El silencio se había apoderado del salón, un silencio pesado, cargado de ausencia. Los estudiantes, que normalmente estarían murmurando al inicio de los exámenes finales, ahora se encontraban inmersos en sus propios pensamientos, la silla vacía de Aiden sirviendo como un crudo recordatorio de la realidad que enfrentaban.
Noah, con su mirada perdida en el espacio que antes ocupaba su amigo, no podía evitar sentir un vacío. La última semana del Pentagram había sido un torbellino de emociones y eventos, y ahora, la tranquilidad del aula parecía casi irreal.
Elizabeth, sentada a su lado, compartía la mirada melancólica de Noah. La ausencia de Aiden era como una sombra que se cernía sobre ellos, su energía y humor, que una vez llenaron la sala, ahora eran meros recuerdos de un alegre pasado que no volvería.
El profesor Ludwig, consciente del ambiente sombrío, intentó infundir algo de normalidad minutos antes de comenzar el último examen final. —Hoy evaluaremos todos los temas más importantes del semestre. Son veinte preguntas, es crucial que se concentren— dijo con una voz suave, pero firme.
Noah asintió, agradecido por el intento de mantenerlos enfocados, aunque su mente seguía volviendo hacia todo lo sucedido el último mes. —Profe, ¿podemos comenzar ya? Me gustaría terminar rápido el día— preguntó, su voz apenas un susurro.
El profesor Ludwig asintió con solemnidad, y como si fuera una señal acordada, el salón se sumió en un silencio aún más profundo, un silencio que parecía absorber hasta el más mínimo murmullo. Con un gesto meticuloso, activó los exámenes, y los paneles táctiles en cada mesa cobraron vida, proyectando hojas holográficas llenas de preguntas que flotaban ante los ojos ansiosos de los estudiantes.
Desde los bordes de los escritorios, se levantaba un material translúcido, como cortinas de agua cristalina, distorsionando la visibilidad de los alrededores solo desde dentro. Era un escudo contra la tentación de mirar de reojo, asegurando que cada respuesta surgiera de la mente del estudiante y no de un compañero cercano. A pesar de ser totalmente visibles desde fuera, los estudiantes se encontraban encapsulados en sus propias burbujas.
El zumbido suave de los proyectores holográficos llenaba el espacio, acompañado por el ocasional chasquido de dedos contra los paneles táctiles. En este ambiente tenso, cada estudiante se sumergía en su propio mundo, forzando su mente para buscar las respuestas más correctas a la prueba que tenían delante. Era un mar de concentración, donde cada uno navegaba las aguas turbulentas de su intelecto en busca de la orilla de la certeza.
Elizabeth se esforzaba por enfocarse en las preguntas frente a ella, pero las imágenes del último mes seguían asaltando su mente: el juicio de Aiden, la angustia en sus ojos y la sensación de impotencia que la había consumido. Cada pregunta que respondía era un paso más hacia la conclusión de una etapa de su vida que había sido irrevocablemente alterada.
Noah, por su parte, marcaba sus respuestas con una determinación mecánica, su mente dividida entre la tarea en mano y la preocupación por su amigo. La silla vacía a su lado era un recordatorio constante de lo mucho que había cambiado en tan poco tiempo.
Apenas una hora más tarde Noah se levantó. Siendo el primero en enviar sus respuestas, Ludwig quedó intrigado, consciente de que no había puesto un examen fácil. El docente observó a Noah mientras se acercaba. La rapidez con la que había terminado era inusual para un estudiante tan meticuloso. —¿Estás seguro de que deseas entregar ya, Noah? — preguntó con una ceja arqueada, su tono mezclando preocupación y curiosidad.
Noah asintió con firmeza, aunque sus ojos no ocultaban el cansancio emocional que lo embargaba. —Sí, profesor. Puede revisar ya si lo desea. — respondió, su voz más firme de lo que se sentía por dentro.
El maestro aceptó y realizó la evaluación automática del archivo enviado por el estudiante, dando como resultado un cien por ciento de respuestas correctas, pero su mirada seguía fija en Noah, como si intentara leer entre líneas de un libro aún no escrito. Impresionado por el resultado logrado por el chico en su condición actual, mas no sorprendido, pues era el resultado que esperaría normalmente de él, le da una palmada de felicitación en el hombro. —Muy bien, puedes irte. Pero recuerda, Noah, la puerta de mi oficina siempre estará abierta si lo necesitas— dijo Ludwig, ofreciendo un apoyo no verbal.
Noah sintió el peso reconfortante de la palmada, un gesto que le recordaba que no estaba solo. —Gracias, profesor— murmuró, permitiéndose un breve momento de gratitud antes de recoger sus cosas para salir del aula. A pesar de la turbulencia de sus emociones, ese pequeño acto de bondad era lo que necesitaba para seguir adelante.
Elizabeth observó a Noah marcharse, una mezcla de admiración y preocupación cruzando su rostro. Sabía que Noah estaba luchando con sus propios demonios, al igual que ella. Con un suspiro, volvió su atención al examen, decidida a terminar con la tarea en mano, aunque ahora cada uno enfrentara su batalla por separado.
Noah apenas había cruzado el umbral del aula cuando una voz familiar lo detuvo en seco.
El Director Green, con una mezcla de sorpresa e interés, se acercó desde el pasillo iluminado por la luz suave que pintaba el lugar. —Noah, ¿a dónde te diriges con tanta prisa? Pensé que aún te quedaba tiempo en el examen.