El ardor era insoportable. Aiden sentía como si su cuerpo estuviera en llamas; cada respiración era un tormento. Las cuchillas del robot lo habían atravesado, y la sangre brotaba de sus heridas, empapando el traje que luchaba por mantenerlo con vida. La visión de Rachel, con el cristal de su casco manchado de sangre, se grabó en su mente mientras intentaba mantenerse consciente.
Todo había sucedido en un instante. El robot lanzó dos de sus colas hacia Rachel, pero Aiden se interpuso en la trayectoria de estas sin pensarlo. Una de las cuchillas, que se dirigía directamente a su corazón, fue bloqueada por el brazo izquierdo de Aiden. La hoja logró atravesarle el músculo, pero se detuvo a pocos centímetros de su pecho. La otra cola iba en dirección a su abdomen; sin embargo, en un rápido movimiento, logró alcanzarla con su mano derecha y desvió la trayectoria lo suficiente para que no fuera letal. Aun así, la cuchilla lo atravesó de lado a lado, salpicando de sangre el visor de Rachel.
Cada latido de su corazón enviaba una ola de sufrimiento a través de su cuerpo, y la pérdida de sangre lo hacía sentir mareado y débil. Intentó moverse, pero se paralizó cuando sintió como si un rayo recorriera su cuerpo, enviando una descarga a través de cada nervio.
El robot, con sus ojos rojos brillando, lo observaba con frialdad, ladeando la cabeza como si intentara comprender el resultado inesperado de sus acciones. Permaneció quieto en el lugar, con una postura similar a la de un cazador felino, esperando el momento justo para atacar, mientras observaba, uno a uno, a los demás presentes.
Aiden se negaba a rendirse. Había llegado a Aegis con la intención de sobrevivir, así que tenía que encontrar la manera de hacerlo. Con un esfuerzo titánico, soltó la cola que tenía incrustada en el abdomen, levantó su bláster y, con un disparo preciso al máximo de capacidad, desprendió una de las colas del robot con un chisporroteo. Cuando apuntó a la otra, el robot la retiró rápidamente, causando un desgarrón terrible en los músculos de la mano de Aiden. Un chorro de sangre brotó de la herida y cayó arrodillado, resistiendo con todas sus fuerzas mientras apretaba los dientes para no gritar de dolor.
El humanoide metálico retrocedió un poco, con sus ojos rojos parpadeando como si procesara la nueva información. Aiden aprovechó la oportunidad y se puso de pie, apoyándose en la pared. Había perdido casi por completo la sensibilidad de la mano izquierda, su cuerpo temblaba, gotas de sudor corrían por su frente, pero sus ojos seguían concentrados en el enemigo que tenía delante.
El dolor que sentía era terrible, pero la adrenalina lo mantenía en pie. Miró a sus compañeros, quienes observaban la escena con una mezcla de horror y admiración. Rachel, apenas logrando reaccionar, se limpió el visor y se puso al lado de Aiden, permitiéndole apoyarse en ella mientras seguía apuntando al autómata.
—Eric. I'm still standing —giró la cabeza hacia su compañero con una sonrisa forzada que apenas disfrazaba su sufrimiento.
Eric, con su característica sonrisa desafiante, levantó su bláster, y se colocó al lado de Aiden. —¡Ja! Debatible, pero ahora vamos a darle una lección a esta lata de chatarra.
Los demás reclutas, inspirados por la valentía de Aiden y Eric, se prepararon para el combate. El robot, ahora consciente de la amenaza que representaban, se dispuso a atacar de nuevo, pero esta vez, Aiden y sus compañeros estaban listos.
El ente de metal volvió a colocarse en una postura de cacería y se lanzó hacia adelante, con sus ojos escarlata brillando de furia. Aiden y Eric dispararon, pero el robot era demasiado rápido. Esquivaba o bloqueaba las balas, mientras se acercaba peligrosamente a Rachel. Antes de que pudiera alcanzarla, Eric se abalanzó sobre él y lo abrazó, aplicando toda la fuerza del traje para inmovilizarlo. Perplejo por la acción, el de ojos rubí, atacó rápidamente con sus tres colas restantes y con las cuchillas de sus manos, intentando deshacerse de su opresor.
Los demás jóvenes, todavía temblando por lo sucedido y dominados por el miedo, se abalanzaron sobre el robot. La criatura metálica respondió con ataques frenéticos, en tanto, traía sus garras manchadas con la sangre de los nuevos reclutas. Con cada estocada, la carne y el metal chocaban, creando una disonancia de gritos y quejidos. Sangre y aceite se mezclaban en una masa viscosa que cubría el suelo.
Aiden, con la mano izquierda colgando inerte, observaba la escena con horror y determinación. Su cuerpo ardía de fiebre, pero su mente estaba lúcida. Tenía que acabar con esto.
Justo cuando una de las garras del robot se acercaba a las costillas de Eric, Rachel, con una fuerza sobrehumana, atrapó las afiladas cuchillas entre sus manos. Sus ojos, normalmente serenos, ahora reflejaban una ira feroz.
Aiden aprovechó el momento. Con pasos lentos y calculados, se acercó al robot. La criatura metálica, distraída por el forcejeo con Eric y Rachel, no se dio cuenta del peligro inminente. Cuando Aiden estuvo lo suficientemente cerca como para que su escudo no pudiera bloquear el disparo, levantó su bláster y apuntó directamente a la cabeza del robot.
La mirada de este se encontró con la de Aiden. Por un instante, pareció vacilar. Luego, con un último esfuerzo, trató de liberarse del agarre de quienes lo sujetaban. Pero era demasiado tarde.
—Hasta nunca, hijo de puta —Aiden apretó el gatillo. Un rayo de energía pura atravesó la cabeza del robot, desintegrándolo inmediatamente.
Aiden observó cómo el cuerpo metálico del robot se desplomaba, llenando el aire con un fuerte estruendo, y una nube de polvo y humo. Los reclutas, exhaustos y ensangrentados, se miraron entre sí, asimilando lo que acababa de suceder. Habían sobrevivido.
Rachel fue la primera en reaccionar. Se apoyó contra una pared y dejó escapar una risa nerviosa, con su visor aún salpicado de sangre. —Lo logramos —murmuró, aunque su voz temblaba por la adrenalina.