Arcadia

Capítulo 4: Despedida en silencio

La sala de mando de Aegis estaba bañada en una luz cálida, un marcado contraste con el brillo de los monitores holográficos. Cada personaje estaba inmerso en sus pensamientos, a la expectativa de la información que Noah quería compartir.

—¿Qué sucede? —preguntó Aiden, una mezcla de intriga y ansiedad en su voz.

Noah, con la mirada cargada de culpa y arrepentimiento, apenas podía hablar. —Aiden...

Antes de que Noah pudiera continuar, las pantallas se sincronizaron abruptamente, mostrando al comisario Reyes, líder de las fuerzas policiales de Terra. Su rostro era serio, una máscara que apenas ocultaba su preocupación.

—¿Qué sucede ahora? —Aiden clavó la mirada en las pantallas, su voz era un susurro cargado de ansiedad.

—Eso parece ser una transmisión de emergencia —dijo Lucius, con una expresión de alerta que endurecía sus rasgos.

El comisario Reyes apareció en las pantallas, su expresión grave. —Ciudadanos de Arcadia, hemos detenido a un individuo involucrado en el incidente durante el Pentagram, que resultó en la muerte de la doctora Violet. El sujeto fue capturado utilizando equipo ilegal de Génesis. Será trasladado a una instalación de máxima seguridad para su interrogatorio. La fuerza policial de Terra asegurará la integridad del proceso y evitará cualquier incidente.

—Esperen, ¿y si esto es solo una distracción? —interrumpió Elizabeth, reflejando preocupación en su mirada.

—Esto es obviamente una distracción —refiriéndose Noah a una de las pantallas.

—El momento es muy conveniente —observó Lucius, su tono calculador y frío como el acero.

—Fue demasiado rápido —Julius asintió lentamente, mirando las pantallas con sospecha y confirmación.

—¿Quieres ayudar? ¿Quieres enmendar los errores con tu familia? Consíguenos una audiencia con el sospechoso. Quiero verlo con mis propios ojos —Aiden miró a los ojos de Lucius con una determinación que brillaba más fuerte que las luces de la sala.

—Eso puedo hacerlo. Saldremos inmediatamente. Necesitamos movernos rápido si queremos hablar con el sospechoso antes de que llegue a prisión —asintió Lucius con una resolución que parecía mover montañas, dirigiéndose a la puerta.

—Luego hablaremos de lo que sea que tengas que decir —dijo Aiden, dirigiéndose a Noah y colocando una mano en su hombro.

Lucius salió de la habitación con pasos que resonaban como tambores de guerra, y los demás lo siguieron sin dudar.

En el hangar, Prometheus esperaba, su silueta oscura y elegante como un depredador en reposo. El Capitán Marcus saludó con una formalidad que no lograba ocultar su sorpresa.

—General —esperaba Marcus la orden, su postura la de un soldado que había visto muchas batallas.

—Regresamos a Solaris. Necesito hablar con Reyes —subió Lucius a la nave con la autoridad de quien ha comandado ejércitos.

—Como ordene. Pram está listo y a bordo de la Prometheus. Podemos salir en cualquier momento —respondió Marcus, con voz firme y segura.

—¿Pram? —preguntó Noah con curiosidad genuina.

—Piloto de Rendimiento Alto Militar. Es el androide que te trajo —respondió Marcus con confianza.

Mientras los motores de la Prometheus cobraban vida con un rugido ensordecedor, el HoloBand de Elizabeth sonó con urgencia.

—¡¿Papá?! —Elizabeth se sorprendió al ver la imagen de su padre.

—¡Liz! ¡Por fin! Estaba muy preocupado. ¿Dónde has estado? Te he llamado muchas veces. Me enteré del accidente en la inauguración, salió en las noticias. No me imagino cómo puede estar Aiden. Dime dónde están y voy a buscarlos enseguida —la voz de Héctor era un torrente de preocupación y alivio.

—Papá, tranquilo. Estoy bien —respondió Elizabeth, luchando por mantener la calma.

—Lo siento mucho. Las señales de las HoloBand civiles son bloqueadas en el Cuartel General de Aegis. Debió haber sido una situación muy estresante. Soy Lucius Draconis, General en Jefe del ejército. Su hija está a salvo y será enviada a casa inmediatamente, ella le pondrá al corriente de la situación. Espero mantenga total discreción con el asunto —interrumpió Lucius con una voz que no admitía réplica.

—¿Aegis? ¿El general? ¿Liz, qué está pasando? —la confusión y preocupación se entrelazaban en la voz de Héctor.

—Tranquilo papá, te lo explicaré todo cuando llegue a casa —dijo Elizabeth con una firmeza que se quebraba.

Elizabeth colgó, apagó su dispositivo y dirigió una mirada llena de determinación a Lucius.

—Te vas, no necesito un civil presentando una demanda por secuestro —sentenció el general para finalizar la conversación.

—Pero... —Elizabeth comenzó a susurrar casi una súplica.

—No hay peros. Esto no está abierto a debate. Te vas con tu padre. Es lo mejor que puedes hacer ahora para evitar una conmoción innecesaria —replicó Lucius.

Lucius se comunicó por su HoloBand con uno de los soldados de la fortaleza.

—Necesito un transporte para una civil, está en el hangar principal. Llévenla con su padre —ordenó Lucius.

—Deberías despedirte, no van a demorar mucho —dijo Lucius a Elizabeth, cerrando el tema.

El aire de la cabina estaba cargado del zumbido de los motores del avión y el murmullo de conversaciones nerviosas. Elizabeth se levantó, su corazón latiendo con fuerza dentro de su pecho, y cada paso que daba resonaba con el peso de la incertidumbre y un mal presentimiento.

—Cuídense mucho —Elizabeth abrazó a Julius, sus ojos brillando con lágrimas no derramadas.

—Siempre lo hacemos —respondió Julius, su voz firme pero suave, envolviéndola en un abrazo que era tanto una promesa de protección como un adiós.

Elizabeth se volvió hacia Noah, sus ojos se encontraron y hubo un entendimiento silencioso entre ellos. Ella lo abrazó con una fuerza que intentaba transmitir todo lo que no podía decir en palabras.

—Cuídalo. No está bien. Sé que no está bien —susurró Elizabeth al oído de Noah.




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