- El señor Stanton viene en representación del juzgado que lleva tu caso en Tierra Firme.- anunció Sarah a Mew mientras le hacía señas para que se uniera a ellos en la mesa del gran comedor.
El jovencito sintió una punzada de advertencia en el estómago. Era una mala señal que Sarah hubiera sentado al recién llegado en el living- comedor y no en la cocina. Era, entonces, un asunto formal y frío y no podía traer más que una mala noticia.
Leo estaba parado cerca del hogar y tenía los ojos clavados en un leño que ardía estrepitosamente. Mew se sentó y se quedó todo lo quieto que sus manos temblorosas se lo permitieron. Sintió, para sus adentros, que era una lástima que Gulf tuviera que irse al tambo para acabar con la tanda de quesos semi-blandos. Su presencia le habría asegurado a Mew que no estaba tan solo como se sentía en ese momento. Aunque estaba el tío Leo, quien ahora lo miraba con una leve sonrisa.
Mew juntó coraje y miró al señor Stanton, por primera vez, de frente. Era un hombre de mediana edad, con un bigote prominente, cara redonda y ojos hundidos de color gris plomo. Parecía un poco nervioso y le sudaba la frente, que se secaba cada tanto con un pañuelo blanco.
- Señorito Bartolomew Weiss, mi nombre es Louis Stanton y tengo la triste tarea de informarle que…dentro de un mes, aproximadamente, vendré a por usted a llevarla a Santa Elena.
- ¿Qué…es Santa Elena? – balbuceó Mew, sintiendo que la respuesta no le iba a agradar demasiado.
Sarah reprimió un sollozo y se limpió la nariz con un pañuelo bordado.
- Es un…orfanato.- dijo el señor Stanton.
Mew arqueó las cejas y abrió los ojos grandes como platos.
- …Un orfanato es un lugar donde…- intentó explicar el hombre.
- ¡Ya sé lo que es un orfanato!- gritó Mew levantándose de golpe.
- Tranquilo, Mew.- Leo se acercó a él y trató de contenerlo pero el jovenciti, con el rostro que ya empezaba a llenarse de lágrimas, salió corriendo dando un portazo.
Tropezando cada tanto, corrió pradera abajo y luego cruzó todo el Bosque Milenario, sin detenerse y sin mirar atrás. Y continuó corriendo hasta llegar a un grupo de rocas planas que se internaban en el mar y se empapaban con las olas que arremetían contra ellas con una violencia descomunal.
Mew frenó su carrera casi en el borde y apenas tuvo tiempo de retroceder unos pasos cuando una ola se estrelló cerca de suyo, empapándole los zapatos.
Una nueva ola, más alta y más violenta que la anterior, se acercaba peligrosamente y golpeó en la base de la roca justo cuando una mano se cerraba con fuerza a su brazo delgado. Mew sintió que era jaloneado hacia atrás, en el mismo momento en el que la ola caía de lleno en el lugar donde, un segundo antes, había estado parado.
- ¡Mew! Si te pasara algo, yo me moriría…- dijo una voz temblorosa mientras lo abrazaba.
Mew se estremeció bajo aquellos brazos. Se había dado cuenta de lo cerca que había estado de ser arrastrado mar adentro. Miró a quien li envolvía cálidamente y por un momento se perdió en aquella mirada turbada por las lágrimas.
- Gulf…- balbuceó entre sollozos.
Y se pegó más al pecho del muchacho, sintiendo los violentos latidos de su corazón.
El joven Lynch, siempre envolviéndolo entre sus brazos, lo guió hasta el centro del Bosque Milenario y se sentó con él sobre un gran tronco petrificado.
- Yo estaba escuchando, desde la cocina…cuando saliste corriendo y…te seguí.- dijo Gulf en voz baja.
- Gracias…
Mew temblaba tanto que Gulf se quitó su chaqueta de trabajo y se la pasó por los hombros. Lo volvió a abrazar con dulzura, apoyando la cabeza de él en su pecho. Y le besó la frente.
El ritmo de su corazón se fue calmando de a poco, lo mismo que el de Mew y unos instantes después, él alzó su mirada y sonrió.
- Gracias…
- ¿Otra vez…?
- Y mil veces. No sé en qué estaba pensando cuando me acerqué tanto al borde.
- No estabas pensando. Ése fue el problema.
- No quiero irme de Arcadia.- sollozó Mew, volviéndose a pegar al pecho de Gulf.
- Y no te irás. Porque no dejaré que te lleven a ningún lado. Y sé que ni Leo ni Sarah tampoco lo permitirán. Deja todo en sus manos. Confía en ellos. Son adultos y saben resolver los problemas.
- ¡Yo también sé hacerlo!- exclamó indignado Mew apartándose de los brazos del muchacho- ¡No me trates como a un niño! Estoy a punto de cumplir quince años.
- ¡¿Cuándo?!
- Dentro de…seis meses…
Gulf rió divertido. Lo que provocó que Mew se enfadara aún más. Se levantó y caminó en dirección al puerto.
Gulf lo siguió. Y cuando estuvo sólo a un paso de él, dijo:
- Si ya no eres un niño entonces demuéstralo. No huyas. Enfrenta tus problemas. Todos los problemas tienen solución. Y yo te ayudaré. Ya no estás solo. Ahora me tienes a mí.
Mew se sintió conmovido con aquellas palabras. Se dio vuelta y se volvió a fundir en los brazos de Gulf. Y se hubieran quedado así todo el día sino fuera por unas voces provenientes de un grupo de árboles tupidos. Esto los puso un poco tímidos y se soltaron ambos con las mejillas sonrojadas.