Escondidos entre los pilares de roca, escuchábamos las hélices y el motor de las naves que volaban sobre nuestras cabezas patrullando la zona. Volaban a muy bajas alturas, tanto que hasta se sentía el retumbar y enormes vientos en el suelo. Increíblemente las naves de patrullaje y reconocimiento parecían ser mas grandes de lo que parecen. No solo nos buscaban por aire, sino también por tierra. Cada vez que escuchábamos las motos de arenas pasar cerca de nosotros cambiábamos de escondite con mucho sigilo, el laberinto de rocas del desierto nos ayudaba mucho a movernos con precaución.
Justo cuando notamos que las naves de las águilas doradas se suspendieron en el aire a grandes alturas y se alejaron. Decidimos salir de entre las grandes rocas, montándonos sobre ellas.
-¡Se están alejando! - Dijo el barbudo hombre.
-Que extraño... - Comenté mientras observaba a las naves irse.
-¿Qué? - Preguntó.
-Ellos jamás se van tan rápido... - Dije mientras veía las naves irse.
No obstante, mientras observaba a las naves retirarse, una gota cayo frente a mí quemando la superficie de la roca. Mi compañero giro su cabeza y al observar lo que estaba a mis espaldas, me advirtió una terrible noticia. Una lluvia ácida se avecinaba derritiendo todo a su paso. El cielo a mis espaldas era oscuro a comparación del que teníamos en frente.
-¡Debemos irnos! - Grita el hombre barbudo.
-¿Donde? ¡Las rocas no nos protegerán de la lluvia!
-¡Solos siguemé! - Dijo mientras corría
Intentando escapar de las gotas que derretian todo lo que tocaban. Corriamos en dirección al cielo despejado mientras que el barbudo hombre colocaba su brazo cerca de su boca para hablar. No obstante, justo en el momento en que las gotas alcanzaban a tocar algunas partes de mis prendas, vi que nos acercábamos hasta el costado de un principio y sin conocer el plan del barbudo hombre, comencé a titubear indicándole que caminábamos la dirección equivocada. Al barbudo hombre pareció no importarle pues estaba decidido a correr hasta allá.
De la nada, justo un poco antes de llegar hasta el borde, apareció una nave, vieja y un oxidada donde el piloto nos miraba fijamente desde la oscura ventana, iluminándonos con sus resplandecientes faros. Mientras cubría mis ojos de la luz con mis brazos, noté como la nave comenzó a girar 90 grados y abrió una compuerta donde se encontraba alguien sostenido desde uno de los tubos, extendiendo la mano para tomarnos.
-¡Saltén! ¡Ahora! - Grita el hombre desde las compuertas de la nave mientras extendía su mano.
En ese momento, El barbudo hombre da un enorme salto hasta la compuerta de la nave, resbalándose un poco antes de sostenerse sobre las barras de metal. Al llegar hasta la compuerta, me gritaba que saltara pero tenía mucho miedo de hacerlo. Hixwe agachó su cabeza al no querer saber lo que estaba a punto de pasar y justo en cuanto las gotas de liquido ácido tocaron mis botas y parte de mi ropa, decidí correr y dar un enorme salto hasta las compuertas de la nave tomándome de las barras de metal con éxito. Mi felicidad duro pocos segundos pues, una de las barras metal de la nave donde colocaba mis manos se rompió debido al peso y caí al vació.
Sentía como una enorme fuerza me arrastraba hacia el suelo, veía como me alejaba cada vez más de la nave y justo en cuanto había girado durante el aire vi como el suelo y la gravedad estaban a punto de matarme. Sin saber que paso después me había desmayado antes de golpearme contra el suelo.
Tiempo después, desperté de un salto observando como me encontraba encima de una cama, cubierto con sabanas. Revice mi cuerpo con mis manos muchas veces y a medida de que lo hacía descubrí que Hixwee no me acompañaba. Confundido me levante de la cama y pude ver como mi robótico amigo se encontraba apagado, recargando sus energías justo encima de una mesa de metal que yacía al lado de la cama.
Saliendo de la habitación por una puerta corrediza automática de mental, pude notar que aún me encontraba sobre la nave. Confundido sobre lo que había pasado anteriormente, quería respuestas pero no había nadie para responderlas. No obstante, escuche una pequeña conversación provenir detrás de una puerta del otro lado , acercándome lentamente hasta que coloqué mi oreja sobre ella.
-No debiste traerlo ¡El viene de nido de águilas! - Susurra una de las voces.
-¿Y qué querías que hiciera? ¿Qué lo dejara en el desierto? - Comentó irónicamente el hombre barbudo.
-Hubiese sido lo mejor para el equipo.
-¿Y que tal si es un espía de las águilas doradas? - Preguntó otro de las voces.
-Me salvó la vida. Dudo que traiga malas intenciones - Comentó el hombre barbudo.
Desde el otro lado de la puerta, pude escuchar por lo menos tres voces que discutían sin parar. No obstante, mientras me mantenía atento a la conversación. Escuche como todos comenzaron a callarse. Sorpresivamente alguien abrió la puerta y la luz amarilla del interior de la habitación de la nave cegaba mis ojos.