba lavando los platos mientras que sus tíos ya se habían retirado a descansar, le había reforzado toda la atención y simpatía de Mew hacia él. Y éste se hubo ofrecido a enseñarle a leer y escribir a cambio de tan bien narradas historias y horas compartidas.

Y una noche tormentosa a mediados de Noviembre, Mew y Gulf se sentaron en el alfeizar de la ventana del entrepiso, encaramados uno con una lámpara de kerosén y el otro con unas hojas usadas que la tía Sarah había encontrado mientras ordenaba la buhardilla.

Y letra a letra, primero las vocales y luego algunas consonantes, las más fáciles, comenzó la lección. Mew era muy buen maestro. Pareciera que siempre se hubiese dedicado a ello: era paciente, claro en sus explicaciones y aunque utilizaba un método bastante original, terminó enseñando a un diligente Gulf todo el abecedario en dos noches. Y la tercera, al final de la semana, el joven se vio sorprendido al ser capaz de combinar una docena de consonantes con distintas vocales y hasta reconocer partes de palabras que Mew le escribía en el papel.

Y finalmente, un Sábado por la noche, después de que Gulf escribiera correctamente su nombre completo, Mew abrió su Biblia en el Salmo 23 y lo hizo leer: 

                               “El Señor es mi Pastor. Nada me faltará…”

Gulf, después de leer prácticamente de corrido, los dos primeros versos, levantó la vista y miró a Mew tan profundamente que éste sintió que sus mejillas se prendían fuego.

- ¿Por qué lo haces?- preguntó Gulf casi en un susurro.

  - ¿Por qué hago qué? - Mew se tocó la cara con ambas manos- ¿Ponerme colorado…?- bromeó.

La sonrisa de Gulf solo hizo que sintiera más calor.

- ¿Por qué me ayudas? ¿Por qué te tomas el trabajo? Podrías estar descansando. Es casi medianoche y en vez de de dormir estás aquí…conmigo.

Los ojos color negro profundo del joven se volvieron a clavar en los de Mew.

- ¿Por qué no te asustas con mi mancha, como la mayoría?

- Piensas demasiado en tu mancha. Es a ti al que no le gusta, ¿cómo pretendes que le guste a los demás? Yo no la veo. Cada vez que te miro, veo al joven con la sonrisa más linda que he visto.

Ahora era Gulf quien sentía ruborizarse y ante el piropo no pudo evitar sonreír.

- Y te ayudo porque…mi padre me enseñó que la ayuda desinteresada es la base de las relaciones humanas.- Mew se encogió de hombros- No estoy muy seguro de lo que significa pero sé que esencialmente es ayudar…

-… A los pobres y feos como yo…

- …A los amigos…- Mew buscó la mirada del joven- ¿O qué? ¿No quieres ser amigo de un huerfanito, hijo de primos fugitivos?

Gulf rió divertido.

- ¡Es creativa esa vieja Cuccamber a la hora de hablar de los demás!

- ¡Gulf Roy Lynch!- Mew imitaba ahora la voz de la maestra dominical- ¡No se dice “vieja”! Sino señora grande mayor…

Gulf seguía riendo a carcajadas.

- Además, no es creatividad…, - Mew le hizo señas para que no hiciera tanto ruido- es verdad que soy huérfano y también es verdad que mis padres eran primos hermanos. Y estoy muy orgulloso de ser su hijo.

- Y yo les estoy muy agradecido por haberte traído al mundo. Mi vida seguiría siendo gris y triste sino fuera por ti.- dijo Gulf tomando la lámpara de kerosén- Señorito Mew, este caballero se retira.- las mejillas del joven ya estaban muy rojas- Descanse y nos vemos mañana. Ah, tenga cuidado pues hay luna llena…

- ¿Y qué…? ¿Acaso hay hombres lobos? ¿O los espíritus de la isla se despiertan y recorren sus lugares favoritos en noches como ésta?- bromeó Mew con una sonrisa, aún deleitado por las palabras de Gulf.

- ¡Nada de eso!- contestó el joven jocoso- Hay luna llena y mis ronquidos se hacen más fuertes y estridentes con esa fase lunar. No olvides que duermo aquí al lado, en el altillo. ¡Tápate los oídos! Luego mañana no te quejes de que no te he dejado dormir.



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En el texto hay: espiritus, mewgulffanfic, romancebljuvenil

Editado: 17.09.2023

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