Arcadia

Prólogo: Ragnarok

Un chillido penetrante resonó en cada rincón del mundo, presagiando así el final de los tiempos. Aunque ya se había pronosticado hace mucho el día del juicio final, su llegada fue mucho peor de lo imaginado.

Cada ciudadano previamente sabía a dónde debía ir para protegerse de la catástrofe, pero el miedo y el pánico generalizado los llevó a ignorar sus indicaciones e intentaron buscar refugio en lo que consideraron más seguro. Eran cinco ciudades móviles gigantescas, conocidas como las Arcas, creadas para resistir el embate del Ragnarok, y preparadas para lo que vendría después, serían el último bastión de la humanidad.

La lucha frenética de las multitudes aglomeradas fuera de las estructuras, obligó su movilización, dejando muchas personas en el camino e inevitablemente aplastando otras más. Sus gritos, desgarradores, llenaron el aire con desesperación. Horas antes del impacto, ya podían sentirse sus efectos: el aumento desproporcionado de la temperatura, bolas de fuego que llovían incesantemente y fuertes terremotos que activaron súper volcanes. En este punto, comenzó el infierno en la tierra y la agonía y sufrimiento se hicieron eco dentro de las fronteras de los bastiones humanos. El hedor a carne quemada invadió el ambiente. Las Arcas se sellaron herméticamente, activaron sus sistemas de soporte vital y se prepararon para lo peor.

Científicos y líderes mundiales se reunían en las salas de control para monitorear la situación con corazones acelerados, manos temblorosas, gargantas secas y frentes sudorosas. Dentro de las salas de control, especialistas pasaban de un monitor a otro incesantemente, haciendo ajustes con cada dato nuevo que aparecía, otros aún intentaban comunicarse con sus seres queridos en sus últimos momentos y los últimos, resignados a su suerte, se habían rendido a rezar por un futuro. La tensión era casi palpable. Todo comenzó a temblar a medida que el asteroide se iba acercando y su fuerza fue tal, que la energía liberada por su llegada era comparable a la de miles de bombas nucleares. Tal colisión desató una onda expansiva que devastó todo cuanto encontraba. El temblor se sintió dentro de cada fortaleza e hizo que las luces parpadearan. Los corazones de los refugiados se hundían con cada estruendo que resonaba dentro de sus muros. La desolación y la impotencia los inundó al ver cómo su mundo desaparecía frente a sus ojos. Los que quedaron afuera, en cambio, no corrieron con tanta suerte, pues la temperatura del globo se disparó, incinerando bosques y ciudades. Torres de fuego, escombros y ceniza llenaron el cielo. El planeta se cubrió en un manto de sombra absoluta. El impacto causó un desplazamiento en las placas tectónicas tan violento que ocasionó que la disposición de la Tierra cambiara drásticamente. Los terremotos consiguientes fueron tan fuertes que fracturaron la corteza terrestre. Luego de terremotos, mares de llamas y tsunamis, finalmente todo se calmó. Solo quedó un silencio sepulcral inundándolo todo. Con el tiempo algunos tenues rayos de sol pasaron por la atmósfera de ceniza.

Aunque fueron construidas como fortalezas para resistir ese preciso momento, y su infraestructura se mostró capaz de resistir el cataclismo, no se podía decir lo mismo de sus habitantes, quienes observaron todo horrorizados desde la seguridad de sus pantallas. La espera vino después. La incertidumbre de si habría quedado vida y la duda de si el mundo podría volver a ser habitable dominaron sus pensamientos. La vida como la conocieron había terminado y este ya no podía ser considerado su hogar. El Ragnarok no solo sacudió el planeta, sino también los cimientos de la existencia misma. Mirando la desolación a través de sus pantallas, solo una idea pasó por sus mentes: "Este nunca será nuestro hogar otra vez". Unificada entre todos los sobrevivientes, esa idea los llevó a decidir comenzar de nuevo, y así, renombraron a la ya moribunda Tierra, con un nombre que diera más esperanza. Esta vez, con la promesa de hacerlo mejor por ellos, por sus descendientes y por aquellos que dejaron detrás, nació: Gaia.

El planeta, ahora cubierto de oscuridad, pasó de ser un infierno llameante a convertirse en un páramo helado, azotado por la actividad volcánica. Este planeta hostil se convirtió en algo distinto al lugar que les permitió prosperar como especie, era un lugar nuevo y mortal que desafiaba la esperanza y resiliencia humana. Los días se convirtieron en semanas, las semanas en meses y los meses en años. Quienes una vez miraron fuera con terror y desesperación, ahora lo hacían con esperanza y la ilusión de poder sobrevivir, y quizás, en algún futuro, poder llamar hogar a este caótico lugar. El cambio climático drástico, resultado de las fluctuaciones extremas de temperaturas y la activación de súper volcanes, hizo que Gaia fuera inhabitable durante siglos, o al menos eso se creía.

El cambio climático drástico, resultado de las fluctuaciones extremas de temperaturas y la activación de súper volcanes, hizo que Gaia fuera inhabitable durante siglos, o al menos eso se creía




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