Capítulo 4
La princesa Arcana
Hace un año atrás
–El Sol ha vuelto a brillar, la lluvia se ha detenido y nuevamente puedo continuar mi viaje por la larga carretera.
–La verdad, preferiría caminar bajo oscuras nubes que sobre este incesante sol que me traía recuerdos sobre los desiertos de Gon-bling. Claro, a excepción de los extensos pastos verdes que eran empujados con el viento cual cabello.
–Justo frente a mí, yacía un hombre caminando varios metros de distancia y detrás, se acercaba un vehículo con mucha prisa. El hombre detuvo el vehículo con gran espacio en la parte trasera, en este lugar son conocidos como “Camionetas”. Alzando su pulgar, se subió sobre la parte trasera poco después de verlo detenerse.
–Me resultó interesante ver como los vehículos se detenían con una simple señal de manos, así que decidí intentar lo mismo. Mientras caminaba por la carretera, hice la señal de manos varias veces cada vez que un vehículo se acercaba, lo intenté con autos pequeños, minivans e inclusive con vehículos de carga pero ninguno se detenía. Puede que también lo haya hecho con un helicóptero que sobrevoló cerca de mí.
–Ya me encontraba cansado, así que decidí descansar bajo el tejado de lo que decía ser una parada de bus. Aproveché para continuar escribiendo estas páginas mientras esperaba pacientemente un transporte.
–Ya había amanecido en los desiertos de Gon-bling y los rayos del sol que atravesaban la rejilla me habían despertado. Al abrir los ojos con lentitud, noté que Leandro ya se encontraba despierto. Preparando nuevamente su té especial. Al obsequiarme ese líquido amargo, pero a la vez dulce con aspecto marrón y negro, me hizo una pregunta.
–¿Ya descubriste de que esta hecho el té? – Preguntó mientras yo recibía el vaso
–¿Aún sigues con eso? – Pregunté.
–Te sorprenderías cuando lo descubras – Comentó – Finalmente ya amaneció, creo que ya podemos salir – Agregó.
–¡Bien! ¡Salgamos entonces! – Dije. Tomando el té de un solo trago.
–¡Espera! – Me detuvo.
–¿Qué? – Pregunté, luego de haberme levantado con emoción.
–¡No querrás salir al desierto vestido con ese uniforme! – Me dijo.
–¿Qué tiene mi uniforme? – Dije, confundido.
–Tres cosas. Primero eres un fugitivo de las águilas doradas, te notarían desde lo lejos con ese uniforme brillante. Segundo, cualquiera sabría que eres un citadino lo cual es peligroso. Tercero y la más importante… – Dijo haciendo una pausa al final de sus palabras – Necesitas protegerte de la arena – Agregó.
–En ese momento me quedé observándolo de manera confundida. No sabía a qué se refería con “Protegerme de la arena” hasta que sacó unos harapos de un alijo que tenía a su espalda y me los puso sobre los brazos, junto con unas botas.
–Minutos más tarde, Leandro abre la rejilla para salir a la superficie, y al hacerlo me ayudó a subir estirando sus brazos para alzarme y mostrarme el enorme y extenso desierto que yacía a mi alrededor.
–A cualquier lugar de donde mirase lo único que se veía era bastas montañas de arena y también la ciudad de Gon-bling que brillaba con intensidad gracias a los reflejos de la luz del amanecer sobre las placas de hierro de los muros.
–Leandro notó como me quedé viendo la enorme ciudad. Con muchas dudas, me preguntaba si estaba seguro de la decisión que estaba a punto de tomar.
–¿Estás seguro que quieres hacer esto? – Preguntó, al notar como me quedé observando a la ciudad.
–¿Acaso tengo opción? Sí regreso me encerraran de por vida – Le dije.
–Pensativo, se quedó en silencio por algunos segundos mientras asentaba.
–¡Tienes razón! – Dijo mientras asentaba.
–Finalmente me encontraba en el exterior de las murallas, pero nada era como yo pensaba. Creía que me encontraría con hermosos biomas el cual podía descubrir con variedad. También creí que me encontraría con abundantes especies pero hasta ahora lo único que pude apreciar eran pequeños escorpiones que se escondían bajo la arena.
–Tomando un bolso, Leandro lo colocó sobre su espalda ejerciendo mucha fuerza para mantenerlo allí, tal parece que llevaba muchas cosas pesadas en su interior. Mientras se preparaba, me realizaba preguntas sobre mis próximos pasos a seguir. No sabía que contestar pues no tenía un rumbo fijado, no había pensado en ello antes de salir de la muralla.
–¿Enserió no sabes hacia dónde ir? – Preguntó, impresionado – Debes de estar loco de remate – agregó, Leandro.
–Pensé en actuar sobre la marcha. Ya sabes… – Contesté.
–Enserió necesitas ayuda, citadino. El desierto es un lugar muy peligroso como para dar un paseo – Dijo.
–En ese momento me hizo una propuesta.
–Si quieres. Puedes venir a Ritoy conmigo. Puede que sea más seguro estar allá que en el medio del desierto – Dijo, mientras sonreía.
–¿Ritoy? – Pregunté, confundido de escuchar ese nombre.
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Editado: 10.08.2020