Flashback: Arca Terra, Sede Principal de Génesis - Durante la Noche del Pentagram
El aire en la sala de control estaba cargado de electricidad, una tensión casi palpable que se respiraba en cada rincón. Las pantallas parpadeaban con datos y alertas, iluminando los rostros concentrados de los operadores que tecleaban frenéticamente en una carrera contra el tiempo. En medio del caos, un hombre de rostro marcado por líneas de estrés caminaba de un lado a otro, su mirada fija en la interfaz que conectaba con la enigmática entidad conocida solo como Madre.
—Informe de situación —pidió el hombre, intentando mantener la calma.
—La muerte del prisionero ha provocado la visita inesperada del General Draconis a la sede de Solaris —respondió el asistente, su voz cargada de tensión.
—¡¿Qué?! ¿Por qué? ¿Qué diablos hacía el General ahí? La policía debería haber controlado eso. ¿Hay posibilidades de que haya hablado? —la frustración marcaba su rostro mientras se pasaba la mano por él.
—Dada la posición del general, las posibilidades son altas —la voz del asistente denotaba un nerviosismo evidente.
—¡Esto no debería estar pasando! La muerte de Violet debía ser un caso cerrado: un atentado, un terrorista y listo. Pero no, los militares tenían que meter las narices. ¡Madre! ¿No estaba todo calculado? —exclamó el hombre, apretando los puños, su voz teñida de frustración.
—Algunas variables eran impredecibles. El General Draconis está ahora en Solaris, ¿desea intervenir? —la voz de Madre era tranquila, imperturbable.
—Esto complica demasiado las cosas, ¿qué hay de los homúnculos? —se detuvo, su expresión era una máscara de preocupación.
—La eliminación de Dávalos está en proceso. La evidencia se está manipulando —respondió Madre con un tono calmado, casi inhumano.
—Bien. Asegúrate de que todo apunte a él. Luego, borra los rastros. No puede quedar nada que nos vincule —asintió el hombre con gravedad.
—Se hará como ordenas —Madre respondió sin emoción.
—Haz la llamada. Es hora de cortar lazos con Dávalos —ordenó el hombre, señalando a su asistente.
El asistente tomó un comunicador, su mano temblaba ligeramente al marcar el número de la policía. Con cada palabra que pronunciaba, su voz se quebraba un poco más, denunciando la presión que sentía.
—Llamada realizada. Hemos informado a la policía sobre las actividades no autorizadas de Dávalos. Génesis queda desvinculada —informó con voz firme.
—Bien. Ahora, traigan de vuelta a los homúnculos —dijo el hombre, asintiendo con satisfacción.
—Imposible. La conexión se ha perdido. Están desconectados —la interfaz de Madre parpadeaba con un mensaje ominoso.
—¿Desconectados? ¿Cómo es posible? —palideció el hombre, su voz es apenas un susurro.
—No hay rastro de ellos, señor. Es como si hubieran desaparecido —informó un técnico, revisando frenéticamente los datos.
—¿Qué quieres decir con desaparecidos? ¡Encuéntralos! —el hombre gritó con frustración.
Se dejó caer en su silla, y mirando las luces del techo, su mente luchaba por aceptar la magnitud del desastre. Cientos de homúnculos, su creación más secreta y valiosa, se habían desvanecido en la oscuridad de la noche.
Fin del Flashback
Los primeros rayos de luz se filtraban por la ventana de la prisión preventiva, y un manto de silencio se cernía sobre los presentes, creando un ambiente incómodo y agobiante.
Tres semanas habían transcurrido desde aquel fatídico día en el Pentagram, tres semanas que se sintieron como una eternidad para el que esperaba detrás de los fríos barrotes de acero, sumido en el aislamiento. Los días se arrastraban lentamente, y sus pensamientos libraban una batalla constante en su interior, plagados de dudas e inseguridades. El tic-tac de las manecillas del reloj resonaba con una lentitud exasperante, marcando el paso del tiempo en la sala de espera.
Sentado junto a un guardia armado, Aiden, alzó la mirada al escuchar el siseo de la puerta electromagnética. Allí estaban: Noah, Elizabeth, Julius y, manteniendo una distancia respetuosa, Lucius. Las cadenas en sus muñecas y tobillos le recordaban la gravedad de su situación, pero al ver a sus seres queridos, una sonrisa sincera se dibujó en su rostro.
—Finalmente los veo. Parece que ha sido una eternidad —suspiró Aiden, mezclando alivio y pesar.
Elizabeth corrió hacia él, deteniéndose justo antes de que las restricciones del guardia le impidieran abrazarlo. Sus ojos brillaban, cristalizados por lágrimas contenidas, pero su voz era firme.
—Hemos estado haciendo todo lo posible, Aiden. No vas a enfrentar esto solo. Mi mamá ha movido cielo y tierra para ayudarte y se encargará del caso. Hace tiempo que no ejerce, pero nunca perdió un juicio, confía en ella —dijo Elizabeth, mirándolo a los ojos.
—Me deja más tranquilo saber que cuento con su ayuda, a pesar de todo —respondió Aiden con una sonrisa de agradecimiento.
—Papá también te quiere de vuelta, dice que quiere verte graduado. Todos confiamos en ti y nadie cree que seas capaz de matar a una persona —aseguró Elizabeth con confianza.
—El equipo legal ha estado trabajando día y noche. Puedes estar seguro de que haremos todo lo posible —afirmó Julius, con una postura erguida y una mirada firme.
—Tu caso se ha llevado a la luz pública. La gente ha empezado a escuchar y muchos han empezado a hablar, teorizar y dar testimonios de sus experiencias en Génesis —comentó Noah, acercándose y colocando una mano en el hombro de Aiden.
Lucius, manteniendo su distancia, pero con una presencia imponente, fijó su mirada en Aiden.
—Ya he dado mi testimonio y también voy a comparecer como testigo. Pero no te voy a mentir, tu situación no pinta nada bien. Si no podemos demostrar la existencia de esas cosas, tener el juicio televisado jugará en nuestra contra... —la voz de Lucius resonaba con autoridad.