Mis últimos recuerdos me mostraron las terribles imágenes de edificios cayendo mientras proyectiles impactaban contra el suelo a nuestro alrededor. Era un niño apenas entonces, no recuerdo mucho. Pero lo que si recuerdo, es que sigo vivo gracias a alguien, un soldado que salvo mi vida. Repetidamente tengo el mismo sueño que me obliga a despertar, con mucho dolor de cabeza imposibilitándome volver a dormir otra vez.
Según mi abuelo, los sueños no son más que mensajes provenientes del futuro que debemos descifrar, muy rara vez son claros y precisos. Lo vi sentado tomando un poco de agua y pan tieso justo en esa misma mañana en él que mi último sueño parecía ser algo distinto esta vez pero con pequeños fragmentos que parecían ser piezas de diferentes rompecabezas.
-¿Cómo estas, Zemus? ¿Dormiste bien? - Preguntó mi abuelo mientras me veía bajar las escaleras.
-Un poco… - Le contesté.
Mientras servía un poco de agua. Vi como en un tablón de anuncios digital que teníamos en nuestra habitación aparecía repentinamente las noticias de una orden de captura contra un sospechoso sujeto de barba peculiar. Me pareció extraño verlo, pues nunca antes lo había visto por el condado. En eso, mientras la noticia transcurría. Mi abuelo con mucho disgusto camina hacia el mostrador frente al tablón de anuncios y comentó:
-Las águilas doradas no dejan de buscar personas, a este paso acabaran arrestando a todo el pueblo.
-Hay que enseñarles un poco de respeto a las águilas doradas - Le comentó con enojo.
-¡Muchacho! - Gritó mi abuelo - Si alguien te escuchara, créeme que no dudaría en reportarte contra las águilas doradas.
-Nadie nos escucharía aquí abuelo...
Poco antes de terminar nuestra charla, suena la campana colgada frente a la puerta anunciando la llegada de un nuevo cliente. Esta vez, un viejo conocido de mi abuelo quien por mala suerte pertenecía a las águilas doradas. Su nombre era Clerd y era el soldado más viejo del distrito.
-¡Bienvenido Clerd! ¿En que puedo ayudarte esta vez? - Dijo mi abuelo extendiendo sus brazos.
-Con tu edad ya no me sirves para nada, Cloudman. Ya deberías estar jubilado - Comenta el soldado mientras usaba un mondadientes.
-Ojala existiera una pensión para jubilados en el distrito, de ser así no estaría trabajando justo ahora - Le contestó mi abuelo con alegría.
-Clerd y Cloudman eran muy buenos amigos, casi hermanos de la misma edad, pues eran dos de las personas mas antiguas del distrito. Mi abuelo tenía una tienda que ofrecía servicios de protesis para soldados. No cualquier tipo de protesis, digamos que se encargaba de no solo reemplazar partes perdidas de las águilas doradas, o de cualquier otra persona. Sino también se encargaban de brindar una mejora militar a tu equipo si lo deseabas.
Estaba a punto de patir en ese instante, estaba concentrado en finalizar mi objetivo del día que era conseguir más señales de agua consumible para el pueblo. Sin embargo, no podía partir sin mi fiel amigo Hixwe, yo mismo lo había construido con ayuda de mi abuelo y era aun tipo de Droide que me ayudaba con mis tareas. Sin dar señales de su paradero, busque a Hixwe por toda la cabeza pero había olvidado que contaba con alguna especie de capacidad para camuflarse y estaba justo sobre mi chaleco.
-¡Ahí está! - Señaló mi abuelo tras ver una pequeña silueta en mi chaleco.
-¿Qué hacías ahí amigo? - Le pregunto mientras lo veía bajar a mi brazo.
En ese instante, mi abuelo se acercó mientras miraba a Hixwe y me repitió la única y más importante regla antes de salir a explorar el mundo por mi cuenta.
-Recuerda… siempre mantén a a Hixwee cerca de tí
-Lo sé, abuelo.
Preparado para partir con Hixwe, mi equipaje y mi mirada hacia el objetivo, salí de la tienda por la puerta principal de madera y corrí hasta mi motocicleta impulsada por energía eléctrica aparcada a un lado del edificio. Desde afuera, todo el distrito parecía ser un pequeño pueblo del lejano oeste, árido, con casas de maderas de lado a lado, fuertes vientos y personas cubiertas con harapos de pies a cabeza para protegerse de la arena.
Mientras halaba de mi moto para partir, miraba hacía lo único verdaderamente asombroso de todo el distrito. Al final del largo camino se encontraba un enorme muro de metal y concreto con grandes puertas que en su mayor parte del tiempo permanecían cerradas. Es dificil saber que tan alto eran los muro, parecía que estuviese cerca de nosotros pero en realidad es más lejos de lo que se veía. Mientras miraba hacía los muros, una voz de una mujer mayor me sorprende, comentando: