Arcadia

Capítulo 28: Muy buenas manos

Las luces de la ciudad parecían más frías cuando dejaron atrás la relativa seguridad del cuartel. Dashiel se había despedido con un nervioso “nos vemos luego”. Iba a hacerle compañía a Rachel, la cual estaba de por sí aún más nerviosa, que ya era mucho decir.

Con cada paso, el aire se hacía más denso. No hablaban, pero todos lo sentían. Tenían una tarea por hacer, un misterio por descubrir y aunque el camino estuviera prohibido, no los detendría.

Noah caminaba al frente, su HoloBand apretaba su muñeca como un grillete más que como herramienta. Aparentaba calma en el exterior, sin embargo, su mente era intranquila. Lanzaba enjambres de ideas constantemente: rutas de escape, protocolos que podía aprovechar, recordaba códigos preparados… y detrás de todo eso, una certeza amarga que no podía compartir aún.

Quizás esta sería la última vez que marcharía junto a ellos.

Amanda y Lorena lo seguían, intercambiando susurros tenues que apenas arañaban la superficie del silencio. Sus pasos eran ligeros, pero su actitud proyectaba confianza. Eran las únicas que no parecían afectadas… o quizás simplemente fingían mejor que los demás.

Aiden iba detrás, escaneando el entorno con mirada calculadora. No confiaba en la quietud de la ciudad, ni en la calma del plan. Menos aún en la facilidad con la que todo se había organizado.

Damon cerraba la formación. Su postura rígida y sus ojos alerta lo hacían parecer una estatua con mirada letal. Observaba, no tanto a los alrededores, sino a Noah. Siempre a él, con la concentración de quien busca una debilidad en su rival.

El hospital apareció ante ellos tras un rato de tenso camino, lo hizo como un ángel blanco. Cinco pisos dedicados al tratamiento de pacientes. Equipado con tecnología de punta para el mejor cumplimiento de sus funciones. Un centinela sin rostro que ocultaba demasiadas puertas.

Las luces automáticas zumbaban levemente en las entradas, y sensores discretos parpadeaban como ojos mecánicos.

Aiden se detuvo a unos pasos de la entrada principal.

—No hay mucho flujo de gente —murmuró, entornando los ojos—. No me gusta.

—Eso es bueno —respondió Amanda, dándole un codazo cómplice a Lorena con media sonrisa.

—Debemos pensar cómo vamos a entrar sin llamar la atención —añadió Aiden, rascándose la barbilla.

—Podemos usar un acceso lateral —sugirió Noah con tono neutro—. Debería estar menos vigilado.

Damon soltó un bufido. Cruzó los brazos con desdén.

—O podríamos entrar por la puerta principal como gente normal.

Antes de que el debate pudiera crecer, Lorena y Amanda compartieron una mirada breve. Y sin demorar más, caminaron hacia la entrada con una seguridad que nadie más tenía.

—El truco —susurró Lorena sin girarse— es caminar como si fueras dueña del lugar.

—Y sonreír como si nada importara —añadió Amanda, girando su cabello con coquetería.

Aiden carcajeó con una sonrisa cansada.

—¿Y ahora son maestras espías?

—Combatir robots no era la única forma de llegar al final del examen —replicó Lorena sin mirarlo.

—Aunque a los machitos les haya parecido así —continuó Amanda para golpearles aún más duro en el ego.

Damon las observó y no pudo evitar esbozar una sonrisa orgullosa, al ver que su idea sí fue escuchada, y le lanzó una mirada despectiva a su nueva enemistad.

Aiden y Noah, por su parte, admiraron en silencio cómo las dos chicas entraban por la puerta principal sin más complicaciones y un par de segundos después, decidieron seguirlas.

Las puertas se abrieron con un susurro eléctrico, dejando ver un paisaje blanco cargado de personas yendo de un lado a otro sin detenerse. Predominaba el silencio en general, aunque el murmullo de los visitantes era una constante.

Al pasar la vista por el lugar, vieron al joven recepcionista embobado con Amanda. Ella se encontraba apoyada en el mostrador con una sonrisa encantadora intentando sacarle información.

Todo marchaba con una fluidez inquietante… hasta que el verdadero obstáculo emergió.

Desde el pasillo derecho se acercó un hombre mayor, con bata blanca y expresión de pocos amigos. Su porte se asemejaba más al de un guardia de seguridad que al de un médico. Se detuvo a unos metros, mirándolos uno por uno. Cuando su vista se posó en Noah, este dio un paso al frente, encarándolo y dispuesto a responder su tan obvia pregunta.

—¿Quiénes son ustedes? —preguntó con voz firme, sin amabilidad alguna—. ¿Qué hacen aquí?

Por un instante, el grupo quedó en vilo.

Noah, al frente. Sintió la mirada de Damon en su nuca, y el eco de sus propios latidos en sus oídos.

—Somos los nuevos reclutas para el hospital —dijo con calma.

El doctor entrecerró los ojos. No se movió. No parpadeó. El silencio era un filo que podía cortarlos en cualquier momento.

—No los esperábamos hasta la tarde, —dijo al fin, cada palabra pesada como plomo— deberían estar en la ceremonia de ingreso ahora.

Amanda aprovechó el resquicio y avanzó. Le dio un leve golpecito en el brazo al médico, como quien busca romper el hielo.

—¡Es que queríamos tener ventaja sobre los demás! —dijo con una risa dulce, perfectamente ensayada— Preferimos la acción a los discursos.

El hombre se tensó, incómodo ante el contacto, y se apartó con un suspiro casi imperceptible mientras se sacudía el lugar del impacto como si intentara quitarse una mancha invisible.

—Evite el contacto físico, señorita. No se tome atribuciones por su cuenta. —ordenó el señor mayor con voz ronca.

—Sí, señor —respondió la chica de melena negra avergonzada.

Miró los HoloBands de sus muñecas con asco, como si solo viera en los reclutas pura ineptitud.

—Coloquen sus pases en el escáner.

El doctor esperó a que los chicos se dirijan nuevamente a la puerta y coloquen sus pulseras sobre el escáner. Y solo cuando la señal del acceso permitido se muestra con una luz verde es que se permitió relajar su postura.




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