El resplandor de la mañana entraba por la ventana de la habitación universitaria, proyectando sombras alargadas en las paredes mientras Elizabeth se ajustaba la blusa y se recogía el cabello en una coleta firme. Había dormido poco. La noche anterior no dejaba de darle vueltas al mensaje que recibió en su HoloBand. Pensar en él hacía que un escalofrío le atravesara la espalda.
"CUIDADO CON LO QUE DESEAS, REINA ROJA. ESTARÉ VIGILANDO".
Miraba su dispositivo a cada rato, parecía esperar que así las letras cambiaran. Aunque tenía una idea de quién le había enviado el mensaje, no consideraba que su petición, casi orden, fuera tan peligrosa como para ser amenazada.
Admiró su imagen en el espejo y se armó de determinación. Debía afrontar este primer día con buena actitud. Mientras terminaba de vestirse, notó algo curioso en el reflejo.
Naira, su compañera de cuarto, estaba de pie junto a su escritorio, fingiendo revisar su HoloBand, pero sus ojos oscuros se desviaban hacia ella de vez en cuando.
Elizabeth no dijo nada al principio; solo se limitó a seguir con su rutina. Pero después del tercer vistazo furtivo, decidió que era suficiente.
—Ok. Si tienes algo que decirme, dilo. —Su tono fue neutral, pero directo.
Naira parpadeó, sorprendida al ser descubierta, pero en lugar de esquivar el tema, dejó su HoloBand en la mesa y se paró para enfrentarla cara a cara.
—¿Sabes quién era el tipo con el que hablaste ayer?
Elizabeth arqueó una ceja.
—¿A quién te refieres?
—No te hagas la tonta. Sabes quién, Oliver. —respondió Naira con voz casual, pero con evidente interés. —El que parece un desastre andante.
Elizabeth mantuvo su expresión neutra, aunque por dentro se sorprendió. —¿Tan observadora era Naira? —pensó mientras elaboraba su respuesta.
—¿Oliver? —dijo con voz pausada, como si intentara restarle importancia. —Ah, no es nada, solo intercambiamos unas palabras.
Naira la analizó por unos segundos antes de desviar la mirada con indiferencia.
—Deberías elegir mejor con quién cruzas palabras. Hasta hace algunos años él era un don nadie del submundo, y ahora resulta que tiene el dinero suficiente para salir a la superficie y pagarse la universidad por sí solo… ese tipo de cosas no pasan, nunca, es imposible salir de ahí sin ayuda.
¿El submundo? ¿Se refería a los barrios peligrosos? Helios no es perfecto, pero… ¿de verdad hay zonas de las que es imposible salir? —pensó la chica de cabello rojo, antes de endurecer su rostro a su opuesta.
—¿Y a ti desde cuándo te preocupa con quién hablo? —respondió la de cabello rojo de inmediato para cortar el tema.
—Tú realmente no tienes idea de nada, ¿eh? Claro, seguro que tus papis te dieron la gran vida. — Chasqueó la lengua, pero esta vez fue más fuerte, quería dejar claro su desprecio. Se apartó un paso y le dio a entender a Elizabeth que el solo hecho de estar cerca de ella ya le molestaba. —Mira, no importa, fue solo una advertencia. Ignórala si quieres. Es tu problema —dijo molesta, retomó su HoloBand y se la colocó en el brazo antes de salir de la habitación.
—Sin molestarse en replicar, Elizabeth tomó su bolso y salió del cuarto, tomando un rumbo distinto que el de su predecesora.
Al salir al campus de la universidad, pudo apreciar mejor el hecho de que este era un espectáculo de orden y prestigio. Una mezcla perfecta entre arquitectura clásica y tecnología de vanguardia. Había orden y belleza en cada edificio, en cada sendero cuidadosamente diseñado. Incluso los animales presentes en el campus contribuían a darle más vida a la ciudad. Todo lo contrario, al ambiente promedio de Aegis, que con solo visitarlo una vez ya se hizo la idea del tipo de vida regia que tenían allá.
Los estudiantes se movían en pequeños grupos hacia sus respectivas facultades, que no eran pocas, y otros incluso debían utilizar medios de transporte para ir a las facultades más distantes. Algunos hablaban animadamente sobre los discursos del día anterior; otros solo parecían preocupados por llegar a tiempo.
Elizabeth avanzaba con paso firme, pero su mente seguía atrapada en la advertencia. Creía haber hecho lo correcto; sin embargo, un atisbo de duda le presionaba el pecho. Entre la multitud, captó por un momento un destello de algo familiar. Un brazalete negro en medio de la multitud. Su vista lo atrapó por un instante antes de que su dueño desapareciera. Lo habría ignorado… si no fuera porque algo en su mente insistía en que debía recordarlo.
La idea de que quizás se estuviera metiendo en algo peligroso cruzó su mente, pero qué tan malo podía ser, después de todo, era obra de Noah. Aunque, por otra parte, el Alfil Negro, u Oliver, como le llamó Naira, parecía ser más misterioso de lo que esperaba. Miró su HoloBand y deslizó su dedo para buscar otra vez el críptico mensaje.
—¡Cuidado!
Antes de que pudiera reaccionar, su hombro chocó contra algo sólido. O más bien, contra alguien.
El impacto la hizo dar un paso atrás y levantar la vista rápidamente.
Era un hombre joven, quizá de unos veintiséis años. Alto, de rostro afilado, cabello castaño claro ligeramente desordenado y ojos penetrantes que la miraban con una expresión de sorpresa y diversión.
—Vaya, eso sí que fue un choque de realidad. —dijo con una leve sonrisa, mientras se frotaba el hombro y volvía a poner en su lugar su traje.
Elizabeth bajó la cabeza en señal de disculpa, incómoda por su distracción.
—Lo siento, no estaba viendo por dónde iba.
—Ya noté esa parte, señorita. —respondió él con una sonrisa ladeada. Luego, inclinó la cabeza con curiosidad. —Déjame adivinar —hizo una pausa momentánea para observarla y continuar—: Facultad de Derecho.
Elizabeth parpadeó, sin poder evitar una pizca de escepticismo.
—¿Cómo lo sabes?
—Esta es la parte en la que te digo que es por tu vestimenta y me hago el interesante, pero lo cierto es que ibas directo hacia el edificio. —respondió con facilidad. —Y segundo… por algún motivo me da la impresión de que tendremos unos debates bastante polémicos.