Arcan: Cielo y Arena

Capítulo 4

En una noche, mientras dormía escuche un estruendoso ruido que estremeció el distrito, era como escuchar las bocinas de un barco a unos metros de distancia y los faros que se encontraban los altos de los muros que rodeaban la ciudad comenzaron a apuntar hacia el distrito iluminando hasta el interior de mi cuarto donde la luz se asomaba por la ventana. Confundido. Ví como mi abuelo subió hasta mi habitación y me explicó la situación.Claro, no hacía más de una semana que me encontraba en el distrito en aquél entonces.

 

-¿Señor Cloudman? ¿Qué está pasando?  - Le preguntaba mientras lo veía entrar a mi habitación.

-¡No te preocupes, Zemus! No es nada grave - Respondió

-No puedo ver nada… - Le comenté mientras me levantaba de la cama.

-¿Quieres hechar un vistazo? - Me preguntó  mientras se asomaba por la puerta.

-Hechar… ¿Un vistazo? - Me pregunté, con una voz susurrante.

 

Mientras salíamos de la casa, vimos como muchas personas se encontraban fuera de las calles. Obviamente me encontraba cerca de mi abuelo Cloudman quien me pedía atentamente que no me alejara. Desde lo lejos podía ver como en las calles de arena se encontraba pasando una caravana con soldados a píe y maquinarias pesadas avanzando con lentitud. A pesar de que la luz de los altos muros de la ciudad me cegaban al intentar mirar hacía arriba, mi abuelo Cloud me levanto del suelo y me colgó tras sus hombros para mirar hacía la avenida que las personas no me permitían ver.

 

-¡Mira! ¡Esas son las Águilas Doradas! - Dijo mi abuelo.

 

 Confundido, miraba a los soldados como autenticas figuras que producían mucho miedo, no eran majestuosas ni tampoco brillaban como el oro pero si tenían un logotipo de un Águila con las alas abiertas en cada brazo.  Llevaban cascos puestos sobre sus cabezas y su uniforme era negro como la noche. Todos cubrían sus rostros excepto uno, su capitán Winston quién encabezaba la Caravana. Era alto, barbudo y usaba cola de caballo.

 

-¿Quién es él? - Le pregunté a mi abuelo.

-¿El hombre alto? Él es el capitán Winston de las águilas doradas - Respondió

-¿Capitán Winston? ¿Y hacía donde va con todos esos hombres?  - Pregunté nuevamente.

-Nadie lo sabé, pequeño. Los únicos que lo saben son aquellos que viven dentro de la ciudad, a nadie le importa compartir noticias con  nosotros...

 

Desde ese día, siempre quise saber un poco más sobre el capitán Winston y sus aventuras. Pero a medida de que las Águilas doradas comenzaban a tratarme más como una escoria que habitaba fuera de las murallas. Me desinteresé de esa curiosa aventura.

 

No obstante, aquella vez qué me tocaba decidir entre las Águilas doradas y el barbudo hombre que había salvado mi vida. Hice una elección rápida, salve al misterioso hombre que habia salvado mi vida y decidí guiarlo por un escondite que había cerca de aquí.

 

-¡Rápido! ¡Por aquí! - Le grité mientras corría hacia la dirección del escondite.

-¿Debó confiar en tí? - Me preguntó

-¿Acaso tienes otra opción? - Le pregunté mientras lo miraba fijamente.

 

El hombre parecía tener sospechas, con su ballesta se preparó para enfrentar a las Águilas doradas que se acercaban y obviamente no iba a poder contra todas ellas, Se avecinaba una nave de transporte el cual cargaba en ella decenas de soldados.

 

-¿Estás loco? ¡Son águilas doradas! - Le grité

 

El sujeto no parecía escucharme. Era de esos tipos duros que no dependían de nadie. Sin embargo, yo sabía lo que decía y justo cuando sentí que la nave estaba a punto de atacarlo con sus ametralladores decidí apartarlo de un jalón trayéndolo conmigo a la dirección de la ubicación.  Enojado, el sujeto me preguntaba por que lo hice y simplemente  no podía dejarlo morir.

 

Sabía en que lugares estaba metido, y corriendo junto con él por un sendero de piedras nos dirigíamos a un cañón donde las naves no lograrían seguirnos. Él único problema es que dentro de la nave que nos perseguía se acercó un poco a la tierra sin aterrizar en ella para soltar a sus soldados exploradores que conducían motos de arenas. Al escuchar el ruido del motor, automáticamente supe que nos buscaban por tierra.




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